Históricamente, la restricción externa operó como un verdadero talón
de Aquiles en la economía argentina, imposibilitando el crecimiento
continuo de la actividad económica por períodos prolongados. Esta
situación se revirtió en la posconvertibilidad. Inicialmente debido a la
crisis y el derrumbe de las importaciones en 2002, pero luego gracias
al conjunto de políticas aplicadas a partir de 2003, que impulsaron las
exportaciones con crecimiento económico y generación de empleo sin
precedentes.
A diferencia de lo sucedido en la década del ’90, en la cual se
registró un déficit estructural en la balanza comercial, el superávit
alcanzado en los últimos años permitió sostener el saldo positivo de la
cuenta corriente, sin necesidad de recurrir al endeudamiento externo.
Sin embargo, la evolución reciente de esta última volvió a poner en
debate la cuestión de la restricción externa y los mecanismos para
sortear este inconveniente.
Tal como señalan varios especialistas, para fortalecer la economía
nacional ante un shock externo y alejar la amenaza de la restricción es
necesario, entre otras cosas, profundizar el proceso de sustitución de
importaciones, reducir el grado de extranjerización de la economía y la
dependencia tecnológica y redistribuir un mayor porcentaje de los
beneficios extraordinarios obtenidos por sectores privilegiados
vinculados con la explotación de los recursos naturales. Sin embargo, es
preciso tener en cuenta que la modificación del perfil productivo de la
Argentina y de su inserción en el mercado mundial implica una intensa
puja político-económica durante la cual, aun acelerando estos procesos,
también será necesario implementar una batería de medidas para obtener
las divisas que nos permitan sostener el crecimiento y el empleo.
La política comercial tiene un rol fundamental en este marco, si
bien es evidente que la tarea no es sencilla y que adquiere mayor
complejidad en tanto estamos atravesando la crisis internacional más
aguda desde la década del ’30. En este escenario, la creación de la
Secretaría de Comercio Exterior y la articulación de sus acciones con la
Secretaría de Comercio Interior reviste un carácter estratégico. Por un
lado, debido a la importancia de seguir desarrollando el mercado
interno en un contexto en el cual los países centrales intentan
socializar sus costos colocando sus excedentes exportables –a precio de
saldo– en los mercados de los países periféricos más dinámicos. Por el
otro, por la necesidad de intensificar el crecimiento de las
exportaciones como medio para acrecentar el superávit comercial y la
consecuente disponibilidad de divisas.
En este sentido, es preciso tener en cuenta que muchas de las nuevas
oportunidades de negocios aparecen en mercados “no convencionales”,
tanto por el extraordinario crecimiento que detentan los países
periféricos como por el magro crecimiento de los países desarrollados y
la profundización de sus tradicionales prácticas proteccionistas,
institucionalizadas en un asimétrico y desequilibrado sistema
multilateral de comercio. No deja de ser llamativo que los pregoneros
del establishment cataloguen de “exótica” la política de promoción
comercial intensificada en los últimos meses por el gobierno nacional, a
través de la organización de misiones comerciales a países emergentes
con economías complementarias. Dicha caracterización niega los efectos
de la crisis internacional y esconde aspectos elementales del régimen de
comercio multilateral, así como los cambios en el orden económico
internacional.
Ni siquiera parece convencerlos el propio FMI, cuando en su última
actualización de las Perspectivas de la Economía Mundial proyecta para
2012 un crecimiento de las economías emergentes del 5,6 por ciento y un
incremento de sus importaciones del 7,8 por ciento, mientras estima que
los países avanzados crecerán 1,4 y aumentarán sus importaciones el 1,9
por ciento, respectivamente.
Posiblemente, su membresía como parte del “club de los devaluadores”
o del “club de los endeudadores” sólo les permite proponer, junto a sus
viejas recetas económicas, un tipo de inserción en la economía mundial
digno de una colonia.
De todos modos, tal como sucedió en los últimos años, es posible
explorar caminos alternativos que nos permitan seguir alejando la
restricción externa y consolidando el crecimiento. La implementación de
una enérgica política comercial es, indudablemente, uno de los elementos
necesarios para conseguir este objetivo.
* Politólogo. Especialista en Economía Política (Flacso).
Publicado en Página12
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