Hace mucho tiempo, por los años '60, Ernesto “Che” Guevara expresó, en una carta a sus hijos:“Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”. ¿Qué pasó que, después de tanto tiempo de haber sido dicho este manifiesto esencial de lo humano, todo se reduce ahora a la especulación de la sobrevivencia miserable e individualista y el “sálvese quien pueda”? ¿Cómo lograron convertir aquellos paradigmas donde predominaba la justicia social como base, en un amontonamiento de individuos enajenados y procaces, incapaces de sentir otra cosa que odios y rencores hacia los demás?