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Rápidamente pasó al olvido el
episodio, casi nadie lo recuerda. Al asumir, Mauricio Macri cometió un “error”:
juró ejercer el gobierno con “honestidad” en lugar de comprometerse, según la
prescripción constitucional, a hacerlo con “patriotismo”. La diferencia tiene
un enorme significado, ni más ni menos que el de poner la moral individual en
el lugar de la política. Es una diferencia con un evidente tufillo de marketing
político, del mismo orden que la que recorrió toda la retórica del proceso de
construcción del primer partido de derecha nacional con capacidad de alcanzar
el poder por vía electoral de la historia argentina de los últimos cien años.
Para no tener dudas de la centralidad que tiene esa inflexión antipolítica en
el discurso conservador, alcanza con prestar atención al hecho de que la
derecha se niega a reconocerse como derecha; en las últimas décadas logró un
extraordinario triunfo cultural que consiste en el auge del pensamiento posmoderno
que coloca la histórica contradicción entre derecha e izquierda en el lugar de
residuo de un lenguaje del pasado. Logró, incluso, que un importante sector de
la tradición política e intelectual de izquierda aceptara el diagnóstico del
fin de las ideologías y se reconociera “más allá” de esa contradicción.