La recesión es un virus que debilita la solvencia del sistema
financiero en un círculo vicioso de aumento de la morosidad de empresas y
particulares, requerimiento de mayores previsiones por incobrabilidad,
deterioro patrimonial, exigencia de capitalización y fuga de depósitos
por temor a la situación de los bancos. El ajuste de las cuentas
públicas reduciendo el gasto profundiza la caída del nivel de actividad
económica y, pese a ese resultado impactando en forma negativa en sus
negocios, banqueros con su elenco de analistas y economistas ortodoxos
aplauden esa política.
Este sinsentido tiene origen en la ideología
neoliberal de sus protagonistas, en el desprecio a las penurias de las
mayorías y en cómo funciona el mundo de las finanzas. Mientras reciben
auxilios monetarios del Estado para cubrir los inmensos baches de los
balances, cada uno de los dueños de las entidades especula con ser el
sobreviviente del naufragio para terminar absorbiendo a los hundidos.
Ciclo de concentración del capital que termina configurando el principal
instrumento de presión de la banca al poder político: “Demasiado grande
(el banco) para dejarlo caer”. El temor a un descalabro económico de
mayores proporciones por la quiebra de alguna de las grandes entidades
financieras y el fantasma del efecto dominó deriva en la subordinación
de gobiernos que se endeudan para salvarlos y aplican impopulares
recortes del gasto público para liberar recursos para pagar a los
acreedores. Esta situación se está desplegando con prolija violencia en
Europa, siendo España la máxima expresión con tasas record de morosidad y
ejecuciones hipotecarias.
El boom inmobiliario financiado por la banca española alimentó una
de las burbujas especulativas modernas más impresionantes. Las entidades
obtenían los fondos principalmente de bancos alemanes que compraban
bonos con garantía de los préstamos emitidos. El frenesí de ladrillos ha
permitido la extravagancia española de alcanzar una cifra total de
viviendas cercana a los 27 millones con un poco más de 17 millones de
familias españolas registradas. Es impactante la existencia de unas 10
millones de viviendas excedentes de las necesidades de la población,
construidas sólo por la especulación alimentada por el sistema
financiero. La explosión de esa burbuja provoca un efecto pobreza
demoledor por la caída del precio de las propiedades: el 76 por ciento
del patrimonio familiar español corresponde a inmuebles y el restante 24
está distribuido en otros activos (efectivo y depósitos, acciones,
participaciones de sociedades y seguros), según un informe del banco
central de España.
Además de la caída del valor de las propiedades, el rostro más cruel
del estallido de la burbuja de ladrillos es el desalojo de miles de
familias porque al perder el empleo o contabilizar una reducción de
ingresos no pudieron cumplir con el pago del crédito hipotecario. La
situación es más desesperante debido a que no sólo tuvieron que entregar
la vivienda, sino que luego del remate, a un precio por debajo del
tasado inicialmente para pactar el crédito, la familia sigue
contabilizando una deuda con el banco. Un sistema de esquilma cuyos
detalles resultan impactantes. En base a un ejemplo publicado por el
diario El País se comprende en toda dimensión:
n El 10 de mayo de 2004 una familia suscribe una hipoteca por 120
mil euros para comprar una vivienda tasada en 150 mil euros. El plazo de
pago del crédito es 20 años con una tasa de interés fija del 5 por
ciento anual. La cuota mensual del préstamo es de 790 euros.
n El 10 de mayo de 2011 deja de pagar y empiezan a correr los
intereses por mora, que no tienen tope, por ejemplo del 20 por ciento.
