La guerra psicológica está montada en Venezuela. Los
golpistas de antaño, clero, medios privados y empresarios voraces, a la
sombra del imperio estadounidense, resurgen con nuevas tácticas de
desestabilización a cinco meses de las elecciones presidenciales.
Saber
dónde se encuentra, con quién está, qué habla y, finalmente, qué hace
toda persona con poder de decisión, con la sola condición de que porte o
esté cerca de un celular encendido, sirve a las más repudiables
operaciones ocultas, que han demostrado su efectividad en torcer
decisiones empresariales, ejecutivas, legislativas o judiciales. Resulta
suficiente que la víctima sepa que un organismo de poder desconocido e
ilegal la escucha, graba y registra sus movimientos. Este saber por sí
solo atemoriza, altera e inhibe la libertad de decisión y de conciencia.
La democracia se degrada.