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La lógica íntima de la historia de América
Latina nos indica que estamos en las vísperas de nuestra Segunda
Independencia que transcurre sin pausa y torrentosamente, bajo la
etiqueta o rótulo de los bicentenarios. El itinerario geopolítico de
América Latina está marcado por la tensión de la bipolaridad Bolivarismo
vs Monroísmo, título de una famosa obra y advertencia del filósofo
mejicano, José Vasconcelos.
Del Monroísmo o mal llamada "doctrina" Monroe, se desprenden en forma
anacrónica: la Junta Interamericana de Defensa (1942), el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (1947), la Organización de
Estados Americanos (1948) e inclusive las llamadas Cumbres de Ministros
de Defensa de las Américas, que como pudimos observar en Punta del Este
(Uruguay) en octubre pasado, reflejan los intereses antagónicos de los
EE UU con la Patria Grande, concretamente con respecto a la instalación
de "misiones " humanitarias ante catástrofes naturales, sin precisar
logística, tiempos, etc., que pueden conducir a la instalación de un
collar de bases militares de los EE UU en América del Sur, direccionado
por el Comando Sur y la IV Flota.
Los fundamentos geopolíticos del Monroísmo se inscriben en la Estrategia
"América Latina para los AMERICANOS", es decir, ubicarnos nuevamente
como "patio trasero neocolonial", en función de su objetivo estratégico
de máxima, desprendido de su Estrategia de Seguridad Nacional presentada
a principios de 2012 por Obama, que pasa por controlar el
Pacífico-Índico ante la emergencia de China. Y para ello, el control de
América del Sur es estratégico; nada más erróneo que plantear la
irrelevancia estratégica de Suramérica.
El Bolivarismo implica la reintegración de la Nación Latinoamericana
como comunidad mestiza histórico-cultural gestada en los siglos XV, XVI y
XVII, pero priorizando geopolíticamente la identidad suramericana donde
se librará la batalla decisiva. No hay América Latina sin América del
Sur.Y la geopolítica nos obliga a distinguir el camino principal del
secundario. Porque el espacio no es neutro y amorfo, posee jerarquías.
El fundamento geopolítico del Bolivarismo se ubica en el unionismo
hispanoamericano de los Libertadores San Martín y Bolívar, el
latinoamericanismo continentalista de los Movimientos Nacionales
Populares con Vargas y Perón, y el renacer de los Movimientos Nacionales
populares posconsenso de Washington con Kirchner, Lula, Chávez, Mujica,
Correa, Morales y todos los actuales presidentes de la Unasur,
absolutamente todos –excepto el neogolpe congresista del Paraguay que
interrumpe el gobierno de Lugo–.
El Consejo Suramericano de Defensa constituye el músculo de la Unasur.
No podemos dejar de puntualizar que únicamente el Estado Continental
Suramericano industrial podrá ser actor con soberanía, es decir con
capacidad de autonomía, en un sistema mundo en transición, a partir del
fracaso del proyecto militarista de los neoconservadores con Bush (h)
continuado por Obama. Basta decir que León Panetta, actual secretario de
Defensa de Obama , era jefe de la CIA de Bush (h), o sea de una
unipolaridad hehemónica pos-Yalta.
Y nos encontramos en un camino hacia una multipolaridad en actual trance
apolar,porque todavía no está nítido quiénes serán los Estados
Continentales Industriales del siglo XXI. Sin duda, EE UU, China, Rusia e
India han alcanzado el paradigma, Europa es un signo de interrogante
como el mundo islámico, y América del Sur una posibilidad.
Hemos planteado, justamente hace un año, en nuestro libro Consejo
Suramericano de Defensa: desafíos geopolíticos (Editorial Biblos, Bs.
As., 2011) que lo presentamos en la Escuela de Defensa Nacional de la
República Argentina, la necesidad urgente de crear un Colegio
Suramericano de Defensa.
Decíamos que una identidad cultural se adquiere a partir de una
Educación Común que nos reencuentre con nuestro ser histórico real, ya
que nuestro drama es que somos una totalidad que nos cuesta
totalizarnos, y así resulta casi imposible identificar nuestros
Intereses Vitales Comunes o Bienes Públicos Regionales en un más allá de
nuestros Estados, y en un plano espacial suramericano, ya que somos una
potencia acuífera, alimentaria, energética, en biodiversidad y en un
origen y un futuro comunes. Y ello sólo se logra mediante la educación.
Es inconcebible pensar una doctrina suramericana cooperativa sin una
educación que sea la correa de reencuentro con nuestra cultura. En el
fondo, se trata de lograr una ciudadanía regional. Y hablamos a todos
los niveles; si no, no hay Estado Continental posible. Pero el Consejo
Suramericano es nuestro músculo, decíamos.
Y hoy vemos como un salto gigantesco las declaraciones realizadas por el
ministro de Defensa de Brasil Celso Amorim, quien afirma que planteará
en Lima la necesidad de impulsar un Colegio Suramericano de Defensa,
ubicando a Brasil a la altura de los desafíos de la historia.
Más aun, explicó que no necesariamente debe existir el Colegio en un
solo lugar, aludiendo que ya existe el Centro de Estudios Estratégicos
de la Unasur en Buenos Aires, y un Curso Avanzado de Defensa
Sudamericano en la Escuela Superior de Guerra del Brasil.
Lo consideramos un paso de enorme magnitud y trascendencia, y también la
idea de que funcione descentralizadamente, o sea que haya múltiples
sedes de un futuro Colegio.
Pero también resulta necesario dejar en claro que los lineamientos
doctrinarios y curriculares que emanen de la doctrina se desprendan del
Centro de Estudios Estratégicos de Defensa de la Unasur que funciona en
Buenos Aires, para que el gigantesco esfuerzo tenga un rumbo y
horizonte, para no caer en un montón de islitas, y con ella daremos el
gran salto cualitativo y cuantitativo pendiente, que pasa por la
Soberanía Cultural a partir de la Geopolítica, entendiéndola como el
Pensamiento estratégico del movimiento de la Historia en la dinámica de
los espacios que nunca son neutros, y para nosotros lograrlos existe un
único camino: una Geopolítica de la Patria Grande, para lograr nuestro
pasaporte a la historia, al decir de Helio Jaguaribe.
*Publicado en Tiempo Argentino
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