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El
siglo XX dejó demostrado que el Derecho, pero también disciplinas
científicas como la Física, la Química o la Biología, por puras que se
pretendan (y se presenten), no son nunca apolíticas. Que la apoliticidad
de la ciencia (del saber que se genera en la universidad) es un
eufemismo; y una trampa, en la que nunca más debe caerse. Y en la que no
debe caer el Derecho. Porque esta trampa tiene y tuvo precios muy
caros.
La memoria trabaja con aquello que no ha sido. Ese impedimento, eso
que no ha llegado a ser, también tiene derechos. Voces. Sentidos. Un
nombre. Sin comprender esa ausencia en el presente no se puede hablar de
historia; las formas en que esa ausencia está, se realiza; tampoco
podemos elaborar una definición adecuada de la violencia. La pregunta
por la ausencia es la pregunta por una violencia que no pudo ser
nombrada (porque los únicos testigos finales del horror, los que
debieran hablar en primera persona, como dice Semprún, están muertos).
La ley de medios parte de algo que fue ausente. De lo que no fue dicho.
De lo que no se puede decir. Intenta decir algo más.
No hay disciplina que no sea parte de la Historia. Todos los
lenguajes emergen del pasado. Por eso ponemos en tela de juicio la
neutralidad/independencia del saber, la neutralidad/independencia de la
justicia. También el Derecho hunde sus raíces en ese pasado que a menudo
se niega y que no quiere ser nombrado. Nada escapa de allí. Ningún
lenguaje "cae del cielo". El Derecho nunca es neutral. Todo proceso,
toda palabra de memoria y justicia, a su vez, requiere de una
articulación con otros. Hay tres palabras que se deben entrelazar:
memoria, acción, y otredad.
Hayden White destaca el carácter creativo de la representación en
la historia, la evidencia de que los hechos no hablan solos (siempre
hay una voz disimulada que se presenta como "neutral" detrás de ellos),
sino que es el historiador quien los hace hablar. Esa es la voz que se
escucha. Esta es la politización en la historia. La politización del
lenguaje. Por eso es importante la palabra/poesía. El sentido es
aportado por el historiador/juez. No por los hechos. Por eso la frontera
entre el presente y el pasado es difusa (un punto más para cuestionar
la neutralidad del saber que no quiere ser político). Eso está más claro
en la memoria, que se presenta como parte de la vida política, social,
cultural, que en la Historia, que se reivindica como disciplina
objetiva, no "contaminada" con los intereses inevitables del presente
del que la historia se dice separada por enormes barreras. Pero la
justicia también razona así. La memoria combate la hipocresía de la
historia. Los huecos vacíos (die Lücken) de esa Historia. La memoria
dice lo que no dijo la Historia. Combate la hipocresía de la palabra no
dicha. La misión de la memoria es recuperar la dignidad/identidad en la
palabra. La memoria nos enseña otro modo de decir la Verdad. La verdad
que saldrá de la ESMA está inevitablemente unida a la memoria.
Los desaparecidos no tuvieron, en siete años de dictadura, un
titular. El deber de informar de la prensa argentina no los alcanzó. Su
desaparición, su tortura, su secuestro, el robo de los hijos, no eran
noticia. Estaban ocultos. El Río de la Plata, el skivan 07, el pentotal
sódico, los estudiantes universitarios "que andaban en algo raro" y
después desaparecerían, no fueron alcanzados por el deber de informar.
Su libertad no contó.
El Derecho necesita de la Memoria. Hay una renovación del lenguaje
(de las categorías que utiliza el Derecho) a partir de la Memoria. Esto
es lo que se está abriendo en la ESMA. Hay un antes y un después de la
ESMA (la crisis del Derecho es una crisis del lenguaje que se habló
allí, de las frases que usó el derecho en ese lugar mientras robaba
hijos para presentarse como algo "válido"). La memoria ataca el problema
central del Derecho: su validez. Esto es lo que está en juego en los
juicios de la ESMA: la validez del Derecho. Borrar no es sólo matar. Es
impedir que se diga. Que haya un "yo" que se pueda decir. El Derecho
debe dejar al desnudo el pasado que no se contó. Robo de hijos. El
Derecho está aprendiendo a combatir la hegemonía denegatoria que se
expende con su palabra en cada rincón de la cultura. Por eso necesitamos
los Juicios. Para aprender a ver lo que no se podía ver. Para aprender a
decir lo que no se podía decir. Hay una palabra que falta. Hay que
ponerle nombre y apellido a la mentira. A la complicidad. Al silencio.
