Si hay un negocio que tiene el futuro garantizado, no es otro
que el de la alimentación. Se puede prescindir de todos los objetos que
nos rodean y que supuestamente nos hacen la vida mejor, sin embargo,
llenar el estómago siempre será una obligación. Así lo han entendido
esas pocas multinacionales que controlan el comercio de alimentos y los
inversionistas que han volcado su dinero en los mercados agrícolas.
Sea como sea, algunos cálculos ya establecen que en África se
han tramitado proyectos por una extensión total de 67 millones de
hectáreas (la superficie conjunta de Italia y Alemania).1
Los atropellos se han sucedido sin parar y aquellos maravillosos
beneficios que gozarían los pueblos que se amoldarían a la nueva
inversión agrícola, se han quedado en papel mojado. De esta forma, las
personas desalojadas de sus tierras se cuentan por decenas de miles.
Además se han reportado expulsiones violentas, encarcelamientos,
procesos judiciales contra campesinos, precariedad laboral en los
nuevos proyectos agrícolas, acaparamiento de otros recursos naturales
como el agua, deforestación de bosques, alteración de cauces en ríos,
etc.
Los muchos discursos de la FAO
La FAO,2 como buena hija de Naciones
Unidas, acoge todo tipo de ideas por muy contradictorias que puedan
ser entre ellas. Por ejemplo, ante la reciente crisis alimentaria en
Sudán del Sur, el responsable de este organismo en el país africano
manifestaba que “Hay que lograr que las familias tengan en primer
lugar acceso rápido a alimentos inocuos y nutritivos, así como a otras
necesidades básicas (…) Podemos hacerlo ayudando a la gente a retomar
las actividades agrícolas, ganaderas y de otro tipo en las que basan
sus medios de subsistencia”.3
La realidad es que si se quiere ayudar a la gente a retomar
sus actividades agrícolas, habrá que garantizar las tierras, las aguas y
los recursos económicos. Por eso este escenario propuesto por el
responsable de la FAO en Sudán del Sur, choca de frente con el masivo
acaparamiento de tierras en el continente, que está ayudando a la gente
a abandonar las actividades agrícolas, ganaderas y de otro tipo en las
que basan sus medios de subsistencia.
Sin embargo y a pesar de la gravedad de los hechos, la FAO
también apoya sin titubeos el acaparamiento de tierras. Junto al Banco
Mundial o el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, trabaja en los
“Principios para una inversión agrícola responsable”. Como se
desprende del propio título, para estos organismos el acaparamiento de
tierras es una inversión que para las naciones empobrecidas deparará,
supuestamente, ciertos beneficios como puestos de trabajo, transferencia
tecnológica, infraestructuras rurales, seguridad alimentaria, etc. En
general, el brazo filantrópico y propagandístico de la nueva inversión
agrícola, no ofrece nada que no se haya escuchado mil veces para
justificar la inversión extranjera en general, y nada que no se
escuchará por ejemplo hace un siglo, cuando ciertas transnacionales
fruteras transformaron estados independientes centroamericanos en
“repúblicas bananeras”. A día de hoy y como se decía antes, los
atropellos y las expulsiones se imponen a las benevolencias.
Y hablando de benevolencias, dejen que les cuente un caso. En 2009, la empresa suiza Addax Bioenergy arrendó 20.000 hectáreas en Sierra Leona para cultivar caña de azúcar y generar bioetanol.4
Se ha denunciado que las comunidades no fueron consultadas para ver si
accedían a arrendar sus tierras y el acuerdo fue secreto entre la
compañía y el consejo de la aldea. Las cosechas de algunos campesinos
fueron destruidas y la indemnización recibida fue tres veces inferior
al precio real. Los agricultores han revelado que ahora tienen que
recorrer varios kilómetros hasta llegar a las nuevas tierras que les
asignaron y se ha constatado que la empresa no está cumpliendo sus
compromisos sociales (empleo, mejora agricultura local, etc.). Estos
datos fueron recabados por miembros del Consejo de Iglesias de Sierra
Leona y por un activista de derechos humanos, que además estuvieron
acompañados en el terreno por una ONG local. El Observatorio del
Derecho a la Alimentación y la Nutrición tomó estas reseñas y las
incluyó en un informe sobre acaparamiento de tierras que publicó en
2010.5
Se explica esto porque en marzo, la FAO hizo públicas una
serie de noticias sobre el “Proyecto sobre la bioenergía y criterios e
indicadores para la seguridad alimentaria” (BEFSCI, por sus siglas en
inglés). Este proyecto es financiado por el Ministerio Federal Alemán de
Alimentación, Agricultura y Protección del Consumidor, y según la
información contenida en la web de la FAO, pretende desarrollar “…
una serie de criterios, indicadores, buenas prácticas y opciones
políticas sobre el desarrollo de la bioenergía moderna que promueve el
desarrollo rural y la seguridad alimentaria…”.6
Huelga decir que este proyecto es un espaldarazo claro al
desarrollo de los agrocombustibles y al acaparamiento de tierras.
