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A exactos 45 días de la caída
electoral del Frente para la Victoria, que incluye, obviamente al peronismo
pero lo excede, derrota mínima en términos numéricos pero contundente en el
plano territorial –Nación, provincia de Córdoba pero fundamentalmente, Buenos
Aires– urge la necesidad de volver a pensar, a reelaborar tácticas y
estrategias en función de la identidad, los deseos (imaginarios o no), las
posibilidades y el futuro de lo que genéricamente se conoce como el Movimiento
Nacional, Popular y Democrático (MNPyD), y que siempre encuentra diferentes
estaciones para accionar sobre el presente de la Nación y el Estado.
Si uno debiera analizar el estado actual de la fuerza del movimiento
habría que pensar en un cuáles son los distintos "batallones" que hoy
intervienen en la formación de ese amplio espectro. No muy amigo de la
categorización de derecha e izquierda hacia el interior del MNPyD, me gustaría
retomar los conceptos utilizados por Juan Domingo Perón en 1973, respecto de la
"causa del Pueblo" –con la dificultad teórica que este término
significa– y "la Reacción". La primera significa la defensa de los
intereses de las mayorías, de los sectores más postergados, de los sectores
productivos, los empresarios con conciencia nacional, los trabajadores. La
segunda, responde a los intereses de la concentración del capital, de la
enajenación de los instrumentos económicos, a políticas geoestratégicas
diseñadas en agencias internacionales, a procesos de limitación de derechos y
endurecimiento de las prácticas represivas del Estado.
En estos términos, podría decirse que por fuera del espacio, el
liderazgo del Frente Renovador está situado, por su agenda política, económica
y social, al calor de los sectores de la Reacción que hoy gobiernan la
Argentina. El acompañamiento de Sergio Massa al presidente Mauricio Macri a la
Cumbre de Davos demuestra que el fugaz ex jefe de Gabinete del gobierno
Kirchnerista ya se alistó raudamente para convertirse en el sucesor
supuestamente "justicialista” del ya cansado y agotado Macri, quien ya dio
síntomas de que al 2019 llegará exhausto. Massa ya hizo todos los deberes para
convertirse en el futuro Macri del "peronismo". La pata justicialista
el Massismo la aporta José Manuel de la Sota de innegable trayectoria dentro
del espacio, pero en una versión extremadamente conservadora y represiva pero
con importante apoyo de las mayorías cordobesas.
Diferente es el rol que juegan hoy algunos gobernadores como Juan
Manuel Urtubey, por ejemplo, con proyecto propio, conservador, muy conservador,
es cierto, pero dentro del esquema del MNPyD, y que intenta arremolinar en su
provecho las ganancias del río revuelto que generó la derrota del año pasado.
Un hombre joven, de solidez política y económica, pero muy atado a las formas
culturales del tradicionalismo salteño, ataduras que, claro, lo convirtieron en
la figura más importante hoy del Noroeste argentino.
Ligados a la ortodoxia peronista del equilibrio entre el pragmatismo y
la doctrina, gobernadores como José Luis Gioja y Gildo Insfrán tienen la ardua
tarea de manejar el péndulo que va desde las necesidades de la gestión que
impone un dialogo con el Poder Ejecutivo Nacional y el posicionamiento
ideológico propio. Los territorios requieren de un equilibrio que debe ser
manejado con sabiduría entre la realidad local y el posicionamiento nacional.
Quien tuvo una voz particular fue Jorge Capitanich, quien bregó hace unas
semanas por un posicionamiento estratégico del Peronismo en lógica moderna,
nacional, popular y de centro izquierda. También aportó su mirada personal
Daniel Scioli, posible candidato de consenso hacia el interior del
justicialismo, quien ha llevado adelante en los últimos tiempos un interesante
posicionamiento ideológico cuestionando, con su mesura habitual, los
desaguisados que hace el gobierno nacional en materia económica y social, que
generan un costo altísimo para las mayorías y para el Estado.
