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Estaba
por ingresar a mi habitual columna en Radio Nacional de Mendoza,
cuando, durante la espera telefónica, el periodista Santiago Giménez le
responde a un oyente que no tiene nada de malo que un colaborador
solidario con los inundados de La Plata se identifique con una pechera
política. Yo no podía creer lo que escuchaba. No podía creer, que, ante
la angustia de haberlo pedido todo y el valor de la ayuda desinteresada y
militante, alguien pudiera darle alguna importancia al color de una
pechera.
De todos modos, puede haber dos móviles para esa actitud. Uno es no
entender muy bien de qué se trata comprometerse luego de una
catástrofe. Y el otro es que, precisamente por entenderlo bien, se lance
una nueva ofensiva contra la política. Me pasa con mis amigos,
algunos de los cuales compraron el "Son todos chorros".
Ahora bien, tomemos una de las dimensiones posibles del concepto
"política", como el ocuparse de la cosa pública. Aquí cabe una
explicación tan simple como esta: todas las personas, aun las que
aborrecen la política y sólo se concentran en ser exitosas en el ámbito
privado, transitan por las calles, compran automóviles, llevan a sus
hijos a la escuela… ¿Quién se ocuparía de cosas tan simples que llevamos
incorporadas, como instalar un semáforo, registrar el patentamiento de
los vehículos, abonar los salarios docentes o equipar las escuelas, sino
aquellas y aquellos que sienten una vocación por las cuestiones
públicas? Llevado a este plano, rechazar la política implicaría algo tan
elemental como desatender los servicios públicos que todas y todos
utilizamos.
A esa atención hacia lo público le caben tres grandes móviles
posibles: el hacerlo por mero compromiso laboral, el hacer de ella un
negocio o el cumplirla a partir de la vocación por lo social.
Dicho esto, me traslado ahora a las últimas inundaciones de La
Plata, mi ciudad. De cara a los hechos consumados, se movilizaron cuatro
instancias con miras a sofocar los enormes daños producidos. Las
instituciones estatales, las organizaciones sociales, la militancia
política y el voluntariado anónimo. Las organizaciones sociales y el
voluntariado, más allá de la filiación o no de cada persona, no tienen
necesariamente una adscripción partidaria permanente. Me refiero, por
ejemplo, a la Cruz Roja, a organizaciones de boy scouts, a grupos de
médicos, a centros de fomento, sindicatos, etcétera. Pero el Estado, que
en cada período está ocupado por un gobierno con un color político
determinado, y los militantes políticos, sí tienen una filiación
precisa.
En este sentido, siempre tiene el Estado una responsabilidad. Pero
no da lo mismo cuál es la concepción política y social más profunda de
quienes lo conducen en cada momento concreto, para determinar la
impronta que tendrá esa acción social del Estado, frente a una
catástrofe.
En una reciente reunión con Nuevo Encuentro, el Secretario Legal y
Técnico de la Presidencia, Carlos Zanini expresó un concepto de profundo
contenido: "Cuando se gobierna, no hay problemas chicos." Y esto es
así, sencillamente, porque todos los problemas son humanos. Y si un
problema es humano, es decir, si corresponde a un dolor, a una necesidad
o a un derecho de una persona, entonces, es importante. Y la dimensión
humana tiene que volver a la política. Y la política tiene que volver a
humanizarse. Y cuando está presente la dimensión humana, también pueden
estar presentes, eventualmente, el error, el reconocimiento del error y
su reparación.
Por lo tanto, cuando un Estado está conducido por un gobierno que
sostiene esa convicción, el tratamiento de los problemas, y entre esos
problemas, esta última catástrofe, se abordan desde una perspectiva de
intenso compromiso humano y social. Y esa misma valoración es la que se
traslada a la militancia política, predominantemente joven, que adhiere a
este gobierno y al liderazgo de nuestra presidente, y que está
desempeñando un papel tan importante en la reparación de los daños
sufridos por miles de compatriotas.
No podría decir que todo fue perfecto. Nunca lo será. Tampoco lo es
mi vida, ni creo que nada lo sea. Pero sí valorar que no hubiera sido
lo mismo sin Estado y sin militancia. Y no hubiera sido lo mismo con
otro gobierno en el Estado y con otra militancia. Valoremos que este
drama se topó con una mujer que preside un gobierno con un claro sentido
del compromiso y la gestión. Y que le imprime esa misma dinámica a los
miles y miles y miles de jóvenes enamorados de este momento de la
Argentina y de este proyecto político. Imaginemos sino cuál hubiera sido
la alternativa. Seguramente, la farandulización de la catástrofe. Una
catástrofe cuya reparación, en vez de ser conducida desde un gobierno
con convicción y vocación social, hubiera sido conducida por un programa
de TV en continuado durante 24 horas, cuyos animadores estrella
hubieran estado –o los hubieran obligado a estar– pendientes de la
imagen, el rating y la cotización del minuto de publicidad, y para
quienes el drama de las ciudadanas y ciudadanos hubiera sido sólo una
excusa, probablemente más noble que otras, para estar en pantalla. Y
allí terminaba todo el compromiso...
Por delante quedan, como asignaturas pendientes, anticipar,
prevenir, planificar y coordinar. Entre las diferentes instancias del
Estado, y de estas con la sociedad civil. Pero valoremos que, en medio
de tanta desolación, quien se puso al frente de la reparación fue este, y
no otro Estado. Este, conducido por una presidenta como Cristina, y con
un despliegue militante comprometido con lo social, y no con las
empresas o las cámaras de TV, como hubiera ocurrido con los yuppies u
otros modelos impuestos a la juventud, no hace tanto tiempo.
Vayamos por más y mejor política. Por una política que,
precisamente por ser humana, admite el error y brega por su reparación. Y
que también por ser humana, hace sentir orgullosos a los jóvenes de
vestir sus pecheras.
*Publicado en Tiempo Argentino
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