He defendido en muchas ocasiones lo que reza el título de
este artículo, que el fascismo económico es la antesala del político. Es
más, es condición necesaria. Pero también hay que advertir que el
fascismo económico, la libertad absoluta del mercado, su poder omnímodo,
procede de decisiones políticas.
Es decir, que no hemos llegado a este
estado de forma determinista, como diría un partidario del determinismo
económico de la historia, sino a través de una relación entre decisiones
e ideologías políticas y determinaciones económicas. En todo caso lo
que sucede es que lo que se ha instaurado a nivel mundial, y que más que
nadie sufre hoy Europa, es un fascismo económico. Cuando hablo de
fascismo me refiero a totalitarismo, fascismo lo utilizo como metáfora
porque todo el mundo sabe lo que significa y conlleva de fanatismo,
dogmatismo y violencia, así como de exclusión del hombre. Pues bien, el
fascismo económico nos ha llevado a un estado tal en el que la política
es innecesaria o está al servicio del mercado, obedece sus órdenes. Los
mandatarios de los diversos países insisten en que sus decisiones son
exigencias del mercado o del BM o BCE, en fin, que vienen determinadas y
no tienen ni libertad, ni margen de acción. De ello se deriva,
entonces, que el ciudadano no es más que una marioneta del poder
económico, mediatizado por la retórica del poder político, que cada
cuatro años vota, para justificar la democracia y, por otro lado, dejar
las manos libres al poder económico y al político. Hay que tener en
cuenta que el poder político, no sólo es que sea connivente con el
económico en su ideología, en este caso neoliberal, sino que tiene
intereses particulares, los políticos de altura están y pertenecen a los
consejos de administración de las grandes multinacionales. No es ya
sólo la partitocracia, que los políticos gobiernen para el interés del
partido, que también, sino en su propio interés individual.
Este es el panorama del fascismo económico que tiene como dogma el
capitalismo y éste, el crecimiento. Capitalismo sin crecimiento es
imposible de entender, por eso, incluso aquello que llaman desarrollo
sostenible es y entra dentro del capitalismo. Y éste es el error del
capitalismo, el crecimiento no puede ser ilimitado, esto viola las leyes
de la física. Es más, ya se han violado. No es que hayamos vivido por
encima de nuestras posibilidades, como nos dicen los políticos y
banquero hipócritas, sino que hemos crecido por encima de los límites
del planeta a costa de su desmesurado e irracional enriquecimiento. Y
por tanto ya no se puede crecer más, es el fin del capitalismo. Y es a
lo que estamos asistiendo. Pero, claro, este fin del capitalismo trae
aparejado el fascismo político. Todo aquello que desde los movimientos
sociales, obreros, desde el movimiento sindical fuerte, desde la
izquierda auténtica y desde el sentido común político habíamos
conseguido (derechos sociales y laborales, además de la dignidad de la
persona en tanto que tal), lo estamos perdiendo. Es más lo estamos
perdiendo desde hace tres décadas, lo que sucede es que desde esta
crisis que nos ha llevado a la recesión se ha hecho absolutamente
visible, fundamentalmente por la rapidez con la que se están haciendo
las cosas. Esto hace que el ciudadano tome conciencia de que se le está
arrebatando su dignidad y derechos sociales. De tal manera que, a base
de decreto, lo que se está instaurando, en nombre de un modelo económico
finiquitado: el capitalismo, es un totalitarismo que establece una
desigualdad entre los ciudadanos y una privación de los derechos
básicos, ambas cosas en sanidad y educación, que son los ámbitos
fundamentales. Estamos asistiendo a un apartheid. Una profunda
discriminación y brecha social. La partitocracia oligárquica se ha
transformado en una plutocracia. Por otro lado, los derechos de los
ciudadanos a las protestas están siendo conculcados, se pretende reducir
la democracia al acto del voto y eliminar el diálogo y la protesta en
la cale. Es decir, que con ello, lo que se está es eliminando tanto al
ciudadano como a la democracia. Estamos ante una pendiente resbaladiza,
porque la situación no va a mejorar, hemos trascendido los límites del
planeta, el hambre asola a dos quintas partes de la humanidad y ahora
enseña su rostro en los países ricos. Mientras, el tardocapitalismo
sigue empeñado en la utopía negativa del crecimiento. Éste es el camino
para estrellarnos como civilización.
*Publicado en Telesurtv.net
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