Por
Roberto Marra
El
tiempo es vengativo. De alguna manera se las arregla para
pellizcarnos donde duele, para recordarnos que los errores, tarde o
temprano, se pagan. Y sin embargo, ahí vamos, como la mariposa hacia
la luz, encandilados con los colores falsificados de una historia
contada al revés o, todavía peor, ni siquiera contada. Derechito a
la mortaja de la consciencia, sin paradas intermedias para
reflexionar, abandonando el conocimiento acumulado por los años,
desatendiendo las advertencias de quienes no se hayan atado al barco
de la estupidez, apretando el acelerador de la brutalidad, gozosos de
estrellarnos otra vez contra el paredón del fusilamiento de las
esperanzas.