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Por
Roberto Marra
Para
ser catalogado como un economista “serio” en estas épocas de
acérrimo conservadurismo capitalista, quien así lo pretenda deberá
empezar por mostrarse distante del gobierno cambiemita y también de
la oposición. Así lo hacen esos especímenes que suelen atiborrar
de palabrerío economicista las pantallas, con el resguardo y la
complicidad de los conductores y conductoras de esos programas de
supuestas ecuanimidades ideológicas que, por supuesto, nunca son
tales.
Una
particularidad se manifiesta siempre en sus intervenciones: la de
superponer sus voces a las de sus interlocutores, de manera de hacer
imposible razonar las diferencias y elaborar los datos gritados a
propósito para confundir a la audiencia. Nada de sus actuaciones son
casualidades ni desprovistas de previos ensayos. Todo está pensado
para desarmar a sus enemigos ideológicos que, a su vez, caen casi
siempre en sus trampas verbales, alimentando todavía más las
incertidumbres de quienes los escuchan.
Gritos
sobre gritos, se desvanece la posibilidad de esa pretenciosa
“ecuanimidad” periodística, que pronto termina “mostrando la
hilacha” de sus pensamientos (o las de sus patrones), tratando de
mostrar a los entrevistados opositores como antidemocráticos en el
uso de la palabra, que monopoliza en forma permanente el “economista
serio”.
Los
panelistas opuestos al verborrágico expositor de los intereses del
Poder, terminan convertidos en claque de este personaje, ante la
imposibilidad de desarrollar sus posiciones, cortados rapidamente por
los conductores para evitar la total comprensión de sus dichos. Todo
está armado como parte del “circo” comunicacional que arrasa con
la verdad, para envolver las conciencias de quienes escuchan en una
cáscara de odios y rencores hacia lo que no se comprende, pero se
detesta.
Hay
que admitir que la tarea de estos acomodados “teóricos” de la
economía del mercado es compleja. Tienen que destruir la realidad,
hacer añicos la verdad, corromper el conocimiento y desvalorizar
doctrinas de probadas eficiencias. Su labor es realmente valiosa para
el Poder, desarmando la estructura político-económica de mayor
correspondencia con las auténticas necesidades populares.
Cuentan
con la invalorable colaboración de quienes se erigen en “oposiciones
serias”, sus gemelos políticos, que se presentan como parte de una
oposición que, de tan lavada, destiñó su origen y sepultó su
ideología en el fango de las prebendas cómplices que los mantienen
en lo alto de una ola que ahoga a sus supuestos defendidos.
La
soberbia es parte primordial de esta “raza” de “serios”. Sus
altiveces sin respaldo en los conocimientos ni en la ética,
sobreactuadas hasta el paroxismo, les ayudan a elaborar un halo de
superioridad imposible, pero sostenida por el acompañamiento
mediático, sin cuya intervención sería muy difícil la
trascendencia de estos minusválidos mentales.
Pero
allí van, siempre al ataque, siempre tapando las otras voces con sus
improperios, siempre con sus sonrisas socarronas, escondiendo sus
complicidades con el genocidio económico de la población, con la
desaparición misma de la Nación, entregados solo al escarnio y la
maledicencia de los oponentes, buscando un lugar en la historia, que
los sabrá ubicar allá en el fondo, en su basurero virtual, donde
nadie termine recordando sus miserables y malignas existencias.
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