Un cambio Copernicano
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En su primer discurso de toma de posesión, el 2 de
febrero de 1999, año llamado precisamente y simbólicamente “Año de la
Refundación de la República”, el presidente Hugo Chávez, ya avisó a
aquellos que teniendo oídos no querían oír. Decía el nuevo Presidente :
“Este día, no es un día más; esta transmisión de mando presidencial no
es una transmisión de mando presidencial más. No, es la primera
transmisión de mando de una época nueva, es el abrir la puerta hacia una
nueva existencia nacional”. “En Venezuela –añadía Chávez– se respiran
vientos de resurrección”. Y proponía retomar el viejo sueño bolivariano
de realizar un proyecto de desarrollo integral para Venezuela empezando
por lo que él llamó la transición transformadora que, en realidad, ya
definía como una verdadera revolución. Y Chávez –es muy importante-
puntualizó que él tenía “la certeza de que nosotros le vamos a dar cauce
pacífico y cauce democrático a esa revolución”.
Ese día, ese primer día de la era neobolivariana, de lo que hay que
llamar la “Era Chávez”, el nuevo Presidente explicó muy claramente que,
aunque él deseaba ardientemente la unión, no estaba dispuesto a pagar
cualquier precio por una falsa unión. Y declaró : “¿Unirnos a los que
quieren conservar esto tal cual está ? ¿Buscar consenso con los que se
oponen a los cambios necesarios ? Yo digo hoy, como Bolívar : ¡Es una
traición! Y si alguien debe tener claro eso, es éste que está aquí
hablándoles a ustedes, porque yo estoy aquí no por mí, yo estoy aquí por
un compromiso; yo no soy causa, soy consecuencia”.
Y por si algunos no lo hubiesen entendido volvió a repetir : “Yo
prefiero la muerte antes que la traición; así lo declaro ante el mundo y
lo declaro ante Venezuela: no hay marcha atrás en la revolución
política que tenemos que impulsar y que claman las calles del pueblo de
toda esta tierra de Bolívar. »
Desde el primer día pues, el presidente Chávez lo repitió y lo
machacó para que nadie se llamase a engaño: “No hay marcha atrás en la
revolución política” que estaba empezando. Insistió una vez más: “Este
proceso lleva su ritmo, y su marcha. No podemos frenarlo, mucho menos
desviarlo de cauce para que dé vuelta sobre sí mismo y se hunda de
nuevo. No lo vamos a permitir. Hasta donde yo pueda, no lo voy a
permitir”.
Y sobre América Latina, ya anunciaba, con su visión estratégica de
largo alcance: “Yo seré un pregonero y un acelerador, hasta donde pueda,
de los procesos de integración. Es momento de retomar el sueño de unión
entre nosotros. De plantearnos una moneda para la América Latina y el
Caribe para la próxima década; busquemos y luchemos por ella. De
plantearnos una Confederación de naciones de esta parte del mundo. De
plantearnos una unidad que vaya mucho más allá del intercambio
comercial. La unidad va mucho más allá, es mucho más completa, mucho más
profunda, es la unidad de lo que estuvo unido una vez”.
No hay peor sordo que el que no quiere oír. Y muchos, a pesar de la
meridiana claridad del proyecto expuesto hace exactamente 14 años por
Chávez, a pesar de su claridad evangélica o no oyeron lo que dijo o no
prestaron atención o pensaron que eran palabras huecas, de pura
retórica.
El presidente Chávez ha contado muchas veces, con su genio coloquial y
su arte de la narración, cómo en los primeros meses de su mandato se le
acercaron obsequiosamente los grandes empresarios, las grandes
fortunas, los que se pensaban “dueños naturales” de este país, para
proponerle toda suerte de regalos y tentaciones –carros, apartamentos,
negocios– como habían hecho con tantos presidentes anteriores. Creyendo
que Chávez sería uno más de esos que tienen doble discurso y doble
moral. ¡Qué error! ¡Qué craso y gigantesco error cometieron esos
miserables que piensan que todo se compra y se vende en este mundo,
hasta las conciencias! ¡Pero se rompieron los dientes contra una
voluntad incorruptible!
Con un látigo moral, Chávez los expulsó de Miraflores, ¡como Cristo
expulsó a los mercaderes del Templo! “Incorruptible”, así le llamaban a
Robespierre durante la Revolución Francesa. Y eso descubrieron los
oligarcas inmorales de este país: “Chávez, el Incorruptible”.
