La democracia es una forma de vida que habla en plural. Ser
demócrata exige carácter, ser consciente de los actos emprendidos y
asumir responsabilidades. Supone autocontrol. Un ciudadano no puede, por
ejemplo, actuar de mutuo propio y bajo el concepto de propiedad privada
contaminar las aguas, cambiar el curso de los ríos, talar bosques o en
nombre del progreso expropiar las tierras comunitarias de los pueblos
originarios. Tampoco disponer, bajo el ideario de la libertad
individual, de bienes colectivos, privatizando los servicios públicos en
pro de su beneficio particular y en detrimento de sus iguales.
En el desarrollo de un ser humano es
esperable, normal, cotidiano y previsible que se produzca esa evolución.
Ahora bien, cuando esa lógica prepúber se reproduce en la forma de
hacer política de buena parte de la oposición, la que está en problemas
es, sin duda, la sociedad. Porque para los opositores nada de lo que
hace el gobierno nacional es bueno y todo lo que promueve es sospechoso
de ser perjudicial. Así viven, así se ofrecen hace casi diez años.