Imagen de "Todo Riesgo" |
Por
Roberto Marra
Un
“baremo” es una serie de reglas o convenciones establecidas con
el fin de poder evaluar hechos, comportamientos o capacidades de los
individuos. Como se trata de números que deben reflejar criterios
relacionados con los sujetos “estudiados” o “relevados”,
realizados por otros sujetos que (se supone) poseen capacidades para
determinar los números que evalúen a aquellos, son de una muy poco
probable “objetividad”, por más que se lo establezca a través
de tablas o diagramas de pretendida neutralidad.
¿Quién
elaboró los “baremos” en uso? ¿De dónde salieron esos números
que sellan la suerte de miles de personas que visitan los tribunales?
¿Cómo estar seguros de que están basados en estudios estadísticos
serios? ¿Cuándo se hicieron semejantes determinaciones, con qué
base programática, qué fines perseguían los autores, cuales fueron
la circunstancias históricas y culturales que atravesaban esos
momentos?
Difícil
encontrar respuestas en el mismo Poder Judicial, intrusado desde su
nacimiento por cuestiones de clase que impermeabilizaron su
concepción oligárquica. Complicado descifrar sus códigos
rebuscados, sus fraseos seculares, su románico idioma de pretendida
superioridad imperial. Arduo resulta mellar sus corazas leguleyas,
trabajo que, además, protagonizan una gran cantidad de interesados
en pertenecer a ese cerrado círculo de omnipotentes miembros de “La
Justicia”, por lo que los resultados siguen siendo negativos para
la mayoria de los ciudadanos sometidos a sus arbitrariedades.
Con
números y letras, con palabras y códigos, con tablas y signos, se
marcan a los individuos que caen bajo las garras del poder judicial.
Con esos estigmas se asegura lo que no se puede confirmar por métodos
de verdaderas concepciones objetivas. Y allí terminan o empiezan los
padecimientos de los sujetos involucrados, valorados por sabiondos de
academias o arreglos espúrios de bares y cafés.
En
ese barro transcurre y se desarrollan los actuales manoseos jurídicos
que tratan de enchastrar a los enemigos del Poder. Son con esos
métodos y a través de esos oscuros personajes devenidos en jueces y
fiscales de la Nación, que se actúa en nombre de leyes que se
retuercen lo suficiente para lograr sus objetivos de acabar con los
menores atisbos del valor “Justicia”.
No
se contentan con derramar el ácido asesino sobre las letras
protectoras de los derechos. No les basta decidir la muerte social de
ciudadanos honestos con el único fin de prolongar la agonía de un
sistema cuya corrupción se huele a poco de acercarse a él.
Necesitan aplicar sus máximos rigores de eternos injustos, para
eliminar del camino de la repetición permanente de sus daños
materiales y morales, a los y las mejores de esta Patria
descuajaringada.
Parece
que ha llegado la hora de elaborar un nuevo cuadro de reglas y
convenciones. Uno que tenga como centro al ser humano, su libertad y
su honra. Uno cuyos números determinen el nivel de inserción en la
sociedad, para impulsar su inclusión absoluta. Uno que ejerza el
control sobre los pretendidos dueños de casi todo, hasta nivelar sus
capacidades de presión sobre el resto de los ciudadanos. Uno que se
atreva, por fin, a terminar con la injusticia de la “justicia”,
desaloje a los prebendarios ocupantes de sus privilegios y comience a
pasar por el corazón las razones que programen a este nuevo
“baremo”, nacional y popular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario