Por Alejandro Horowicz*
"La historia se ha visto disuelta durante bastantes
siglos en la superstición, disolvamos la superstición en la historia."
Karl Marx
El 14 de marzo de 1883, hace 130 años, muere el autor de El
Capital, texto donde pensó como nadie la naturaleza histórica de la
sociedad contemporánea. La socialdemocracia alemana, que lo tenía como
referente, le rinde homenaje como parte de una tradición internacional.
Federico Engels, su albacea intelectual y amigo íntimo, pronuncia un
sentido y brillante discurso fúnebre. Al otro miembro del selecto
partido de dos, como jocosamente denominaron su inquebrantable alianza,
la amistad no le nublaba el entendimiento. Comprendía, entonces, que uno
de los cerebros más potentes y sugestivos del siglo XIX había dejado de
funcionar. Aun así el entierro conserva un cierto aire doméstico, y los
gastos –como buena parte de las cosas en vida de Carlos Marx– corren
por cuenta de Engels. Un modesto cementerio, por aquel entonces en las
afueras de Londres, Highgate, en un emplazamiento discreto, guardó sus
restos. Y todos los años fieles del mundo entero peregrinaban hasta su
tumba. Era una tradición socialista espontánea que no contaba con el
boato del poder.