Por Roberto Marra
Privatizar parece ser el máximo placer de los dioses del ocaso nacional. Cada acto dirigido en esa dirección, impone un descenso hacia ese enorme agujero de la injusticia social que fabrican a medida de lo que requieren las corporaciones que de verdad mandan. Todo es entregable a los dueños del Poder Real, todo es vendible a precios de risa, todo es posible de enajenar para un fantasioso futuro, tan lejano en sus intereses como en sus ganas. Los máximos factores para generar el desarrollo, tierra, agua, energía y comunicaciones, son entregados con deleite, con pasión homicida de lo nacional, con desprecio absoluto de la historia, con disfrute obsceno de sus ambiciones infinitas.