Por Roberto O. Marra*
Sentimos la imprescindible
necesidad de decir algo, de hacer más, de aunque sea pegar un grito de odio racional.
Es imposible tanto desprecio por la voluntad popular. Es repugnante tanta
soberbia aristocrática. Es asqueroso escuchar sus tonos de señores (y señoras)
de una nobleza con la que nunca dejan de soñar. Es enervante la pasible expresión
de superioridad, sentados en tronos múltiples, altos, siempre más altos que
todos nosotros, los simples mortales.
Su propia denominación da idea de
reinado, de omnipotencia, de un pasado que, perniciosamente, continúa presente.
Sus gestos son simbólicos: adustos, callados, reservados, escondidos. Sus
formas, manifiestas pertenencias a una oligarquía que supo apropiarse de
cada Institución corporativa como
reservorio de un poder que jamás cederán, como no sea por la decisión unívoca
de todo el Pueblo.
Si hasta sus decisiones son, como
las de todos los jueces, “fundamentadas” después de tomarlas. Justo al revés:
los fundamentos son la base, donde debieran asentarse sus decisiones. “Dibujar”
esos fundamentos para que las decisiones encajen en ellos es también un símbolo
de la prepotencia del poder que creen omnímodo, superior a cualquier otro.
Nada los toca. Nada los conmueve.
Nada los involucra. Nada los incluye. Nada los modifica. Clavados en sus
poltronas (altares) del poder, trituran la fe, las esperanzas y los sueños de
millones de ilusionados con un nuevo tiempo, con una nueva libertad, con un
distinto comienzo de una nueva época.
Alejados por propia decisión (y
la de sus socios de clase y sostenedores) de la vida verdadera, la de quienes
trabajamos día tras día re-construyendo con nuestros conocimientos y nuestras
manos la vida misma de una Nación que fue arrasada por seres peores que
bestias, a los cuales otros jueces apañaron y que, a pesar de ello, nunca quieren
ser juzgados por sus “pares” actuales (con las pocas y honrosísimas
excepciones). “Pares” es toda una definición en sí misma: ¿son iguales?, ¿Son
paralelos?, ¿o son para “lelos”?
No sintonizan (justo el término para
la Ley que no admiten), con las necesidades de tantos postergados, de tantos excluidos,
de tantos menospreciados eternos. No pueden hacerlo porque pertenecen, son
parte inescindible de los poderes reales (otro símbolo la palabra “reales”,
derivada de los reyes a los que suplantan con su mismas arrogancias).
No sabemos cómo se saldrá de este
atolladero judicial. No comprendemos todavía y acabadamente el nivel de
connivencia de los poderosos encaramados en esta corporación desfasada del
tiempo. Sólo podemos soñar, desear y hasta suplicar, que se logre por la
elevación de la conciencia de los que no aceptamos jamás la sumisión ante
ningún poder, y aún aplastados contra el piso de la desvergüenza y el oprobio,
sigamos gritando: ¡Ley de medios, YA!
*Arquitecto - Miembro de la Asociación Desarrollo & Equidad
Es complicado porque la corporaciòn peina largas canas y los jueces son lo que Ud. dice: defensores de una clase que quiere decidir aunque nadie decida por ellos.
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