En las últimas semanas se han producido
distintos hechos políticos que, a primera vista, podrían interpretarse
como inconexos, pero que a mi juicio forman parte de un mismo universo
conceptual. No quiero decir que hayan sido planificados en una suerte de
"mesa directiva", pero sí responden a un conjunto de valores que
delinean una concepción del Estado, de la política y del modo de vida de
una sociedad. Un modelo que ya nos gobernó bajo distintos ropajes
durante muchas décadas, y al cual es un imperativo no regresar.
Si uno quisiera saber dónde está la diferencia entre Cristina
Fernández de Kirchner y otros dirigentes políticos no tiene que fijarse
sólo en los anuncios que la presidenta hizo el viernes a la noche por
cadena nacional. Importantes, imprescindibles para esta hora, toda ayuda
social y anuncios de infraestructura son bienvenidos en cualquier
puntos del país y, sobre todo, en las zonas afectadas por las
inundaciones que devastaron a la ciudad de La Plata y a varios barrios
de la Capital Federal. Pero no radica allí la verdadera diferencia de
cualidad política entre una y otros, ya que el Estado nacional tiene
mayor presupuesto y recursos que las provincias, es lógico que su
batería de medidas sea más sustancial y generosa. Es por eso que no hay
que ir allí para encontrar las distinciones.