Imagen de "Wikipedia" |
Por
Roberto Marra
La
historia es una ciencia que nos permite dilucidar las razones del
presente y valorar las acciones de sus protagonistas en relación con
las de aquellos que participaron, en otros tiempos, de lo que fue el
orígen de nuestra existencia como Pueblo, como Nación. Es lo que
hace posible interpretar, cuando se investiga con lealtad hacia los
hechos y los contextos, los valores fundamentales que nos transmiten
personajes y acontecimientos de otras épocas, pero de importante
trascendencia en la actualidad.
Entre
ellos aparece uno bastante escondido en los rincones de las páginas
de nuestra historia mal contada, siempre proclive a establecer
figuras de bronce, quietas para la eternidad en los manuales
escolares que solo transmiten los mensajes de los que resultaron
ganadores en las oscuras luchas intestinas que generaron esta Nación
agrietada y redimida pocas veces por gobernantes a la altura de su
Pueblo.
Güemes
es ese gaucho nacido en la alcurnia de una familia poderosa, que supo
comprender el destino que debía construirse en estas tierras y se
jugó la vida en los campos de batalla como base de una estrategia
que lo aliaba a otro grande como San Martín. También él tuvo que
lidiar con los enemigos interiores, esa proto-oligarquía naciente
que terminaría, muchos años después, apoderándose de los sentidos
identitarios que solo tuvo pequeños interregnos en su albedrío
dominante hasta el presente.
Güemes
es también el símbolo del cual se apoderaron los descendientes de
aquella oligarquía que logró terminar con su vida y sus ideas,
ahora disfrazados de “gauchos” a la usanza de quienes acompañaban
al inmortal guerrillero, en esos actos hipócritas que organizan para
mostrarse como los herederos de ese patriota que nunca podrían ser,
quien de solo verlos, volvería a morir de tristeza y dolor por la
pérdida de los sentidos conceptos que sostenía, en manos de tales
vendepatrias.
Güemes
está presente en cada hombre de bien que sienta la Patria en el
otro, que sufra por su tierra avasallada y su gente maltratada. Está
en el niño abandonado durmiendo bajo una caja de cartón, en la
madre amamantando en la puerta de una iglesia, en el trabajador
honesto golpeándose contra la rejas de las fábricas cerradas, en
la maestra derramando lágrimas de impotencia por el hambre asesina
del futuro que habita sus aulas. Es el joven apasionado que busca
respuestas en una marcha por las calles gaseadas por quienes llevan,
deshonrosamente, el nombre de semejante hombre en sus pecheras
antibalas.
Ejemplo
de nobleza y autenticidad, de arrojo y sabiduría, de firmeza y
humanismo, es la estrella que ilumina el presente de tanto dolor de
su Pueblo todavía irredento, ese mismo que él pretendió
transformar con la transparencia de sus ideas libertarias. Y es su
visión de Patria Grande, repleta de hombre y mujeres buenos y
solidarios, enarbolando las banderas de la Justicia Social que
también soñó el inmortal Güemes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario