Imagen de "Insurgente" |
Por
Roberto Marra
Se
ha hecho costumbre utilizar a Venezuela como ejemplo de todo lo malo
que suceda en otro País. Gracias a la puesta en escena imperial,
transmitida hasta el hartazgo por el aparato mediático
universalizado gracias al apoderamiento de la apabullante mayoría de
canales televisivos, radiales, informáticos y los todavía
influyentes diarios de papel, han establecido un criterio unificado
en la mentalidad mayoritaria de la población mundial. Y Argentina,
con el peso horrendo de los grupos pseudo-periodísticos que dominan
casi absolutamente el espectro informativo, no podía escapar a esa
tendencia.
Sin
embargo, existe otro grupo de personas dispuesto a utilizar con
liviandad lo dicho por el imperio y sus secuaces mediáticos, cuando
se trata de llevar agua para su molino. En busca de ganar discusiones
o de poner al adversario en una posición perdidosa, no se preocupan
demasiado en usar esas mismas falacias que los otros también
utilizan, aunque éstos, con mayor sostén en sus ideologías
oligárquicas, esas que les hacen odiar a todo lo que huela a
“populismo”, aquí o en cualquier lugar del Planeta.
Militantes
del peronismo, con evidente desconocimiento de la doctrina que
sustenta ese Movimiento Nacional y Popular, y con ignorancia absoluta
de la historia reciente de la Venezuela chavista y de la adscripción
de su máximo lider a esos lineamientos generados en los años '40 en
Argentina, también utilizan la “cantinela” del bastardeo
imperial hacia la República Bolivariana, como método para
justificar determinadas comparaciones con lo que suceda en nuestro
País.
Las
frases hechas como “estamos peor que en Venezuela” o “no
queremos ser Venezuela” o “estamos alcanzando a Venezuela en el
riesgo-país” u otras sandeces por el estilo, son usadas a diario
por militantes y dirigentes de un Movimiento que no puede, por
comprensión diferente de la historia y las sociedades, caer en las
ridículas manifestaciones impuestas desde el aparato comunicacional
que ha servido, justamente, para destruir a su último gobierno.
La
brutalidad, esa incapacidad absoluta para dejar de ser ignorantes, ha
penetrado también a muchos idiotizados por la carroña informativa,
convertidos en integrantes de un ejército de imbéciles al servicio
de sus propios verdugos. Con esa condición de ineptos para aceptar
otras realidades a las impuestas desde las pantallas, reaccionan ante
el “pinchazo” informativo con miradas soeces hacia quienes nunca
podrían ser nuestros enemigos, sufrientes como nosotros de las
perversas maniobras que intentan aplastar las rebeliones contra lo
instituído como único valor posible, mediante un sistema que hunde
a diario en la miseria a millones de compatriotas de toda esta Patria
Grande.
Estamos
peor, sí, pero no es Venezuela la vara para medir la degradación
sufrida desde la asunción macrista. Y sí que están mal nuestros
hermanos bolivarianos, asediados, bloqueados, desabastecidos,
inundados de propagandas falaces desde los medios gemelos de los
argentinos, tan oscuros y mentirosos, tan prebendarios y tan
vendepatrias como aquellos. Pero no son los chavistas el paradigma de
todo lo malo, sino el buen ejemplo de todo lo que empuja a la
resistencia, a la rebelión contra el mismo enemigo, a la capacidad
de resiliencia que apabulla y emociona por el valor y el patriotismo
que no hemos demostrado todavía por estos lares.
Es
hora de salir de la lógica imperial y reconstruir el modelo
solidario que se abandonó por correr detrás de los viejos espejitos
de colores de una oligarquía que no pierde sus mañas y, por el
contrario, las acrecienta. Y es tiempo de escuchar más a los
compañeros de Nuestra América, la eternamente invadida y
postergada, la mil veces empujada al abismo de la pobreza material y
espiritual, antes que a las voces de la decadencia imperial que no
puede ni debe condicionar nuestro destino de ser una sola Patria.
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