Por Gustavo Daniel Barrios*
Es sabido de la
cantidad de hermanos de Entre Ríos que echaron raíces en la ribera Oeste del
Paraná, desde Santa Fe ciudad hasta el sur provincial. Esto en el siglo 20. Los colonos de Hirsch a ambos lados, mucho habrán contribuido en estimular el
intercambio o pasaje, en tiempos en que sólo con botes se conectaban ambas
provincias. Estas colonias de igual origen paisano
debieron atraerse y reverdecer el intercambio, luego extendido claro, hasta el
grueso de la gentilidad.
El país es una
relojería, admirable por ende, en el cual los ínfimos elementos, ocultados
dentro del cofre de la maquinaria, deberían conocerse para perfeccionar el
ensamblado. Oír las voces de los componentes para mejorar el ensamble.
Siendo útil mantener el
empleo de imágenes para tocar un tema, imaginemos que estamos muchos en un
paraje frecuentado por el turismo veraniego o post, pero con más precisión un
pequeño e intimista lugar, y nos podríamos reconocer como amigos con un nutrido
grupo de personas de muchas regiones del país, desde el norte, hasta el sur, y
en esos gratísimos días y noches dedicados al ecumenismo, si hay espacio para
hondos ensayos de integración, pocos ruidos, y el provecho de un enclave
crecido en medio de hierofanías, lo
que es decir, del poder natural, se podría esculpir allí una nueva categoría de
hermanos en lengua, cultura y proyecto ecuménico, rehaciendo el marco
conceptual. En ese trance se concluiría de la irrevocable pretensión de
unificar el plexo identitario en un lienzo grande, o escultura grande. Sería
una credencial que refleje un justo medio de la nacionalidad que acepta e
integra la sabiduría de todas sus partes.
Fortuna tuvimos en que
hayan dejado de existir los diferendos de riesgo, que se tenían con una clase
hoy ya desprovista de capacidad de daño, aunque hay diferendos y está esa
clase. Es la misma que había propuesto o deslizado, en los albores del presente
siglo, que se estudie el hecho de declarar inviables a ciertas provincias, y
como tales pasibles de ser abandonadas a su suerte por el Estado. Con eso se
hubiese dejado libre tránsito a la apropiación de tales provincias por parte de
consorcios privados amparados por potencias extranjeras. Es doloroso reconocer
que esos argentinos querían hacer eso. La idea era primero dejarlos librados a
la muerte, a aquellos que “jodían” por hambre, porque tenían hambre.
En el presente nos
proyectamos a buenos desafíos, y son muchos saberes y gente los que, al ser
invitados a la discusión de pensar el país, estarían autorizados a exponer, más
de una vez incluso, en un hipotético solar de la citada gente libre, sus
visiones inéditas. Sería este un Consejo que por cierto carece de antecedentes,
al menos visibles. Debe uno figurarse que tal ceremonia admitiría a quienes un
autor llamó portadores de la lepra
simbólica, en referencia a lo que significaban estos para los “Factótum en
ronda de concilio y poder hegemónico de un país”: “el orden de los herejes, cuando la herejía es santa.” Sólo así. De modo que la lepra simbólica les anunciaba su propia extinción institucional.
Este converger, más
allá de ese paraje de fortuito encuentro, converger en un umbral de época,
pudiera de seguro pergeñar las bases de un Código
de Charcas mejorado a la luz del tercer milenio. Este producto legal imaginado,
haría imposible a aquellos que jamás poseyeron dominio en los canales del
hombre y la mujer de filial relación con la tierra, haría imposible a aquellos
atentar contra el país, como lo han venido haciendo en procura de la derrota
estructural por ejemplo de Sudamérica.
Todo este asunto
comenzó orillando el tema de la mixtura. El carácter mixto de los nodos
sociales, mixto culturalmente, se proyecta hacia el ideal de grandeza. El
Brasil fue construido, a sí mismo como todo país, con la indomeñable convicción
de que la mixtura conformaba el oro, majestuoso sin dudas, de la identidad
brasileña. En aquel país, incluso todo lo que sugiera, la compartimentación, es
atacado de raíz por la cultura brasileña declamando: “...¡esto es lo
malo!...,¡esto es contrario al Brasil!...”Se reacciona en el acto, en un
despliegue vegetativo cuando lo que es contrario a su esencia se manifiesta. Y
esto va más allá de que catolicismo y candomblé siempre serán lo mismo en el
país. Nadie que se precie de ser un buen brasileño se descarriará diciendo que
no conoce los patrones folcklóricos centrales del país. Yo creo que todo buen
brasileño sabe desde garotiño que ellos son aquello que trae Belem de Pará, son aquello que lleva el Madeira, son aquello que trae Minas Gerais, o lo carioca, lo paulista,
lo gaúcho. Es para ellos irreverente y necio, que viva alguien su brasilerismo,
y presuma ese que en su localismo se encierra toda su nación. Les dirán a tales
fulanos que están locos, o son enfermos, o elementos descarriados. El ser
blanco sin disfrutar de los prietos, el ser prieto sin disfrutar de los
blancos; todo eso es desconocido entre los brasileños genuinos, absolutos.
