Por
Roberto Marra
Movilizarse
para expresar necesidades, pretensiones, objetivos, descontentos,
respaldos, o tantos otros motivos relacionados con la dignidad
humana, con los derechos conculcados, con las aberraciones de los
poderes institucionales o fácticos, es una forma legítima que
tienen los pueblos para pretender ser escuchados. Después vendrá la
etapa donde se verá si lo fueron y si eso se transforma en las
respuestas esperadas. Pero una cosa será segura: la reunión masiva
por metas comunes, hará sensibilizar a los concurrentes y a quienes
lo observen desde fuera, les permitirá descubrir que sí existe un
modo real de poner en marcha los deseos y necesidades populares, de
construir la fuerza imprescindible que requiere empujar la realidad
hacia el destino soñado, hacia el horizonte negado, hacia la utopía
que promueve la pasión callejera por la conquista de un poder que se
atreva a desafiar al que siempre nos adversa.