miércoles, 26 de junio de 2019

LOS HÉROES

Imagen de "Venceremos"
Por Roberto Marra
La mayoría de las heroicidades se pierden en la historia, tapadas por las seguidillas de noticias menores con las que secan las consciencias los medios del Poder. Cada tanto, fruto de las acciones de pequeños grupos de utopías nunca resignadas, afloran los recuerdos de esos imprescindibles que, sin que muchos lo hayan entendido, fueron los cimientos de los beneficios que después pudimos obtener.
Ese es el caso de Kosteky y Santillán, poco menos que dejados de lado en baúl de los olvidos políticos de las mayorías. Dos simples trabajadores que resumían la solidaridad en sus vidas, que solo pretendían, como tantos otros, acabar con la ignominia de la miseria de entonces, la misma de ahora, la eterna lacra del sistema de ahogo popular que arroja a la basura a miles o millones de personas para el logro de sus inauditas fortunas mal habidas.
Conviene repasar aquellos días, rememorar esos minutos de horror programado para darle continuidad al despropósito económico y social de aquel entonces, frenado al poco tiempo por la aparición de un diferente absoluto que comenzaría una etapa de recuperación de una magnitud reconocida a regañadientes, gracias a la “colaboración” de los mismos medios que estigmatizan a los héroes cotidianos como Maximiliano y Darío.
Es necesario volver a ubicarse en esa desgraciada etapa con índices de pobreza e indigencia como nunca habían sido alcanzados. Es preciso que nombremos a los autores de tanta miseria, los Cavallo, los De la Rua, los Menem, acompañados por ministros y secretarios que ahora mismo repiten sus acciones depredatorias junto al “Lucifer” de la Rosada, máximo representante del desprecio y el odio hacia quienes menos tienen, perfecta imagen de la rancia oligarquía rediviva gracias a sus patrañas y embustes.
Nuestros dos héroes nunca imaginaron serlo, jamás supusieron incluirse en la larga lista de anónimos compositores de la sinfonía popular que construye la Nación desde el pie, desde sus entrañas poco divulgadas, desde ese abajo que merece estar arriba, hacedores de glorias chiquitas, pero eficaces para suplir el hambre de los nadies por el bocado de la generosidad que nunca se ve.
Eran dos casualidades en la calle y en el puente que no llegaron a cruzar. Podrían haber sido otros los destinatarios de las balas de los Franchiottis, pero el azar y sus persistencias de luchas los ubicaron justo delante de sus miras asesinas, precisamente en frente de esos malditos colaboradores del Poder, brazos ejecutores de las cobardías que no se atreven a concretar sus mandantes.
La “justicia”, como siempre, se presentó a medias, sancionando a quienes apretaron los gatillos pero nunca a los proveedores de sus armas. Éstos siguen dando cátedra de “democracia”, como los perversos dueños de todas las hipocresías que son. Continúan con sus latosas monsergas, señalando a sus rivales ideológicos como generadores de todos los males con los que ellos nos proveyeron a su tiempo, tapando sus participaciones ineludibles en aquel hecho trágico que dividió la historia en el comienzo del siglo.
Es esencial volver a aquellos días. Es indispensable recordar a los cuerpos inermes de Maximiliano y Darío, apuntados con saña por el autor de los disparos. Es vital entender los orígenes de semejante salvajismo, pasar por la razón y el corazón aquellos hechos que desnudaron la esencia del sistema que nos apremia cada día. Y es urgente reconstruir todos los días aquello por lo que a Kosteki y Santillán les arrebataron sus vidas. Será solo la Justicia Social, plena y concientemente tomada como bandera de las mayorías, la que hará posible elevar a esos héroes al altar de la Patria que, ellos sí, se merecen como nadie.

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