Y a partir de ahí, cuenta Chávez, esos oligarcas empezaron a
conspirar. “No lo podemos comprar, entonces lo vamos a derrocar”. Eso
fue, a partir de ese momento, el plan de la oligarquía, de la burguesía.
Ahí empezaron, con el apoyo del imperialismo, las conspiraciones, los
ataques, las campañas mediáticas de demonización, la preparación de los
golpes de Estado, los sabotajes…
Pocos hombres han producido un cambio copernicano tan radical en la
historia de su país –y respetando escrupulosamente la democracia– como
Hugo Chávez. “Copernicano” viene de Copernico, ese sabio polaco que fue
el primero en demostrar que, contrariamente a lo que afirmaba la
Iglesia, y contrariamente a la impresión que tenemos, el Sol no da
vueltas alrededor de la Tierra, sino todo lo contrario : es la Tierra la
que da vueltas alrededor del Sol. Chávez, como Copernico, demostró que
este país estaba “patas arriba”–como dice nuestro amigo Eduardo Galeano–
y decidió ponerlo sobre sus pies firmes que son los pies del pueblo.
El éxito fundamental del presidente Chávez es la refundación de la
nación venezolana –“¡Tenemos Patria!”– gracias a un verdadero modelo
democrático y político al servicio de los intereses de las mayorías
populares. Porque la Revolución Bolivariana está reorganizando la
sociedad en sus estructuras fundamentales.
Desde Fidel Castro no había surgido en América Latina un líder tan
arrollador, tan transformador, tan movilizador, tan seductor, tan
creador, tan revolucionario como Hugo Chávez. Estos 14 años, no sólo han
transformado copérnicanamente a Venezuela, sino a toda América Latina,
lo cual ha influenciado y cambiado el curso de la política internacional
en el mundo. ¡Estos son los 14 años que cambiaron el mundo !
Estos 14 años se pueden calificar ya de “Edad de Oro” de América
Latina. Nunca América Latina conoció, en sus dos siglos de historia, un
período tan importante de democracia, de justicia social y de
desarrollo. Nunca tantos gobiernos progresistas gobernaron al mismo
tiempo en tantos países latinoamericanos. Eso es absolutamente inédito.
Durante decenios, la simple perspectiva que un gobierno progresista,
democráticamente elegido, llevase a cabo cambios estructurales para
reducir las desigualdades y las injusticias, bastaba para que fuese
derrocado. Los ejemplos abundan : Guatemala 1954, Brasil 1964, República
Dominicana 1965, Chile 1973, Perú 1975, etc.
Por eso, en muchas naciones latinoamericanas, la única vía que le
quedó a los defensores de la justicia social, fue la vía de las armas y
de las guerrillas.
Hugo Chávez, que con otros compañeros, participó en la gloriosa
rebelión de la dignidad del 4 de febrero de 1992, fue el primer gran
líder progresista –desde Salvador Allende– quien apostó por la vía
democrática y alcanzó el poder. Esto es algo fundamental. No se entiende
quién es Chávez, si no se entiende el carácter profundamente
democrático de su opción progresista. Su voluntad de someter
regularmente, periódicamente, al veredicto del pueblo cada uno de los
avances de la Revolución Bolivariana. La apuesta de Chávez es el
“socialismo democrático”. Esa voluntad suya y esa confianza en la
inteligencia colectiva de los ciudadanos le conducen a asociar al pueblo
a todas las decisiones de la Revolución Bolivariana.
En eso y en su concepción de la “unión cívico-militar”, la unión del
pueblo y de la Fuerza Armada, Chávez, ha dicho Fidel Castro, revoluciona
la Revolución Latinoamericana.
Hoy, en Venezuela, mejoran las estructuras, el nivel de vida, se crea
empleo, se da educación, se cuida la salud, se difunde la cultura, se
erradica el analfabetismo, progresan las ciencias, se avanza hacia la
soberanía alimentaria… Las nacionalizaciones y las intervenciones del
Estado en la economía son utilizadas para mejorar los niveles de vida de
la mayoría de la población. Igual ocurre en América Latina donde los
gobiernos neoprogresistas están trabajando bien. Están consolidando el
Estado de bienestar, en el mismo momento en que este Estado de bienestar
está siendo destruido por los gobiernos neoliberales en Europa. Aquí,
ahora se sabe que la pobreza no es una fatalidad.
En estos últimos 14 años, más de 50 millones de personas han salido
de la pobreza en América Latina. Gracias a estas políticas
redistributivas que Venezuela y la Revolución Bolivariana fueron las
primeras en impulsar.
Jamás se había visto eso. 50 millones de personas salir de la pobreza
e integrarse a las clases medias en tan poco tiempo. Por eso, como
siempre lo ha dicho el presidente Chávez, no hay que temerle a la
democracia. Al contrario, la consulta democrática sólo puede consolidar
unas políticas orientadas a darle al pueblo “la mayor suma de felicidad
posible”. Estos gobiernos latinoamericanos, mientras sigan fieles a los
lineamientos del “socialismo democrático”, tienen por delante muchos
decenios de mantenimiento en el poder, con lo cual garantizan que no hay
marcha atrás, que los tiempos de las oligarquías no volverán. Eso se
terminó para siempre.
Por eso no es ninguna sorpresa que el presidente Chávez tenga tantos
enemigos burgueses, y tan amplio apoyo popular y haya ganado casi todas
las contiendas electorales de los últimos 14 años. Hay que recordar que,
antes de que Chávez fuera elegido por primera vez en diciembre de 1998,
Venezuela había celebrado únicamente 15 elecciones nacionales durante
los 50 años anteriores. Es decir : ¡menos que las que se han hecho en
estos 14 años ! Un dato poco conocido y que los opositores al presidente
Chávez deberían meditar.
El modelo bolivariano en el que el Estado tiene un papel importante
en cuanto a la dirección de la economía, en el que se orienta la
economía hacia las necesidades sociales de la mayoría y en el que se
recibe el respaldo democrático de estas políticas, da lecciones de cómo
un democracia social puede refundarse.
Como un huracán, como un ciclón, como un tifón indomable el verbo de
Chávez y el ejemplo de las realizaciones de la Revolución Bolivariana ha
despertado toda América Latina. Y ha surgido aquí la más brillante
generación de líderes excepcionales de la historia. La incapacidad de la
clase política tradicional para canalizar la revuelta de los menos
favorecidos abrió el camino a dirigentes nuevos, de origen sindical,
militante social, militar o hasta guerrillero.
Esa afirmación molesta a veces a algunos movimientos
altermundialistas o anticapitalistas o incluso marxistas, quienes se
aferran a aquello de que “no hay ni Dios ni rey ni tribuno”. Insisten en
la ‘dirección colectiva y creen con devoción en la “espontaneidad
popular”. Sin embargo, el papel central del “líder carismático” salta a
los ojos. Porque cataliza en él las voluntades de millones de ciudadanos
anónimos que participan en los “procesos de cambio”. Cuba no habría
resistido 60 años a la agresión estadounidense sin Fidel Castro. Y, en
Venezuela, está claro que la Revolución Bolivariana no sería lo que es
sin el presidente Hugo Chávez.
Esto lo ha reconocido el propio Fidel Castro, quien declaró: “Hace
mucho tiempo albergo la más profunda convicción de que, cuando la crisis
llega, los líderes surgen. Así surgió Bolívar cuando la ocupación de
España por Napoleón y la imposición de un rey extranjero crearon las
condiciones propicias para la independencia de las colonias españolas en
este hemisferio. Así surgió José Martí, cuando llegó la hora propicia
para el estallido de la Revolución independentista en Cuba. Y así surgió
Chávez, cuando la terrible situación social y humana en Venezuela y
América Latina determinaba que el momento de luchar por la segunda y
verdadera independencia había llegado. »
Nunca, en ningún continente, en ninguna circunstancia, se vio surgir
una generación de líderes tan inauditos, tan populares, tan rompedores
como esta que reúne nada menos que a Lula y Dilma en Brasil, a Evo
Morales en Bolivia, a Rafael Correa en Ecuador, a Néstor Kirshner y
Cristina Fernández en Argentina, a Tabaré Vázquez y Pepe Mujica en
Uruguay… Y tantos otros…
Desde la histórica toma de posesión de Hugo Chávez aquel 2 de febrero
de 1999, Venezuela abrió el camino, y a pesar de las campañas de terror
mediático, más de una decena de presidentes progresistas han sido
elegidos por voto popular con base en programas que anuncian
transformaciones sociales de gran amplitud, redistribución más justa de
la riqueza e inclusión de los sectores sociales hasta entonces
marginados o excluidos. Bajo el liderazgo de Hugo Chávez, Venezuela ha
conocido enormes progresos en cuanto a desarrollo económico, desarrollo
social, justicia social, empoderamiento popular y democracia. Y por eso
ha recibido la admiración y el respeto de los progresistas de todo el
mundo.
