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Por
Roberto Marra
Dicen
que “cuanto más se vive más se aprende”. Pero
no hay certeza de ello si se vive en Argentina, donde la repetición
de la historia se ha hecho costumbre. Un País donde “Dios
le da pan al que no tiene dientes”,
para que haga y, sobre todo, deshaga todo lo que signifique
crecimiento de justicia social, independencia y soberanía. Una
Nación donde se señalan culpas ajenas con el simple “algo
habrán hecho”, último
escondite de quienes nada hacen nunca. Una sociedad capaz de aceptar
ser conducida por un “ladino como burro dañino”,
sabiendo de antemano que “con
leña verde no se prende el fuego”.
Están,
además, aquellos que pretenden reemplazar al malicioso habitante de
la Rosada, esgrimiendo discursos falaces sobre diferencias
imposibles, esos que nos repiten lo de “a pan duro, diente
agudo”, para darnos una idea de por donde caminarán sus
propuestas de hambre y repetición de la historia, acoyarados al
calorcito del fuego del Poder. “Dime con quién andas y te diré
quién eres”, es lo que resume con prístina claridad a estos
personajes devenidos candidatos por la fuerza del dinero que
invierten en ellos los que, en realidad, gobiernan por detrás de las
bambalinas.
“Árbol
que crece torcido ya nunca se lo endereza”,
son las sabias palabras populares que sale decir ante tanta
procacidad politiquera. Porque sabemos que “pan con pan,
es comida de zonzos”, resulta
imposible aceptar que semejantes carroñeros se apoderen (ora vez) de
nuestros destinos. Y si “quien siembra vientos, recoge
tempestades”, estos son los
candidatos que merecen una ”tormenta perfecta” de votos en
contra, que apabullen sus memorias para evitar sus regresos.
Porque
“ventajear al ventajero no es pecao para el infierno”,
es hora de despertar del letargo mediatizado y someter al sometedor,
antes que seamos arrasados por el fraude y la traición. Para eso,
siempre “es mejor buscar la fuente que seguir la
corriente”. Y sabiendo que
“más vale prevenir que curar”,
asegurarnos de contar con “zapatero para tus zapatos”,
es decir, auténticos representantes de las ideas probadas tantas
veces, como vencidas por tener en “casa de herrero,
cuchillo de palo”.
“Siempre
que llovió paró”, decía
jocosamente el genial Olmedo en sus scketchs. Pero la “lluvia”
actual no produce risas, sino lágrimas incontenibles de dolor y de
impotencia ante la miseria programada por los capangas del horror.
Como “caer está permitido, pero levantarse es
obligatorio”, el Pueblo tiene
ahora la palabra y la acción en sus manos. Y aunque se nos diga
hasta el cansancio que “del dicho al hecho, hay un largo
trecho”, ya será imposible
detener la marea popular que confirme que “cuando el río
suena, agua lleva”. Y porque
“no hay plazo que no llegue, ni deuda que no se pague”.
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