Ninguna de las ínfimas partes de toda esa relojería nacional, dentro del cofre
de la máquina del reloj, falta en ellos, en su latir.
Ahora después están los
miserables, los asesinos, los xenófobos, etc. Pero todo eso es una cosa más
mundial. La peor clase de pandemia.
Parte de un acuerdo
como el planteado mucho antes, es reconocer que ya no queda espacio para
declinar ante los factores que debilitaron la corporeidad comunal desde lejanos
tiempos. Este acuerdo diría: “Somos uno, en tanto la experiencia colectiva se
nutrió de tanto heterogéneo hacedor, que ahora formalmente los afiliamos al
documento en ciernes. Somos uno en tanto a todos nos es inequívoco ya,
reconocer qué factores pesaron más en nuestra historia como mal de arrastre, y
por ende decidimos corrernos de ahí.” Nos elevamos al rango de inmunidades
mínimas. Nos elevamos a la decisión de afrontar un destino grande que requiere
responsabilidades nuevas, y más intensas. Y todo lo intenso es grato.
Surge solo el tema de La Patagonia, tal vez a
tenor de la necesidad de desagraviar a la nación del latrocinio que benefició
al Martínez de Hoz fundador con un millón de hectáreas mínimo. Pero más que
nada pensando en el latrocinio a mapuches
y tehuelches y otros. Y surge el
anhelo, al principio sigiloso como una llamita pequeña, de madurar un plan para
la construcción de colonias internas nacionales, propias, unas 20 digamos, por
fuerza poblada desde el centro del país, y que se abrirían en abanico para
condensarse muchísimo más adelante en su buena expansión demográfica. ¿Por qué
debiera funcionar en la
Patagonia un desarrollo demográfico sustentable, y de gran
alcance? Es tan difícil responder a eso, poder explicarlo descifrando las
causas que influyeron en una densidad poblacional aun escasa para el territorio
séptimo global que Argentina posee, que es mejor darle el paso a las voces muy
autorizadas en la temática. Esa explicación debe atravesar zonas oscuras, y
datos complejos. Tal vez en la planificación de centros poblacionales nuevos,
cabeceras, si se ordenan balanceadamente contemplando la proximidad a los
cursos de agua vastísimos, y la concreción profusa de conectividad en caminos
entre todas las células desde el mismo inicio, y se radica una abundante comunidad de
artesanados y Pymes bla bla bla... Son obviedades que únicamente pueden
enunciar calificadamente el equipo de expertos. Hay zonas oscuras y trabajo por
hacer hasta dar con las claves de un plan ciento por ciento eficaz. Hoy puede
decirse que la frustración de los desarrollos inarmónicos desde La Pampa hasta el norte está en
conexión al sistema doctrinario predominante en casi dos siglos. En términos
generales. Prepotencia, rapiña, asociaciones ilícitas, abandono de los
extramuros. Pero si el sistema doctrinario mutó, se podría colegir por tanto,
que el desarrollo sustentable de la Patagonia estaría a cubierto e imposibilitado de
fracasar. Si todas las bases y consignas, se vuelven tozudas y temerariamente
propositivas, todo el plan se transformará en un acontecimiento de fabuloso
despliegue.
En conclusión, queda
por fuerza excluido de este consenso doctrinal todo lo que sea falsedad ideológica.
La triquiñuela del acaparador, y naturalmente todo intento de ubicarse como
abogado del diablo a sueldo, de los que se jactaban de inteligentes por
proyectar abandonar a Formosa, Chaco, Santiago.... Se excluye hasta la más
nimia y pueril posibilidad de pactar con estos clubes, simplemente porque es
delito, y además porque esos grupos ocultan la enferma depravación de
convertirte en jamón.
La idea es elaborar un
plan para un devenir antitético en la Patagonia y la Argentina toda, a lo que
proponen desde los pactos Tory-Social Demócratas, para convertir a los griegos
en jamón.
Hoy en Sudamérica es
prevalecer en esta doctrina de paz. Lo otro, evidentemente es abismo.
El momento este intenta
fortalecer al máximo el paradigma heterodoxo a seguir perfeccionando, como
acuerdos evolutivos, aunque parezca increíble, ya en su acontecer.
*Escritor
Miembro del CEP
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