La pregunta que queda es qué historia nos están enseñando. Y qué
hacemos nosotros jóvenes ante esa historia. Y cómo pueden decirnos que
con los juicios de Derechos Humanos, juzgando los vuelos de la muerte,
el gobierno está "tergiversando" la realidad. Los juicios de la ESMA son
inseparables de la Ley de Medios, porque los une un mismo camino: dar
la palabra. Escuchar lo que no fue dicho. La memoria es ese espacio
donde la palabra se hace libre. Llega a ser un derecho. La Ley de Medios
hace de la palabra un derecho. Así como la memoria inauguró en el país
el derecho a la identidad, la Ley de Medios inaugura el derecho a la
palabra. Esta ley trae, pues, un nuevo Derecho. La Ley de Medios
democratiza. Más voces. Más democracia. Ya nadie dice "yo soy
independiente", "yo tengo la verdad"; sí más dirán "yo tengo palabra".
Eso es el cambio profundo. Es un cambio de modelo sobre la verdad. Un
cambio que involucra al saber, a la Historia. Juzgar el pasado es
aprender a hablar. Hay una tautología en la neutralidad. Allí es donde
avanza el Derecho. Este es el centro de nuestra crítica a la historia y
sus historiadores. Ser "neutral" es usar un lenguaje purificado para
mirar desde afuera, para no ver lo que no debe ser visto. Lo que la
historia decidió que debe quedar callado. Oculto. Callar lo que se debe
callar es ser "neutral". El Derecho rompe entonces con la Historia
neutral. Entonces tenemos el deber de no ser "neutrales". De construir
un lenguaje nuevo, diferente, "político", crítico, comprometido con lo
que nunca se vio. Con lo que nunca se dijo. Con lo que nunca vio la
justicia. Hay que avanzar al último ámbito donde no solemos avanzar,
donde solemos callar los abogados: la palabra. El lenguaje. Todos los
límites y todos los debates están condensados allí.
La época de la neutralización de la política es la época del
pensamiento único asentado en la globalización neoliberal. Lo neutro de
todo saber, de toda información, de toda palabra, de toda circulación de
cuerpo-lengua es, por homogeneizante, sospechosa de inclinación hacia
los Amos del poder y las corporaciones que saben fingir que ellas son
apolíticas y neutras. Independientes de nada. Es decir, fascistas por
hipocresía, negadoras de que posicionan su punto de vista hegemónico
informativo como "neutral" (negación de lo otro, negación, por ende, de
toda forma de la memoria, que es hablar en la otredad, que no puede
escucharse). La demanda contra ese fascismo no es pluralismo ingenuo (lo
inverso de pensamiento único); es militancia organizada y no
disciplinada (el desesperado hermetismo de Celan por decir algo).
Formación cultural ciudadana para generar-multiplicar luchas populares
de lenguaje y re-politización. Aprender la palabra. Necesitamos una
justicia que se comprometa con la verdad de verdad. Que deje de fingir
una "independencia"/neutralidad del saber que es apenas una forma del
abandono. Del dejar morir de Foucault. La justicia está para ser justa.
Para luchar por el derecho de los que no tienen derecho. No para ser
neutral. La diferencia entre la justicia y el derecho, dice Derrida, es
que el Derecho calcula, es mezquino, es pobre. La justicia no. Tiene una
misión más alta. La misión de la justicia es romper las paredes de la
Historia. Aprender a ver lo que hay detrás, lo que durante mucho tiempo
fue, y los que durante mucho tiempo fueron puestos detrás de la pared.
Detrás del Derecho.
*Publicado en Tiempo Argentino
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