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El olvido es una “herramienta”
de la que se vale el ser humano para resistir un dolor, una dificultad, un
conflicto. Necesario, muchas veces, para lograr la superación de tales trances,
se convierte, otras muchas, en un método para desdeñar o trastocar la realidad
y convertirla en prescindible, indiferente o inexistente. Es lo acontecido respecto
a los últimos 12 años en materia de crecimiento social, por parte de millones
de ciudadanos, quienes se asieron con fuerza a los viejos derechos revividos
por el Estado y se apropiaron de los beneficios derivados de ellos.
Pero, una vez logrados sus objetivos personales, terminaron negando la
autoría de las medidas y gestiones que se los permitieron, desdeñando las condiciones
objetivas creadas para el crecimiento propio y general. Intransigentes en sus
afirmaciones, aseguran haber logrado sus mejoras económicas y sociales por el exclusivo
esfuerzo personal.
Inútil será, en esos casos, mostrar cifras, resultados, encuestas, datos,
o cualquier cosa objetivable. El “formateo” mental provocado por los patrones
mediáticos, ha logrado ya sus objetivos. Ha reducido el nivel de comprensión de
la realidad al mínimo necesario para controlar cada reacción de estos negadores
de sus propias circunstancias. Peor aún, ha generado el odio hacia quienes les
permitieron acceder a esos derechos que, paradójicamente, les habían sido violados
por quienes ahora los condujeron a un resentimiento tan caprichoso, como infame.
La maldad instalada desde el obsceno púlpito mediático, ha logrado descomponer
la base espiritual de un Pueblo que tenía a la solidaridad como su más alto
valor, para convertirla en un despreciable individualismo, con absoluta incapacidad
para descubrir los resultados nocivos de la aplicación de esos nefastos paradigmas
del egoísmo.
Pero los recuerdos olvidados no desaparecen, solo son sumergidos en el
inconsciente. Y se tiene conciencia de ese olvido, aunque no se lo reconozca. Bastará
un hecho traumático que sacuda las débiles convicciones de la fantasía
individualista, para que afloren los recuerdos de un pasado que ninguna irrealidad
virtual puede borrar para siempre.
Tal vez entonces, cuando el golpe de la historia despierte los recónditos
sentidos solidarios, se podrá retomar la construcción de ese eterno sueño de la
justicia social, escondido ahora tras los espejitos de colores de la fantasiosa
alegría neoliberal.
EN LAS FUTURAS DECADAS LOS ALUMNOS ESTUDIARAN EN LAS ESCUELAS SECUNDARIAS QUE UNA VEZ EXISTIO EL DIARIO DE IRIGOYEN Y QUE TAMBIEN EXISTIO UN PAYASO QUE CREO UNA OFICINA ENCUBRECORRUPCION AL MANDO DE SUS PROPIOS FUNCIONARIOS Y QUE LA OFICINA ENCUBRECORRUPCION ERA PAGADA CON LOS IMPUESTOS DEL PUEBLO.
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