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Con frío cálculo el mando contrarrevolucionario ordenó el
asesinato de nueve personas y numerosos hechos de violencia y
destrucción desde la madrugada del 15 de abril. Estados Unidos ensaya un
nuevo camino para derrotar la Revolución Bolivariana: la conformación
de un movimiento fascista clásico.
Una semana antes de la victoria electoral de Nicolás Maduro, a
propósito del ataque a artistas comprometidos con la Revolución, señalé
las diferencias entre macartismo y nazi-fascismo:
“Aquel –decía en esas líneas publicadas en Correo del Orinoco- opera
desde una relación de fuerza favorable al sistema que defiende desde lo
alto de una ideología totalitaria, en tanto éste aparece como recurso de
última instancia de un orden social acosado por las masas, a las cuales
el capital pretende responder también desde sectores de masas, buscando
organizar las capas más pauperizadas, inarticuladas y carentes de
conciencia, acompañadas por franjas de las clases medias”.
A partir de allí se apuntaba la dinámica previsible: “en tanto
expresión macartista (la agresión contra los artistas) tiene una
dimensión limitada. Pero es inexorable su metamorfosis en conductas
nazi-fascistas crudas y duras, no ya contra artistas, sino contra las
masas que impulsan la revolución”. Eso es lo que ocurrió tras la jornada
electoral.
A diferencia de no pocos partidarios de la Revolución, en el
Departamento de Estado midieron correctamente el significado de la
victoria revolucionaria en las urnas, respaldada por una movilización de
masas de magnitudes y duración sin paralelo. Y prepararon de antemano
la respuesta: enfrentar aquellas movilizaciones con una reedición
escuálida del fascismo, apuntalado por mercenarios extranjeros y
derroche de dinero para arrastrar franjas locales marginalizadas.
Disputa estratégica
Esa línea de acción estaba definida de antemano. Pero importa
subrayar su carácter de ensayo: por la misma naturaleza de la
movilización sin precedentes protagonizada entre el 9 de diciembre y el
11 de abril, por la relación de fuerzas entre las clases que ésta
instauró, el mando contrarrevolucionario descartó una ofensiva final
tras las elecciones. Sólo buscó poner sus mercenarios en movimiento y
medir la capacidad de respuesta de la Revolución. El multifoquismo no es
un movimiento fascista, sino un paso en el intento de construirlo.
Además, cabía la posibilidad de que una conducta errada del gobierno
bolivariano detonara hechos de violencia descontrolada, que hubieran
sido enderezados hacia la intervención extranjera en el conflicto
interno.
En cualquier hipótesis, la burguesía tenía un saldo ganancioso: si el
gobierno erraba, aquélla daba un salto en su estrategia
intervencionista militar; si no caía en la trampa, le dejaba un espacio
para actuar impunemente hostigando a las fuerzas de la revolución sin
que éstas pudieran emplear su capacidad de contraataque, con todas las
derivaciones que esto conlleva en el orden interno.
Es éste el punto actual. Y es aquí donde se plantea el cruce de
caminos para saber si el fascismo injertado brota o no en Venezuela; es
decir, si la contrarrevolución puede o no contar con base social
organizada para chocar de frente con la Revolución.
Aquí sí cuenta el resultado electoral. La intervención agresiva y
osada del imperialismo en la campaña electoral en ausencia de Chávez
logró, en proporción mayor a la esperada, desprender sectores de la
pequeña burguesía y partes desarticuladas de las masas desposeídas.
Explicar ese desplazamiento por errores y falencias de la Revolución es
como descubrir humedad en la lluvia. A menudo tales actitudes revelan
inclinación a rechazar la lluvia para no sufrir la humedad. Como sea, el
hecho es que esos sectores de la sociedad continúan ahora en disputa,
pero en condiciones diferentes. Y constituyen un desafío también
diferente para la Dirección Político-Militar de la Revolución.
Opciones
Todas las figuras prominentes del gobierno y el Partido Socialista
Unido de Venezuela, comenzando por Nicolás Maduro, han reiterado que no
habrá impunidad para los responsables materiales e intelectuales de los
nueve muertos, casi un centenar de heridos e innúmeros actos de
vandalismo. Respaldada esa posición por la voluntad de las masas
chavistas, es indudable que se llevará a la práctica y se procederá
judicialmente contra Henrique Capriles Radonski, Leopoldo López, Carlos
Ocariz, Armando Briquet y otros que llamaron a la violencia. Cuando esto
se ponga en marcha, en los próximos días, la ultraderecha intentará
recrudecer el accionar terrorista. Además, en entrevista publicada por
El Mundo de España y La Nación de Argentina Capriles ya adelantó su
línea de acción: cuando termine la auditoría del CNE exigirá nuevas
elecciones y justificará así la continuidad del accionar terrorista.
El imprescindible juzgamiento y condena de los responsables es sólo
un aspecto del problema. El desafío mayor está en la conducta a aplicar
frente a la continuidad de actos violentos encabezados por mercenarios
extranjeros y locales. En ese punto reside el ensayo que ahora comienza,
tras la primera semana de acciones terroristas: chequear el
comportamiento del gobierno y las fuerzas revolucionarias.
Sigue planteada la necesidad de no desbarrancarse por la vía de la
respuesta violenta a los comandos de ultraderecha. Al mismo tiempo, es
imprescindible impedir la continuidad de asesinatos y destrucción, dado
que esto tendría un doble efecto: por un lado desmoralizaría e
introduciría semillas de división en las filas de la revolución; por
otro, alentaría el desarrollo de los comandos de ultraderecha y su
avance hacia un movimiento fascista en toda la significación del
concepto, es decir, como fuerza con respaldo de masas en el accionar
violento contra las masas. Los llamados a la paz, a la reflexión, son
necesarios pero insuficientes. Hace falta algo más: capacidad de
disuasión y de autodefensa.
El Estado tiene todos los instrumentos para resguardar bienes y
personas amenazadas y, al límite, arrasar con los comandos
ultraderechistas: la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y
específicamente la Milicia Popular. Sin embargo, el verdadero
instrumento en esta fase de la confrontación es primordialmente de
carácter político: el Psuv y su posibilidad de intervención multiplicada
a través de Consejos Comunales y otros organismos de masas.
A contramano de valorables opiniones que desestiman o incluso
condenan al Psuv, he defendido la certeza de que en él reside la fuerza
que permitió dar continuidad al gobierno y la revolución durante la
prolongada enfermedad del comandante Hugo Chávez, articular el Polo
Patriótico y ganar las elecciones del 7 octubre, ganar luego la
gobernación en 20 Estados, sostener la movilización creciente de masas
durante cuatro meses y volver a ganar las presidenciales el 14 de abril.
Pero la nueva etapa plantea más exigencias. Los conceptos
fundacionales del Psuv, tanto como la práctica desarrollada en su corta
existencia,lo habilitan para afrontar este desafío histórico. Su
dirigencia está llamada a revitalizar la vida interna del Partido más
grande e importante de América Latina, ordenar el debate, informar a la
militancia, seguir con criterio científico la coyuntura y trazar día a
día la línea de acción. Para esto el Psuv necesita un medio de prensa
propio que informe, instruya, eduque y organice. Y asuma el accionar
político y de autodefensa imprescindible para cortarle el paso al
movimiento fascista impulsado por Washington.
Cabe a la militancia antimperialista en América Latina contrarrestar y
vencer la campaña de desinformación y calumnias lanzada por la
Internacional Parda y los medios de prensa a su servicio. Todos
deberíamos empeñarnos en esta gran batalla de alcance estratégico".
*Publicado en Telesurtv.net
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