Hasta ese momento, la cuenta era: intereses pagados 37 mil euros,
capital pagado 30 mil euros y un saldo del crédito de 90 mil euros (el
monto original era 120 mil).
n En julio de 2011, la familia debe dos cuotas (1580 euros) y el
banco exige el pago. Por las condiciones del crédito, los bancos pueden
reclamar toda la deuda ya al primer mes de mora e iniciar el trámite
judicial de ejecución del crédito hipotecario.
n El juzgado otorga 10 días a la familia para regularizar su
situación y, si no lo hace porque no tiene el dinero debido a que sus
integrantes perdieron el empleo, comienza el proceso de ejecución hasta
la subasta de la vivienda.
n En el ejemplo, la subasta se realiza en noviembre de 2012, con la
obligación de anunciarla con 20 días de antelación. En esa instancia, la
cuenta es: el deudor pagó 67 mil euros (capital más intereses) y el
saldo de la deuda era 90 mil euros, pero el banco demanda 137 mil euros
(deuda hipotecaria, intereses por mora y costas del proceso judicial).
n La vivienda se subasta al 70 por ciento del valor de tasación (105
mil euros). El valor original era 150 mil euros. Si hay un comprador,
ese dinero es para el banco, pero el monto no cubre la totalidad del
reclamo de 137 mil euros. El faltante de 32 mil euros es la deuda que
mantiene la familia con el banco.
n Por la crisis no hay compradores particulares de viviendas.
Entonces el banco se queda con la unidad, pero al 60 por ciento del
valor de tasación (90 mil euros). De ese modo, la deuda de la familia
con el banco es mayor: 47 mil euros.
n Comienza el proceso de desalojo (“de-sahucio”) que se ejecuta en un mes, con posibilidad de otro mes de prórroga.
n La deuda no prescribe y el deudor tiene que responder con todos sus bienes presentes y futuros.
n La familia no pudo pagar la cuota de la hipoteca porque sus
miembros perdieron el trabajo y están desocupados. Se quedaron sin
vivienda propia y con una deuda de 32 mil o 47 mil euros con el banco.
Después de este recorrido, se encuentra la respuesta de por qué
aumentaron los suicidios en España entre quienes pierden la vivienda.
Entre 2007 y 2011 se han producido cerca de 350.000 ejecuciones
hipotecarias en España. Centenares de miles de familias están siendo
desahuciadas de sus casas por las mismas entidades financieras que han
provocado la crisis y que han sido rescatadas con dinero público. Los
bancos se defienden diciendo que muchos de los “desa-hucios” son de
segundas o terceras viviendas, locales comerciales o garajes. El
endeudamiento privado español alcanzó un monto equivalente al 235 por
ciento del PBI. En total, la cartera crediticia del sistema financiero
español suma 1,74 billones de euros, con una mora de 164.361 millones,
equivalente al 9,42 por ciento en junio pasado según datos publicados
por el Banco de España. El panorama es más inquietante en el rubro
créditos hipotecarios, que reúne problemas en más de la mitad de la
cartera. Ante este panorama, con políticas públicas que acentúan la
recesión, las perspectivas de los bancos españoles son perturbadoras. La
prevista recapitalización del sistema por 60 mil millones de euros
aportados por la Unión Europea resulta insignificante en ese sendero
hacia la insolvencia.
La situación española es la más dramática de Europa por las
condiciones abusivas de los créditos hipotecarios y leyes que desamparan
al deudor. El PP en el gobierno y el Partido Socialista en la oposición
están negociando flexibilizar la legislación sobre hipotecas. Si bien
sin la furia española, en otros países europeos también aumentaron los
desalojos. Una investigación de El País detalla que en Portugal las
ejecuciones aumentaron 17 por ciento en 2011 respecto del año anterior;
en Francia, el año pasado hubo 113.669 sentencias de desalojos, 4 por
ciento más que en 2010 y 40 por ciento más que hace diez años; en
Italia, durante el año pasado 39.474 familias italianas fueron
desalojadas de sus viviendas por no pagar la hipoteca, un 75 por ciento
más que hace cuatro años; y en Gran Bretaña, el Consejo de Prestamistas
de Hipotecas estima que los desalojos sumarán 35 mil en este año.
La política de austeridad está hundiendo a Europa, arrimando a los
bancos a la insolvencia y provocando un desastre sociolaboral. Es la
receta de la ortodoxia. ¿Qué piensan los economistas del establishment
argentino sobre la crisis europea, en especial sobre la economía de
España, ofrecida como modelo hasta hace poco? Retumba el silencio.
*Publicado en Página12
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