La crisis del neoliberalismo ha alcanzado el corazón de los
países centrales que se arrogaban el derecho de conducir no solo los
procesos económico-financieros sino también el propio curso de la
historia humana. Es la crisis de la ideología política del estado mínimo
y de las privatizaciones de los bienes públicos, pero también del modo
de producción capitalista exacerbado en extremo por una concentración de
poder como nunca antes se había visto en la historia. Estimamos que
esta crisis tiene carácter sistémico y terminal.
El genio del capitalismo siempre ha encontrado salidas para su
propósito de acumulación ilimitada. Para eso ha usado todos los medios,
inclusive la guerra. Ganaba destruyendo y ganaba reconstruyendo. La
crisis de 1929 se resolvió no por la vía de la economía sino por la vía
de la Segunda Guerra Mundial. Ese recurso parece ahora impracticable,
pues las guerras son tan destructivas que podrían exterminar la vida
humana y gran parte de la biosfera. Pero no estamos seguros de que, en
su insania, el capitalismo no use este medio.
Esta vez surgen dos límites insuperables, lo que justifica decir que
el capitalismo está concluyendo su papel histórico. El primero es el
mundo lleno, es decir que el capitalismo ha ocupado todos los espacios
para su expansión a nivel planetario. El otro, verdaderamente
insuperable son los límites del planeta Tierra. Sus bienes y servicios
son limitados y muchos no renovables. En la última generación quemamos
más recursos energéticos que en todas las generaciones anteriores, nos
asegura el analista italiano Luigi Soja. ¿Qué haremos cuando estos
alcancen un punto crítico o simplemente se agoten? La escasez de agua
potable puede poner a la humanidad frente a la destrucción de millones
de vidas.
Las regulaciones y los controles propuestos hasta ahora han sido
simplemente ignorados. La Comisión de la Naciones Unidas para la Crisis
Financiera y Monetaria Internacional, cuyo coordinador era el premio
Nobel de Economía Joseph Stiglitz (llamada Comisión Stiglitz) realizó un
gran esfuerzo desde enero de 2009 para presentar reformas
intrasistémicas de cuño keynesiano.
En ella se proponía una reforma de los organismos financieros
internacionales (FMI, Banco Mundial) y de la OMC (Organización Mundial
del Comercio). Se preveía la creación de un Consejo de Coordinación
Económica global del mismo nivel que el Consejo de Seguridad, la
constitución de un sistema de reservas globales para contrapesar la
hegemonía del dólar como moneda de referencia, la institución de una
fiscalización internacional, la abolición de los paraísos fiscales y del
secreto bancario y, por último, una reforma de las agencias de
certificación. Todo fue rechazado. La ONU aceptó solamente la
constitución permanente de un Grupo de Expertos de Prevención de las
Crisis, al que nadie da importancia, porque lo que realmente cuenta son
las bolsas y la especulación financiera.
Esta constatación decepcionante nos convence de que la lógica de este
sistema hegemónico puede hacer que el planeta no sea ya amigable para
nosotros, y llevarnos a catástrofes socio-ecológicas muy graves, hasta
el punto de amenazar nuestra civilización y la especie humana. Lo cierto
es que este tipo de capitalismo, que en la Río+20 se revistió de verde
con el objetivo de poner precio a todos los bienes y servicios naturales
y comunes de la humanidad, no tiene condiciones a medio ni a largo
plazo para garantizar su hegemonía. Otra forma de habitar el planeta
Tierra y de utilizar sus bienes y servicios deberá surgir.
El gran desafío es cómo procesar la transición rumbo a un mundo
postcapitalista liberal, entendido como un sistema social que esté
orientado por el Bien Común de la Humanidad y de la Tierra, que sustente
toda la vida y que exprese una relación nueva de pertenencia y de
sinergia con la naturaleza y con la Tierra.
Es necesario producir, pero respetando el alcance y los límites de
cada ecosistema, no meramente para acumular sino para atender, de forma
suficiente y decente, las demandas humanas. Es importante también cuidar
de todas las formas de vida y buscar el equilibrio social, sin dejar de
pensar en las futuras generaciones que tienen derecho a una Tierra
preservada y habitable.
No cabe en este espacio lanzar alternativas en curso. Nos atenemos a
lo que es posible intrasistémicamente, ya que no hay cómo salir de él a
corto plazo.
Asistimos al hecho de que América Latina y Brasil, en la división
internacional del trabajo, están condenados a exportar lo que se extrae
de sus minas y commodities, bienes naturales como alimentos, granos y
carnes. Para hacer frente a este tipo de imposición deberíamos seguir
los pasos ya sugeridos por varios analistas, especialmente por un gran
amigo de Brasil, François Houtart, en su reciente libro con otros
colaboradores: Un paradigma poscapitalista: el Bien Común de la
Humanidad (Panamá 2012).
En primer lugar, dentro del sistema luchar por normas ecológicas y
regulaciones internacionales que cuiden lo más posible los bienes y
servicios naturales importados de nuestros países; que traten de su
utilización de forma socialmente responsable y ecológicamente correcta.
La soya es para alimentar primero a la gente, y solo después a los
animales.
En segundo lugar, cuidar nuestra autonomía, rechazando el
neocolonialismo de los países del Centro que nos mantienen, como antaño,
en la Periferia, subalternos, agregados y meros suplentes de lo que les
falta en bienes naturales. Antes, debemos cuidar de incorporar
tecnologías que den valor añadido a nuestros productos, crear
innovaciones tecnológicas y orientar la economía, primero, hacia el
mercado interno y, luego, al externo.
En tercer lugar, exigir a los países importadores que contaminen lo
menos posible sus ambientes y que contribuyan financieramente al cuidado
y a la regeneración ecológica de los ecosistemas de donde importan los
bienes naturales, especialmente de la región amazónica y del cerrado.
Se trata de reformas y todavía no de revoluciones. Pero ayudan a
crear las bases para proponer un paradigma distinto que no sea la
prolongación del actual, perverso y decadente.
*Publicado en Telesurtv.net
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