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Por
Roberto Marra
Se
suele decir que “el que no sabe es como el que no ve”. La
ignorancia cobra allí toda su dimensión desconocedora de la
realidad, conveniente relación entre los individuos y su entorno
social para quienes necesitan sostener relaciones de poder que les
aseguren el dominio sobre ellos. No se trata de una cuestión
circunstancial, sino estructural, el método fundamental para
encubrir las “fechorías” político-económicas con las cuales se
apoderan de las riquezas de las naciones sometidas.
Es a
través de las imágenes que se van reproduciendo las certezas
irreales, que serán el alimento para la continuidad y profundización
de los desmanes sociales con los que terminan las aventuras
financieras de estos siempre sobreseídos de sanciones y
padecimientos, los que se aseguran que reciban sus enemigos
ideológicos, para que nunca despierten los enceguecidos por la
ignorancia.
La
publicidad es el arma de la que se han venido aprovechando, para
convertir pensamientos en resaca, ideas en basura, certidumbres en
dudas, dejando a oscuras las conciencias con la simple maniobra de
mostrar lo que no existe y tapar el sol con un dedo. Desde las más
simples de las propagandas de productos de consumo imprescindible,
hasta sofisticadas y subliminales formas de penetrar en las neuronas
cansadas de los impávidos receptores, transformados en autómatas
compradores de inutilidades (cuando tienen con qué); o en sencilla
masa aplaudidora, cuando sus bolsillos no pueden pagar las ofertas de
las falsas necesidades ofertadas.
Los
sistemas educativos públicos han sido cooptados por esta vorágine
publicitaria, convirtiendo esa herramienta básica para el desarrollo
de los individuos y la sociedad toda, en la espada que corte la
relación con la realidad que la educación debe proveer. Desde la
formación docente hasta los programas, todo está impregnado del
veneno que impide la evolución hacia estadíos superiores, hacia
etapas de superación de “lo establecido” por los dueños de la
verdad revelada por el Poder.
La
disgregación del sistema entre las provincias, contribuyó no solo
al desfinanciamiento, sinó a la falta de coherencia educacional en
toda la Nación. Cada cual atendiendo su juego, se terminó por
desatender el “juego” de lo sustantivo, convirtiendo el aparato
educacional en un mero instrumento burocrático para los fines
reproductivos del método de dominación imperante.
No
hay casualidades en este armado superestructural. No existen errores,
sino pensados movimientos para asegurar la estupidización masiva y
re-engendrar eternamente el huevo de la serpiente instalado por la
falsía histórica heredada del siglo XIX. No se equivocan los
asesinos de los sueldos docentes y hambreadores de los alumnos de
comedores escolares. Por el contrario, gozan con tales desvaríos
inhumanos, desconocen razones y borran las realidades con sus
mensajes reproductores de odios hacia los más débiles eslabones de
esta cadena de indignidades.
Fundamento
irrenunciable de la soberanía y base imprescindible para la
independencia, la educación deberá convertirse en la primordial
tarea de quienes pretendan trocar la miseria por dignidad, volviendo
a la sabiduría popular que supo crecer un día solo con mojar sus
pies en la fuente de una plaza. Y desde ese suelo manchado mil veces
con la sangre de los “nadies”, enarbolar la maravillosa razón de
una educación para reconstruir el sueño de la Justicia Social.
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