Cuando en el resto del mundo –y muy particularmente en Europa–, las
izquierdas, alejadas de las clases populares y comprometidas con el
modelo neoliberal causante de la crisis actual, parecen agotadas y
desprovistas de ideas, en Suramérica, estimuladas por la poderosa
energía de los movimientos sociales, los nuevos “socialismos del siglo
XXI” desbordan de creatividad política y social.
Estamos asistiendo a un renacimiento, a una verdadera refundación de
ese continente y al segundo acto de su emancipación, iniciada hace dos
siglos por Simón Bolívar y los libertadores.
Aunque muchos europeos (hasta de izquierda) lo sigan ignorando –a
causa de la colosal muralla de mentiras que los grandes medios
dominantes han edificado para ocultarlo–, Suramérica se ha convertido en
la región más progresista del planeta. Donde más cambios se están
produciendo a favor de las clases populares y donde más reformas
estructurales están siendo adoptadas para salir de la dependencia y del
subdesarrollo.
Removida en sus cimientos por vientos de esperanza y de justicia,
Suramérica ha dado un rumbo nuevo al gran sueño de integración de los
pueblos, no sólo de los mercados. Además del Mercosur que agrupa a los
260 millones de habitantes de Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay y
Venezuela, una realización muy innovadora para favorecer la integración
es la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA).
Sus miembros han conseguido una estabilidad que les ha permitido
consagrarse a la lucha contra la pobreza, la miseria, la marginalidad,
el analfabetismo, para asegurar a los ciudadanos educación, salud,
vivienda y empleo digno. Han obtenido asimismo, gracias al proyecto
Petrosur, una mayor cohesión energética y también un aumento
significativo de su producción agrícola para avanzar hacia la soberanía
alimentaria. Gracias a la creación del Banco del Sur y de una Zona
Monetaria Común (ZMC) progresan igualmente hacia la creación de una
moneda común, el sucre, como lo anunció el presidente Chávez hace hoy 14
años, cuando nadie lo imaginaba.
Varios gobiernos suramericanos, el 9 de marzo de 2009, dieron un paso
más que parecía inconcebible : decidieron constituir el Consejo de
Defensa Suramericano (CDS), un organismo de cooperación militar creado a
través de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), organización
fundada en Brasilia en mayo de 2008. Y luego, en 2011, lo más
espectacular, el nacimiento de la “Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños”, la Celac. Como dijo Chávez en su discurso inaugural del 2
de diciembre de 2011: “ La unidad entre nuestros pueblos, entre
nuestros estados, nuestras repúblicas, nuestros gobiernos es el único
camino. La unidad entre nuestros pueblos, entre nuestros estados,
nuestras repúblicas, nuestros gobiernos es el único camino. Aceptando y
respetando nuestras diferencias. Sin permitir que la cizaña venenosa
vaya a impedir, una vez más, el esfuerzo unitario. La unidad hay que
construirla, pero es necesario batallar todos los días contra mil
dificultades… Porque ese es el camino que Bolívar nos señaló cuando
dijo: “Solo la unión nos falta para completar la obra de nuestra
regeneración. El día que logremos esa unidad, entonces construiremos en
este Nuevo Mundo, la madre de las repúblicas y la reina de las
naciones.’ »
Aunque odiosas campañas de propaganda, pretenden que en la Venezuela
bolivariana los medios de comunicación están controlados por el Estado,
la realidad –verificable por cualquier testigo de buena fe– es que tal
afirmación es falsa. Tan falsa como la falsa foto del presidente Chávez
que publicó el diario El País de Madrid la semana pasada en su portada.
La gran fuerza de Chávez es que su acción concierne ante todo lo
social (salud, alimentación, educación, vivienda), que es lo que más
interesa a los venezolanos humildes. Lo cual explica el inmenso apoyo
popular del que goza Chávez.
