Por Dr. Rubén Visconti*
A lo largo de mi vida he podido
comprobar que algunas conductas y actitudes de los seres humanos son tan
iguales y repetibles que, a pesar de que desde el punto de vista racional sería
imposible, pueden ser predichas con tanta seguridad que nos impulsa a construir
una teoría, llamando a esas actitudes, como verdaderas leyes. Lo mismo que a
los fenómenos de la naturaleza que por reiterarse permanentemente sin cambios,
iguales a través de los tiempos infinitos, se los denomina leyes.
¿Por qué me han venido a cuento las reflexiones que expondré a
continuación? Casualmente por lo que vengo mencionando en el párrafo anterior. A
partir de un hecho vengo observando que
todos los protagonistas que los han producido actúan de la misma manera.
Seguramente es una exageración el llamarlas ley, pero qué ganas vienen de
llamarlas como si fueran tales.
Me estoy refiriendo a las conductas a la que responden personajes de la
política activa, en algunos casos ex-funcionarios de altísimo nivel y otros no tanto, pero sí de
elevada exposición, al pasar de acompañantes solícitos y colaboradores y, además, boquigrandes en
programas de la TV y otros, a ser opositores tenaces y elocuentes de lo que
ayer aplaudieron brindando su apoyo intenso y sin mengua, y hoy pasaron a ser
críticos más severos.
Sorprenden, por lo demás, que al pasar de una posición a otra no adviertan que quedan
expuestos a que, a pesar de que los citan y exponen sus rostros ante las
cámaras, no los respetan sino que los burlan usándolos para sus propios fines.
Son simples marionetas que se prestan al servicio ajeno, que son los
representantes de todo aquello que los justificó en sus anteriores conductas de
severos críticos, denunciantes y adversarios tenaces que vinieron sosteniendo hasta
que el “hecho” ocurrió.
Y como es fácil suponer que en estos cambios siempre sabe jugar un papel
importante el dinerillo oculto, en estos casos afirmamos que no, que los
cambios de actitudes son solo generados por una especie de desquite, de la auto
importancia de considerarse poseedores de “secretos” de inconductas ajenas, de
privilegios otorgados sin legalidad, ser especiales como informantes como solo
ellos pueden serlo ya que estuvieron por un tiempo en la “cocina” de lo que
denuncian, guardándose para sí que ellos no fueron los favorecidos porque se
opusieron y por ello se sintieron dejados de lado.
En conclusión, ese conjunto de reacciones que los llevan a ser denunciantes
privilegiados, opuestos a todas las inconductas y errores de los otros, los
llenan de orgullo y de placer cuando los indagan los picaros para tirarles la lengua,
no advirtiendo que solo son muñecos utilizables cuya importancia será solo
transitoria y efímera, ya que los alcahuetes no son útiles nada más que para
esa función para luego ser enviados al pozo ignoto de los despreciables.
Estos comentarios nos han surgido y urgido de ser comentados como
consecuencia de un programa de TV
denominado “Palabras más, palabras menos”, durante la cual los periodistas que la dirigen cumpliendo eficientemente esas funciones indagaron a uno
de los personajes que puede ser tomado como una figura clase de todo lo
expresado.
Nos referimos a el Secretario General del Sindicato de Empleados Judiciales,
que hasta ayer nomás en su calidad de diputado acompaño todas las medidas,
leyes y posiciones puestas en vigencia
por el Gobierno Nacional, se expresó como uno de sus más importantes críticos,
construyendo un plan económico propio, pero además, cometió, exagerando a la
máxima potencia, una crítica coincidente con todos aquellos que acusan de que
en el país no existe libertad de expresión, lo que justificó analizando la
no puesta en marcha del total potencial
de la ley de medios, que él apoyó, pero que no se cumple.
Papita pal loro, dijeron los periodistas, que se abalanzaron como bichos
sedientos sobre el declarante para extraer de semejante y falsa afirmación todo
el potencial que la misma les concedía.
Lo primero que pensé al decidirme a escribir esta nota fue cual era el
título que debía ponerle y se me ocurrió ponerle ¡AY,CARMELA ¡ AY, CARMELA!¡AY,
PIUMATO! ¡AY, PIUMATO!, pero luego reflexioné que quizás daba lugar a una
humorada que le quitaría nivel e importancia y preferí el que le puse.
Claro, que por otra parte, referirme
solamente a Piumato hubiera sido una total injusticia ya que existe un
número creciente de personajes que pueden ser señalados como ejemplo: Moyano,
el actual Secretario General de la CGT, Alberto Fernández, el ex-jefe de
Gabinete, periodistas a granel, con el agregado de que en sus cambios de
posición podemos pensar que en estos casos todo se debe relacionar con dinero, pero como
es un hecho conocido y reconocido, nos quedamos con los ejemplos elegidos que
consideramos suficientes para que una vez
observados y analizados con detalle, nos autorizan a denominar como
“leyes del comportamiento humano” las que los mencionados y tantos otros
obedecen a reglas de conductas que merecen recibir la calificación de tal.
Por eso creemos correcto el título elegido porque estas conductas pueden
compararse sin riesgos de equívocos a los ex-amantes que son los únicos capaces
de pasar del amor al odio tan fácilmente como los señalados.
*Doctor en Economía, Docente de la UNR,
Miembro del CEP
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