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Por
Roberrto Marra
La
burla, el desprecio, los gritos, el sarcasmo, la soberbia, la
altivez, la petulancia, forman parte indisoluble de los personajes
que constituyen el elenco del drama que se está poniendo en escena
desde hace más de tres años. Sus sonrisas no alcanzan a disimular
sus odios, ni sus saludos a la nada misma pueden cautivar a nadie,
salvo a los imbecilizados a fuerza de inyecciones diarias del
“medicamento” mediático recetado por los “galenos”
imperiales, creadores de esas mágicas fórmulas que terminan con las
conciencias.
Sin
embargo, a pesar de la agonía manifiesta en cada rubro de la
economía, en cada rincón de la Patria trabajadora, en la
destrucción de las expresiones más claras de soberanía, en el
abandono de los más débiles y en el “olvido” de las más
elementales funciones del Estado, se sigue diciendo que hay una alta
probabilidad que el actual presidente pueda ser re-electo.
Todas
las encuestas que se muestran lo ponen en esa dirección, le auguran
esa posibilidad, aún cuando esté en segundo lugar detrás de su
enemiga mortal. Inexplicablemente para el sentido común, existe
(según esos sospechados “sondeos”) un porcentaje de la población
capaz de sostener a este representante de Lucifer para darle la
oportunidad de continuar con sus fechorías.
No
es extraño que la legión de oligarcas y su ejército de engreídos
mediopelos deseen tal cosa. Un poco más raro es que algunos eternos
desprevenidos de la realidad de los sectores populares duden ante
semejante disyuntiva. Pero de eso se encargan los periodistas
famosos, siempre atentos a no perder sus espacios, para lo cual
envilecen el aire y las pantallas con supuestos “debates”, donde
aparecen en escena reconocidos propagandistas de la más acérrima
ortodoxia económica, algunos que han envejecido en los estudios de
televisión, que parecen los livings de sus casas. Con ellos juegan a
adivinar las prosperidades de la continuidad del bailarín de cumbias
o los peligros de la ruptura del rumbo por la presencia de algún
“populista”. O, peor aún, de “Una populista”.
Les
basta con muy poco esfuerzo para hacer germinar la semilla de las
dudas. El trabajo de la oscuridad mediática lleva muchos años
sembrando rencores contra lo que jamás sucedió, desprecio a los
benefactores de las vidas de los odiadores, silencio sobre sus
propias y auténticas corrupciones, ahora destapadas por la
verborragia incontenible del espía de la embajada.
Por
las dudas que fracase el “plan A”, tienen sus variantes, tan
perniciosas y de mayor grado de embuste que las existentes. Su
alternativa “blanca” está al acecho, se autopondera como el
mejor de los pseudo-opositores, se autoproclama, como el “Guaidó
argentino”, respaldado por su fugaz servicio como ministro de un
Presidente que le ordenaba sus funciones, además de la ayudita
mediática de los que lo presentan como el “serio y respondable”
candidato de la “oposición”.
No
seguros del todo, tiene también sus “rebusques electrónicos”.
Los juegos informaticos parecen ser la variante que les provea los
votos que no obtengan en las urnas. La “truchada” electiva forma
parte de semejante entelequia continuista, mediante el uso de las
tecnologías que bien han sabido utilizar en sus correrias
electorales anteriores.
Con
ese panorama se enfrenta el Pueblo a estos meses donde se juega el
futuro de la Nación. En medio de ese enchastre informativo y
atravesado por la miseria a la que es sometido, deberá hacerse cargo
de decidir el destino de la Patria. No sería demasiado complicado si
se tratara solo de votar. Pero ese simple acto de esta democracia a
medias que padecemos, se ha transformado, por efecto de las ruindades
mediáticas y las ineficacias de las acciones de los opositores de
verdad, en un duro proceso de comprensión de la realidad, con muy
pocos datos reales y con muchas decepciones acumuladas.
No
existe otra alternativa que la verdad. Una que se construya desde la
cultura de la solidaridad con los que sufren, con las palabras de los
que saben y con la acción conjunta de los que se sienten partícipes
de la historia que les toca vivir. La unidad es una linda palabra,
pero careciente de sentido si solo se la expresa como parte de un
engañoso método de intercambio de favores entre líderes. La
participación expresa muy poco si se la ve simplemente como ayuda
para el logro de un triunfo electoral.
Es
el protagonismo de las mayorías populares, es la acción real y
vigilante de todo el Pueblo la que hará posible vencer a este
enemigo despiadado. Es su presencia antes, durante y, sobre todo,
después de las elecciones, en las calles de la honestidad, en las
avenidas de la coherencia, en las vías del honor y el respeto a lo
prometido.
Puede
ser que allí se encuentre, por fin, con la traza de esa vieja
esperanza, siempre mencionada y muy pocas veces cumplida, de la
Justicia Social. Una utopía que vale la pena sostener como bandera
si se pretende acabar para siempre con el reinado de los vendepatria.
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