jueves, 21 de noviembre de 2019

EL INTELECTO ANTIPOPULAR

Imagen de "Shurya.com"
Por Roberto Marra
Tomar decisiones forma parte ineludible, constante y necesaria de la labor de quienes asumen el rol ejecutivo en un gobierno. Es para lo que se ha ofrecido cuando candidato, es lo que se espera cuando diariamente deba enfrentar las mil y una complejidades que demandan las tácticas y las estrategias para alcanzar los objetivos que se haya propuesto el gobierno que encabeza. Hacerlo, es también saber que los riesgos de errores están siempre latentes, y que serán éstos los únicos que considerarán quienes oficien de “oposición” para evaluar su gestión, como eficaz método para disminuir o anular el predicamento del gobernante en cuestión, sobre todo si es de origen y voluntad popular.
Pretender que nunca habrá errores en una gestión de gobierno, aún con las mejores y más nobles intenciones, es una utopía. Creer que, si los hay, deben ser las únicas variables a considerar para justipreciar el trabajo gubernamental, es una vileza que manifiesta más la condición de quienes así lo hacen, que del titular del ejecutivo observado.
Pero esa es la moneda corriente en el ámbito político, donde la realidad suele moldearse dentro de estrechos pasadizos conformados por verdades a medias, mentiras rastreras, furias sobreactuadas, análisis sesgados y altanerías intelectuales, que serán también la forma abyecta de empujar a otros errores si antes se ha cometido alguno. Nada que el gobernante de turno no sepa de antemano que se hará, por lo cual no hay sorpresa en esos actos indignos y deshonestos que buscan minar desde el inicio la tarea de quien se ha propuesto honrar su palabra y respetar al electorado que lo ungió.
Las estratagemas de los enemigos de los gobiernos populares son siempre de múltiples aristas, y muy filosas. También desde el ámbito de la elaboración de pensamientos, aquellos que se autoadjudican el título de “intelectuales”, actúan con especial vehemencia sobre las acciones de los gobiernos populares, creídos de que sus superioridades académicas y bagajes de maestrías y doctorados, serán los factores que demuestren la absolutez de sus verdades por sobre las realidades complejas y diversas a las que se enfrentan los gobernantes de orígen nacional y popular.
Con esas herramientas del “saber supremo”, harán sus observaciones mediatizadas hasta la saciedad y más allá, si fuera posible. Con esas balas mordaces intentarán abatir a quienes consideren de menor rango cultural, destrozando sus labores positivas en nombre de la inmaculada perfección, donde los errores se elevarán al rango de monumentos a la corrupción, y los aciertos se aplastarán con el peso de las millones de páginas y segundos televisivos con las que pretenderán demostrar sus falsedades.
Con sus famas a cuestas, estos y estas ególatras irremediables pasarán a ser los invitados permanentes de cuanto payasesco programa televisivo se autoadjudique el rol de “analista” de la realidad, donde se intentará descubrir la cuadratura del círculo, además de hacer añicos la verdad, la última invitada al festín de la ignorancia programada. Ahí, además de en sus publicaciones de cuanto periódico opositor exista, habrán de mostrar toda su insolencia antipopular, siempre escondida detrás de algunas consignas que les acerquen a un público ávido de certezas fáciles y odios rápidos.
Apenas logrado el objetivo, nunca manifestado de frente, de ver caer al gobierno popular del que se trate, seguirán expulsando sus diatribas con mayor vehemencia, tal vez para asegurarse la imposibilidad de su retorno. Como sea, su sucia y perversa tarea ya habrá sido concretada. Sus famas de intelectualoides subdesarrollados seguirán marcándonos las “verdades” que serán, siempre y unicamente, las de ellos. Y la vida postergada de los pueblos castigados por los sucesores de quienes fueron expulsados por los supuestos “errores” marcados con tanta pasión antipopular por semejantes energúmenos, serán el precio de haber escuchado sus mendacidades envueltas en la repugnante cobertura de la sabiduría autoproclamada.

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