El cuarto jueves de cada noviembre se celebra en los Estados
Unidos el Día de Acción de Gracias. Resulta que hace siglos, unos
colonos ingleses se estaban muriendo de hambre cuando unos nativos,
conmovidos con su situación, decidieron regalarles un pavo y otros
alimentos autóctonos, de esos que el que no sabe no se atreve a probar
por temor a morir envenenado. Barriga llena corazón contento, comenzó la
matazón.
Los indígenas fueron arrasados casi al punto de la extinción. Los que
quedaron fueron condenados, para siempre, a vivir en reservas, como los
elefantes africanos en el parque Kruger, pero sin las consideraciones y
cuidados que reciben los memoriosos paquidermos. Allí viven tan
olvidados que muchos de ellos ni se acuerdan y también comen pavo
festejando el día de su desgracia.
El agradecimiento empieza con un titulado y celebrado indulto
presidencial. Cada año, el Presidente de turno del único país del
continente americano que aplica la pena de muerte, perdona la vida a un
pavo. Cobbler se llama el pavo indultado este año, porque le ponen
nombre, lo fotografían, lo perdonan y luego nadie sabe a ciencia cierta a
dónde van los pavos indultados, y nadie pregunta, porque a nadie
importa una noticia tan difundida, tan sin consecuencias, tan sin
importancia. Salvado Cobbler, corre el generoso Primer Mandatario a la
Oficina Oval a ordenar el asesinato con daños colaterales de algún
sospechoso de cualquier cosa allá, bien lejos, en Paquistán.
Con la mente puesta en los ofertones del Black Friday del día
siguiente, se sienta la familia a dar gracias sin saber a quién,
entonces terminan agradeciéndose a sí mismos por todo lo que tienen sin
pensar que todo lo que tienen es el resultado del despojo de otras
gentes, en otros lugares, que ya no tiene mucho que agradecer.
Celebran los gringos su agradecimiento por un modo de vida que
florece macabro sobre el dolor de familias descuartizadas por bombas
democratizantes; sobre informes falsos que justifican invasiones
verdaderas; sobre dictaduras cipayas y asesinas, impuestas desde su Casa
Blanca, que regalan a sus amos lo que le quitan a sus pueblos. Celebran
sobre los presos de Guantánamo, borrados de la vida en vida, para que
ellos, familia inconsciente, puedan comer su pavo agradecidos. Agradecen
vivir en el país de la libertad sin saber que viven en el país con más
presos del mundo. Agradecen que, cada año, cada gringo bota a la basura
suficiente comida para alimentar, durante el mismo período, a todita la
hambrienta región subsahariana. Y en plena celebración botarán un montón
de kilos más para seguir celebrando porque les sobran razones para
agradecer mientras nos sobra, al resto del mundo, el dolor y la
injusticia que sus razones provocan.
Día de Acción de Gracias, para desgracia de todos.
*Publicado en Telesurtv.net
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