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La disponibilidad de divisas en países periféricos productores de
materias primas pero con ambiciones de industrialización es un aspecto
relevante del desarrollo. Su escasez se la conoce como restricción
externa. Irrumpe por efectos del crecimiento económico que demanda
importaciones incrementales a un ritmo mayor que el aumento de las
exportaciones; no por una crisis financiera o por una recesión. O sea,
relajarla es un desafío del crecimiento y el elemento distintivo del
actual período político respecto de experiencias pasadas es que lo
intenta rechazando el desenlace tradicional de la brusca devaluación que
significa elevados costos sociolaborales.
En los dos últimos años el sendero elegido fue con un nuevo régimen
de control de acceso a la moneda extranjera, la administración del
comercio exterior y la sustitución de importaciones con exceso de
voluntarismo político. Debido a la intensidad de la fuga de capitales de
julio de 2007 hasta octubre de 2011 (unos 80 mil millones de dólares),
los costos de la existencia de la brecha cambiaria entre el tipo de
cambio oficial y la cotización marginal (déficit de la cuenta turismo y
de la inversión extranjera directa), la especulación sobre el tipo de
cambio de productores y exportadores del complejo agrario reteniendo
dólares, y la continuidad de la política de desendeudamiento (el 75 por
ciento de la caída de reservas en lo que va del año por unos 10 mil
millones de dólares fue por pago de deuda) ha derivado en la necesidad
de acondicionar la estrategia para alejar la restricción externa.
Para ello se requería primero ordenar un equipo económico cuyos
miembros coincidían en el diagnóstico pero tenían visiones diferentes
sobre cómo instrumentar la nueva etapa. Esta ha sido la primera y
principal medida económica.
En una columna de opinión del domingo 3 de noviembre (“Demoler
edificios”) se escribió que para eludir las recetas convencionales se
requería primero estar convencido de querer desafiarlas, luego
cohesionar un equipo económico que tenía a sus cinco integrantes
dedicados a dejar trascender diariamente sus posiciones divergentes,
después precisar el diagnóstico eludiendo lugares comunes que tan bien
se reflejan en la mayoría de los medios de comunicación, para finalmente
tener la convicción de intervenir de otro modo al tradicional. Esto
implica que frente a la irrupción de la restricción externa lo principal
es descartar la opción de demoler edificios. O sea, una fuerte
devaluación o un desdoblamiento cambiario destinado exclusivamente al
rubro turismo. Tipos de cambio múltiples es un instrumento de política
económica pensado para impulsar la inversión e industrialización, por lo
que reducirlo a la búsqueda de un incierto impacto en la cuenta turismo
es dilapidarlo, además de generar un elevado costo vinculado a la
generación de expectativas por el frente cambiario.
Con un nuevo equipo económico el Gobierno decidió cohesionar la
gestión detrás de Axel Kicillof, ratificando de ese modo que la
conducción política define el rumbo económico. El paso siguiente fue
coordinar la acción, que se había perdido en los últimos dos años. Un
rasgo distintivo del kirchnerismo fue que subordinó el manejo de la
economía a los objetivos determinados por la política. Estos han sido
explicitados en más de una ocasión en los discursos de CFK: promover un
sostenido crecimiento del PBI, generar empleo, avanzar en la
industrialización, distribución del ingreso e inclusión social, con una
presencia activa del Estado. En un contexto complicado de la economía
mundial y la irrupción de la restricción externa, esas metas incluyen
hoy dinamizar las exportaciones y profundizar la sustitución de
importaciones. Esta forma de ejercer el poder y de manejar la gestión
económica genera resistencia en sectores del poder económico que cuentan
con un elenco de economistas siempre dispuestos a brindar servicios a
esos intereses.
Otra de las características del kirchnerismo en la cuestión
económica es que va lanzando iniciativas y definiendo medidas frente a
urgencias. Hoy es la restricción externa. Pero la encara con el desafío
adicional de no resignar los mencionados objetivos económicos. Esta
forma de ejercer el poder político y la gestión económica ha derivado en
estrategias adaptativas para alcanzarlos según las condiciones internas
y externas prevalecientes en cada momento. Por ese motivo los análisis
dramáticos sobre el stock de reservas sólo tienen la intención de
trabajar diariamente en la construcción de la economía del miedo y, por
lo tanto, en generar expectativas negativas. Ahora los informativos de
cada media hora de las radios y canales de noticias de la televisión por
cable tienen como menú fijo, además del estado de tránsito,
perspectivas del clima y la cotización del dólar blue, el monto de las
reservas.
El actual equipo económico, como los funcionarios que fueron
reemplazados, y la conducción política están convencidos que mantener
los brazos cruzados no es una opción. En esa línea, el desendeudamiento
con reservas del Banco Central ha sido un esfuerzo considerable para
ampliar los márgenes de autonomía de la política económica y un camino
para saldar parte de la herencia perturbadora de décadas de casino
financiero, además de fortalecer la solvencia de la economía. La deuda
disminuyó del 166 por ciento del PBI en 2002 al 44,9 por ciento en el
primer semestre de este año. La deuda en dólares con privados se ubica
en el 9,0 por ciento. Este muy bajo porcentaje de la deuda en relación
al Producto en comparación internacional ofrece márgenes amplios para la
administración de la deuda sin afectar grados de libertad de la
política económica.
Los dólares en el Banco Central han descendido pero 30 mil millones
de dólares sigue siendo una suma apreciable. La restricción externa sin
embargo está poniendo límites al desendeudamiento con reservas.
El nuevo equipo económico lo sabe aunque rechaza la posibilidad de
quedar atrapado en la lógica de sumisión al mercado financiero
internacional, definida por los acreedores al momento de prestar
dólares. Afirma que tomar ese tipo de deuda es el principio de los
problemas, no de la solución porque considera que los indicadores
financieros muestran una situación de solvencia y que la actual tensión
está relacionada con un problema de liquidez por el menor ingreso de
dólares. Por un lado, retención de divisas de productores y el complejo
agro exportador (de 3500 a 4500 millones de dólares) especulando con una
devaluación y, por otro, importadores adelantando compras por el mismo
motivo. Kicillof apuntará a disminuir las expectativas de devaluación y a
reducir la brecha cambiaria para aumentar la oferta de dólares.
Si bien resiste la idea de la colocación de deuda en el mercado,
esto no significa que no evalúe recurrir a otro tipo de financiamiento
externo para aliviar la carga sobre las reservas. Créditos para
inversiones privadas (centrales hidroeléctricas) y públicas (explotación
de recursos no convencionales con YPF). También líneas de créditos con
bancas centrales (China) y la emisión de deuda para pagar vencimientos
de capital e intereses de bonos en organismos del sector público (Fondo
de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, PAMI y Banco Nación), que
concentran el 59 por ciento de la deuda pública total, sin descartar
hacer lo mismo con el sistema financiero local. Con el desahogado perfil
de deuda, los pagos al vencimiento no deberían ser un factor de
perturbación y deberían dejar de ser una carga sobre las reservas.
Kicillof no piensa que endeudarse sea malo en sí mismo, sino que
considera que tiene que estar en función del desarrollo. Y lo está si
sirve por diferentes vías para aliviar la restricción externa (escasez
de divisas) mientras maduran las inversiones energéticas para recuperar
el autoabastecimiento y las orientadas a sustituir importaciones y
aumentar las exportaciones.
*Publicado en Página12
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