Las
campañas electorales son cada vez más parecidas a la cinchada,
aquel viejo juego-deporte que supo tener mucho predicamento popular
en otros tiempos. Un tira y afloje permanente, donde el nudo central
no termina nunca de correrse hacia su flanco definitivo, aún cuando
algunos pisen alternativamente uno y otro lado de la raya de
sentencia, en busca de apoyo en el dudoso barro de la incoherencia
ideológica que posterga el final obvio de toda contienda que no
cuente con el empuje de las convicciones propias.
De
ese lado de la “cincha” virtual, aparecen algunos mediáticos
personajes de escaso predicamento social y menores intelectos,
abandónicos representantes de una medianería ideológica imposible,
buscando siempre un “palenque donde rascarse” para continuar con
sus prebendarias formas de hacer política. Sus pocas probabilidades
de éxito los hacen muy permeables a las solicitudes de sus
“patrones” nunca declarados, pero conocidos, quienes utilizan sus
“servicios” para el poco ético objetivo de denostar a sus
antiguos compañeros, en busca de desgastar a los auténticos
representantes de los valores que combaten del otro lado de la raya.
Pero
existen, además, quienes intentan alzarse por sobre ambos lados de
los cinchadores, con la pretensión de dar pié a las dudas de los
que observan y evalúan la disputa, apostando alternativamente por
unos y otros, para terminar con admonitorios mensajes de supuestas
intencionalidades similares de los contendientes en esa cinchada de
la que dicen no estar con ninguno.
Engreídos
personajes de pulcras formas y oscuros interiores, son capaces de
agarrar el nudo de la cincha para hacerse de ventajas que no
obtendrian de mostrar sus verdaderas caras, tirando para su costado
hasta derrumbar a ambos grupos de competidores. Logrado su objetivo,
seguirán con sus mismos relatos de power-point, dibujando una
realidad que otorgue esperanzas, aunque vanas, a una población ávida
de soluciones que van otorgando en cuentagotas, de manera de contener
y disuadir de los cambios profundos que suenan imprescindibles para
evolucionar hacia una justicia social que postergan siempre al
infinito.
De
tanto posponer algunas soluciones prometidas, se atoran a la hora de
exponer sus promesas de campaña con frases odiosas hacia sus
competidores “populistas”, que ahora tienen irremediablemente
enfrentados en la cincha que tienen que asir, sin remedio, del lado
de la raya que los ajusta al sector ideológico que, en realidad,
siempre han representado. Asustados ante la posibilidad de perder la
partida, estos dirigentes intentan sumar manos a la soga que se les
resbala de tanta “crema” sobada en busca de apoyos de declarados
enemigos de un Pueblo al que, por fuera de sus discursos de TV,
desprecian por su raiz de patas en la fuente.
Enredados
en maniobras vergonzantes con los agentes imperiales que se asentaron
en la Rosada, envueltos en trajines de complejas tramas delictivas
irresueltas, mostrando fachadas de enormes obras inconclusas,
terminan tirando desesperados de la cincha que cada vez suma más
adversarios populares, incluso de sus menospreciados inmigrantes de
provincias empobrecidas, advirtiéndoles que sus tiempos están
llegando al final. Y que la cinchada podría, esta vez, culminar con
la caída de su bastión provinciano, reducto donde lograron, por un
largo tiempo, construir una falacia que ofende el origen de la bella
utopía que sustenta la palabra “socialista”.
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