Embretados entre los intereses de las organizaciones sindicales –los recursos–, la presión de las bases en las que crecen día a día la representatividad de las comisiones internas ligadas a las experiencias de la izquierda trotskista y las necesidades reales de los trabajadores que ya en marzo verán reducido su poder adquisitivo en más de un 40% y recalentarán las negociaciones paritarias, los dirigentes gremiales saben que la puja distributiva sino es bien conducida puede horadar su propia representatividad. Repetir la conducta cómplice frente al neoliberalismo, como en los noventa, pueden poner a esas representatividades en entredicho en un futuro cercano. Pero romper a locas y ciegas, también tiene un alto costo en términos sanción mediática y económica por parte del gobierno reaccionario de Mauricio Macri.
Embretados entre los intereses de las organizaciones sindicales –los recursos–, la presión de las bases en las que crecen día a día la representatividad de las comisiones internas ligadas a las experiencias de la izquierda trotskista y las necesidades reales de los trabajadores que ya en marzo verán reducido su poder adquisitivo en más de un 40% y recalentarán las negociaciones paritarias, los dirigentes gremiales saben que la puja distributiva sino es bien conducida puede horadar su propia representatividad. Repetir la conducta cómplice frente al neoliberalismo, como en los noventa, pueden poner a esas representatividades en entredicho en un futuro cercano. Pero romper a locas y ciegas, también tiene un alto costo en términos sanción mediática y económica por parte del gobierno reaccionario de Mauricio Macri.
Sin dudas, el sector más dinámico dentro del MNPyD es el kirchnerismo.
Con una conducción indiscutible –Cristina Fernández de Kirchner– la ventaja de
las manos libres, un inmenso apoyo movilizado que se demuestra día a día en las
marchas contra cada brutalidad política que comete el Macrismo, continúa siendo
el corazón simbólico e ideológico del espacio amplio. La gran porción de su
espectro que está dentro del Peronismo –y su interpretación modernizada de las
ideas originales de ese movimiento–, lo obliga a dialogar hacia el interior del
Justicialismo con los otros jugadores. Las fracciones no peronistas le dan una
mayor movilidad táctica y una identidad más consolidada en términos
"ideológicos". El problema se encuentra en que si el Kirchnerismo se
deja llevar por la presión de las necesidades territoriales corre el riesgo de
subsumirse en la quietud y perder su potencia contestataria frente al avance
indubitable de la Reacción. Pero si se recuesta sólo en los sectores
progresistas corre el riesgo de convertirse en una fuerza testimonial. Y el
juego del Peronismo siempre es político, no estético.
Claro que la nueva situación requiere de mucha creatividad. No es lo
mismo conducir desde el gobierno que desde el llano y desde la oposición. No
requiere las mismas cosas una organización verticalista que debe acatar y
ejecutar los planes de gobierno, que una fuerza en la oposición que, en mi
opinión, debiera retomar el siempre luminoso lema de "subordinación
estratégica y autonomía táctica". Porque el signo de estos tiempos es la
necesidad de pluralidades amplias, de diversificaciones identitarias, de
cohesionar lo dispersado, de replantear liderazgos territoriales verticalistas
por representatividades auténticas, de ampliar los debates, de recuperar la
lógica del encuentro, de generar autocríticas constructivas y no pases de
factura narcisistas, de preguntar, de escuchar, de llevar adelante políticas
discursivas no dogmáticas, de convertir al Movimiento Nacional, Popular y
Democrática en "un arma cargada de futuro", moderna y competitiva,
con vocación de poder y de transformación, más que en un cotolengo de reafirmaciones
personales y colectivas.
Perón decía: "En todos los movimientos revolucionarios existen
tres clases de enfoques: de un lado, el de los apresurados que creen que todo
anda despacio, que no se hace nada porque no se rompen cosas ni se mata gente.
Otro sector está formado por los retardatarios, esos que no quieren que se haga
nada, y entonces hacen todo lo posible para que esa revolución no se realice.
Entre esos dos extremos perniciosos existe un enfoque de equilibrio y que
conforma la acción de una política, que es el arte de hacer lo posible: no ir
más allá ni quedarse más acá, pero hacer lo posible en beneficio de las masas,
que son las que más merecen y por las que debemos trabajar todos los argentinos".
Certeras palabras. Si no se tiene vocación de "mayorías", si no se
tiene respeto y amor por las "mayorías", si no se trabaja por esas
"mayorías", se es cualquier cosa menos representante de esas
"mayorías". El movimiento nacional y popular no puede ni debe ser un
gueto. O será "mayoría" o no será nada.
*Publicado en Tiempo Argentino
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