martes, 14 de julio de 2020

EL AZAR PLANIFICADO

Imagen de "Diferenciador"
Por Roberto Marra
Que una maceta caiga desde un balcón justo sobre la cabeza de un peatón, es un hecho indudablemente azaroso. Pero que esa maceta estuviera en peligro de caerse, sin que su dueño lo advirtiera y asegurara para impedirlo, ya no parece serlo demasiado. Es que todo azar tiene un correlato de previas acciones que llevan al desencadenamiento del acto que, aunque no fueran realizadas con el propósito del suceso en cuestión, lo generaron. De ahí que las casualidades, se dice, no existen.
En economía y en política, esto último es un axioma irrefutable, comprobado a lo largo de la historia, sufrido por las mayorías que, en general, desconocen los elementos reales con los que se generan los resultados que padecen después. También aquí existen siempre correlatos ocultos en los procesos que termina afectando a la sociedad, aunque siempre mucho más a unos que a otros. Otra “casualidad” inherente al sistema donde se desarrollan estos actos derivados de intereses de los que dominan, casi siempre perversamente, al resto de sus conciudadanos.
Muchos hombres y mujeres padecientes de semejantes injusticias, terminan no soportando tanta “casualidad permanente”, por lo que en algún punto, si existe aún algo parecido a lo que se denomina “democracia”, logran colocar al frente del gobierno a figuras que responden más a sus necesidades que los vulgares agentes del Poder que acostumbran a ocupar esos cargos. Sin embargo, los fabricantes de “azares” nunca se retiran a sus “cuarteles de invierno”, sino que arrecian con sus virulencias hacia el nuevo gobernante, si éste llega a mostrarse alejado de los métodos y objetivos que les son indispensables para continuar con sus saqueos.
La denominada “prensa hegemónica”, hoy día convertida en el eje donde giran todas las elucubraciones destituyentes o, al menos, retardatarias, proceden a minar el camino de recuperación de derechos populares que pueda llegar a proponerse. La presión es elevada a diario para corroer las bases de las intenciones positivas que se puedan haber planteado, impidiendo el desarrollo virtuoso hacia otro estadío social, más justo para las personas y dinámico para la economía en general.
Tanta capacidad de daño termina por hacerse sentir, originando quedos y retrocesos que cortan el suministro de confianza de los sectores ilusionados con una vida de dignidad poco o nunca alcanzada. La razón de ser de la campañas mediáticas afloran aquí con la fuerza de un tsunami, llevándose por delante esperanzas y cimientos todavía débiles para soportar tanta fuerza arrasadora del Poder y sus ejércitos de mentiras programadas.
Todo esto es más que conocido por quienes asumen la responsabilidad de gobernar en nombre de su Pueblo. Saben, mucho antes siquiera de ser candidatos, que sus actos de gobierno serán obstaculizados, bombardeados y destruídos, si se les da espacio a sus demandas incoherentes con las metas de reconstrucción política, económica y social.
Pero el viejo y conocido “azar” vuelve a aparecer por ahí, introduciéndose entre los mismos funcionarios recién llegados mediante las repetidas figuras de eso que se conoce como “establishment”, un rejunte de obscenos acaparadores de dinero a costa de los más débiles de la sociedad a la que esquilman con el fervor de los genes diabólicos que los sustentan. Vuelven una y otra vez a soplarle a la oreja del presidente qué y cómo hacer en su tarea de gobernante. Regresan cada día para impulsarlo hacia el abismo que antes cavaron con sus “trolls” en las mentes debilitadas de los que solo odian.
Las dudas y las debilidades aparecen en todas las personas, pero cuando lo hacen en los que tienen a su cargo el destino de toda una sociedad y carga con la esperanza atrasada de millones de votantes, los resultados pueden llegar a ser catastróficos. E irreversibles, en algún punto. Para que aquellas no aparezcan o, al menos, no prosperen en acciones, son los mismos seguros perjudicados quienes deberán hacerse cargo de sostener, con más fuerza que nunca, al proceso que se pretenda poner en marcha. Son sólo el Pueblo y sus organizaciones quienes podrán levantar el imprescindible muro de contención a toda la inmensa depredación del futuro que una nueva derrota significaría.
El enemigo del Pueblo se mueve con rapidez, sagacidad y capacidad económica inconmensurable. Su infantería mediática ha sido construída con la precisión necesaria para hacer temblar las convicciones y fabricar enemigos entre los mismos sojuzgados. Marca cada minuto de la agenda de los gobernantes, haciéndolo olvidar de la razón primigenia que lo colocara en ese lugar. Solventa solapadamente a figuras del periodismo que terminan haciéndole un flaco favor a quienes dicen defender, convertidos en voceros (conscientes o inconscientes) de los temas que les resultan necesarios al Poder para derribar al gobierno popular.
Abajo, bien abajo, donde el barro ha intentado sublevarse siguiendo las huellas narrativas del gran Scalabrini Ortiz, puede llegar la desilusión, el desengaño, el agotamiento espíritual que, conjugado con el ya sufrido material, desate el abandono y la desidia en la defensa de su gobierno, al que eligieron para intentar regresar a ese futuro que alguna vez vivieron sus ascendientes. Ahora es cuando la mirada profunda sobre estos eternos desarrapados, el oído atento a sus sufrimientos y la coherencia absoluta con las convicciones que lo pusieron en ese sitio de honor popular, deberá desatar la palabra certera que eleve la confianza, el acto justo que desarme a los poderosos de sus engreimientos insufribles y acabe con el maldito “azar” de sus regresos eternos.


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