He sido testigo, en diversas ocasiones, del increíble fervor que
puede suscitar el Presidente. He tenido la oportunidad de acompañarle,
dando saltos por toda Venezuela, a grandes mítines de masas y a pequeñas
fiestas bolivarianas, a reuniones de cuadros y a desfiles de ejércitos,
a conferencias de prensa y a encuentros con estudiantes, con
campesinos, con mujeres, con indígenas, con obreros… Con el pueblo de
Venezuela en toda su diversidad.
Una vez, por ejemplo, me invitó a asistir a una operación sorpresa a
orillas del lago de Maracaibo. El motivo era la toma de control por el
Estado de unas cuarenta empresas de marinería, especializadas en
servicios a las plataformas petroleras instaladas en el lago, y que
utilizaban unos terminales a lo largo de toda la costa donde operaban
300 grandes lanchas. Planificada con minuciosidad casi militar, la
operación necesitaba el factor sorpresa para evitar que los propietarios
sabotearan el material y hundieran las lanchas. 8.000 trabajadores con
contratos provisionales eran explotados por esas empresas; recibían
salarios míseros y debían pagar incluso la comida, los medicamentos y
hasta las reparaciones de algunas máquinas…
Chávez les anunció que, a partir de ese momento, la Revolución
recuperaba los terminales y las lanchas; ponía fin a su situación de
atropello y que todos ellos pasaban a ser “trabajadores fijos” de la
plantilla de Pdvsa… El asombro de los operarios, sorprendidos por la
súbita nacionalización, se tornó en entusiasmo. Y cuando el Presidente
añadió que los 500 millones de dólares de beneficios que realizaban esas
empresas se quedarían allí, convertidos en escuelas, viviendas para los
trabajadores, clínicas, proyectos ecológicos, etc. Y que esos recursos
serían administrados por los trabajadores mismos en el marco del poder
comunal… La explosión de júbilo fue inenarrable.
“¡Llegó la Revolución! ¡Viva Chávez!” gritaban. Algunos veteranos
trabajadores, con el rostro marcado por largos años de esfuerzos,
vertían lágrimas de emoción… Rodeado por un ruidoso enjambre de gente
entusiasta, Chávez subió al remolcador Canaima. Se puso a hablar con el
capitán, Simón, 20 años de experiencia surcando el lago. “Hasta el día
de hoy, le dijo, esta lancha era de un capitalista; ahora es del pueblo,
y la Revolución te la confía.”
Luego, a la sombra de una carpa roja, se dirigió a los cientos de
operarios allí reunidos, algunos con sus esposas e hijos: “Mi alma, les
confesó, es el alma del pueblo. Los que quieran patria, vengan conmigo.
Cristo declaró: ‘A Dios lo que es de Dios, al César lo que es del
César’, y yo os digo: ‘¡Al pueblo lo que es del pueblo!’. Paso a paso,
vamos dándole vida a la transición al socialismo. Cada día el pueblo
tendrá más poder. Cada día seremos más libres. Esto es un acto de
independencia.” Cuando terminó de hablar, los que le oían se pusieron a
gritar: “¡Así! ¡Así! ¡Así es que se gobierna!”
Una mujer se distinguía por la energía de sus vivas a la Revolución.
El Presidente lo notó, la invitó a tomar la palabra, le preguntó cómo se
llamaba, si tenía familia… Ella salió del público, joven, vestida con
buen gusto, se identificó: “Nancy Williams, 29 años, tengo un solo hijo,
estoy casada pero si usted quiere me divorcio…”.
En otra ocasión, en Vargas, en la inauguración de un hospital, una
señora de edad pidió la palabra: “Me llamo Inocencia Pérez, dijo con
emoción. Lo bendigo y lo encomiendo a San Miguel Arcángel. El día que le
dieron el golpe (11 de abril de 2002) fui desde aquí a Caracas a pie
para defenderlo. Tanto andé que los pies me echaban sangre…”.
Testimonios como éste los hay a millones. Porque millones de personas
humildes lo veneran como a un santo. Chávez repite con calma: “Me
consumiré al servicio de los pobres.” Una vez, la escritora Alba de
Céspedes le preguntó a Fidel Castro cómo podía haber hecho tanto por su
pueblo: educación, salud, reforma agraria, etc. Y Fidel simplemente le
contestó: “Con gran amor”.
Chávez es igual : ha transformado y refundado Venezuela con dos
herramientas principales: el socialismo democrático y su “gran amor”.
*Publicado en Telesurtv.net
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