Demagógicamente relaciona el cultivo energético con la seguridad
alimentaria, obviando la tragedia de un continente, África, que debe
importar decenas de millones de toneladas de alimentos básicos. Sin ir
más lejos Sierra Leona, el país donde desarrolla sus actividades Addax Bioenergy, ha llegado a destinar el 24% de su PIB para importar comida.7
La cuestión es que en uno de los materiales de BEFSCI,
titulado “Buenas prácticas socio-económicas en la producción moderna de
bioenergía”, se menciona el caso de Addax Bioenergy como un
ejemplo de nitidez, participación ciudadana, solidaridad, etc. Las
benevolencias de la compañía suiza que se mencionan en este manual
fueron aportadas por productores locales, aunque sin ser contrastadas
por la FAO. No hay duda de que algunos lugareños se han podido
beneficiar de los proyectos de Addax Bioenergy, pero no se
entiende que una organización de Naciones Unidas se olvide de la otra
cara de la moneda, de los otros testimonios y de las injusticias. No se
entiende que un proyecto de la FAO utilice este controvertido ejemplo
como un modelo a seguir, sin comprobar los hechos. Incluso llegó a
utilizar en sus informes una fotografía que aparece en la web de Addax Bioenergy, en la que se ve a acaparados y acaparadores dándose la mano amigablemente.8
Este hecho no tendría la menor importancia si se hubiera indicado el
origen de la instantánea. Pero no hacerlo y además reconocer que no se
contrastó la información, permite pensar que los datos fueron
recopilados de una sola fuente, sin valorar las graves irregularidades
que algunas organizaciones han desvelado.
Las directrices voluntarias sobre la gobernanza responsable de la tierra
El Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de la FAO (CSA) fue
reformado en 2009 para proporcionarle más versatilidad, peso
específico y capacidad de decisión para la creación de políticas
relacionadas con la seguridad alimentaria. El logro más importante de
esta reforma fue el espacio de participación que se proporcionó a las
partes interesadas, especialmente a las que se ven más afectadas por la
inseguridad alimentaria.
Desde hace tres años, se vienen discutiendo y consensuando en
el seno del nuevo CSA, las directrices voluntarias sobre la gobernanza
responsable de la tierra. Estas directrices pretenden salvaguardar el
acceso a la tierra y a otros recursos naturales para los sectores de la
sociedad más vulnerables, y ayudarán a que los estados que se ven
afectados por el acaparamiento de tierras puedan legislar para
garantizar estos derechos.
El pasado 11 de mayo y tras muchas reuniones, las directrices
fueron aprobadas por los estados, el sector privado y los colectivos
sociales que habían participado en su elaboración dentro del CSA. Las
primeras reacciones de las organizaciones sociales involucradas -que
representaban en algunos casos a millones de campesinos y agricultores-
han sido positivas porque por una parte se han aprobado unas pautas que
pueden ayudar a frenar la impunidad reinante hasta el momento, y por
otra, consolida el CSA reformado como un espacio de participación y
toma de decisiones.
No obstante, algunos colectivos sociales también han
manifestado que las directrices se quedan cortas en muchos aspectos,
siguen legitimando el acaparamiento de tierras y pueden entenderse de
manera desigual dependiendo de los actores. Todo, porque la acción de
ciertos estados y sobre todo del sector privado, obligó a consensuar
ciertas posiciones ambiguas y muy generales, y por eso al final,
tuvieron el mismo peso los intereses de aquellos que se juegan el poder
comer y trabajar, que los intereses de aquellos que si no invierten en
agrocombustibles en África lo harán en factorías chinas de alpargatas y
bolígrafos. Muy democrático sí, pero muy asimétrico también.
*Investigador asociado de la Cátedra “Tierra Ciudadana - Fondation
Charles Léopold Mayer”, de la Universitat Politècnica de València.
Autor del libro El parque de las hamacas. Artículo de la serie “Crisis Agroalimentaria”
1-INTERMON OXFAM: “Intermón Oxfam advierte de que la actual compra masiva de tierra está sumiendo a miles de personas en la pobreza”, 22 de septiembre de 2011.
2-Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
3-FAO: “Elevada inseguridad alimentaria en Sudán del Sur”, Juba/Roma, 8 de febrero de 2012.
5-“Hambre y acaparamiento de tierra en Sierra Leona”, en el
informe “El acaparamiento de tierras y la nutrición, desafíos para la
gobernanza mundial”, Observatorio del Derecho a la Alimentación y la
Nutrición, 2010.
7-MARTÍN, M.A.: La agricultura africana, Los libros de la Catarata y Casa África, Madrid, España, 2012, pag. 83.
8-BEALL, E. y ROSSI, A.: “Buenas prácticas socioeconómicas en la producción moderna de bioenergía”, FAO, Roma, Italia, año 2011, pag. 3. http://www.fao.org/docrep/015/i2507s/i2507s00.pdf
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