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Son ganas de enredar. Se escribe sobre default y deuda en Venezuela a
sabiendas que es absolutamente falso. El artículo de Ricardo Hausmann y Miguel
Angel Santos (¿Hará default Venezuela?) fue un claro ejemplo de cómo se viene
manipulando este tipo de información. Después de haber sido imposible demostrar
que Venezuela tiene incapacidad de pago frente a la deuda externa, la oposición
ha decidido atacar por la vía de la deuda interna con acreedores
internacionales que operan en territorio nacional. Abusando de su posición
dominante en la prensa hegemónica mundial, se han dedicado juiciosamente a
generar un escenario tenebroso en el que la escena central gira en torno al
miedo al default.
Malas profecías
El nudo gordiano del artículo de
los profesores venezolanos residentes en Harvard fue simple: hacer creer que
Venezuela no tiene recursos para pagar sus deudas, y en consecuencia, esa
sensación instalada tendría un efecto negativo en contra de los venezolanos
pero muy positivo para los especuladores. ¿Por qué? Cuando un
tecnócrata-experto-economista de gran apoyo y eco mediático afirma que un país
no tiene recursos para pagar (lo puede hasta inventar), entonces, aquellos
compradores (lectores-seguidores de estos gurúes económicos) de esa deuda exigen
una mayor rentabilidad en cuanto a la tasa de interés por el supuesto alto
riesgo que asumen. Así los bonos venezolanos se encarecen obligando a destinar
más fondos públicos a amortizar mayor tasa de interés en detrimento de otros
menesteres sociales o productivos. Esto es lo que se llama mercado o economía
de casino en el que cada partida de juego siempre favorece a los buitres. La
estrategia se basa en la construcción de un círculo vicioso. Primero, alguien
lanza la piedra y esconde la mano, esto es, actúa como detonante. Tal es el
caso de las primeras palabras de cualquier artículo-bomba, como por ejemplo
comienza el citado artículo: “¿Hará default Venezuela? Los mercados temen que
sí”. Segundo, una buena orquesta coral y mediática continúa repitiendo la misma
música hasta que, al mejor estilo del propagandista nazi Goebbels, se consigue
que “una mentira repetida mil veces se convierta en verdad”. Y tercero y
último, los grupos económicos (también llamado eufemísticamente mercados) hacen
la suya al exigir mayor tasa de interés por comprar un bono venezolano
supuestamente con alta probabilidad de impago. Así se cierra el círculo auto
profético: “se cumple aquello que se preveía gracias a que realmente se hizo
todo lo posible para que así sucediera”.
Lo paradójico es que después de
dos meses de tal artículo apocalíptico el default venezolano sigue sin llegar.
Tan inexistente es tal default que incluso el propio diario español El País
detrás de un titular sensacionalista (“Venezuela paga la deuda externa pero
mantiene la de los acreedores locales”) acaba admitiendo que: “la deuda con los
particulares se origina en la imposibilidad de las compañías de repatriar
ganancias a sus casas matrices debido al control de cambios vigente en este
país desde 2003”. ¿Qué quiere decir esto? Esta simple frase, camuflada en un
bosque dialéctico propio de la economía del miedo, demuestra que realmente lo
que llaman deuda no es deuda en el sentido estricto del término, sino que más
bien es una disputa abierta entre un país soberano que fija tiempo y reglas
para que los poderes económicos transnacionales puedan convertir su ganancia en
bolívares en ganancia en dólares en pos de sacarlos afuera del país. Lo que
llaman default o en su defecto deuda pendiente de pago a los acreedores locales
son 21.200 millones de dólares que los grupos económicos están demandando al
Estado venezolano para extraerlos afuera del país como remesas en dirección a
su casa matriz en concepto de utilidades netas, y por tanto, que descansen
improductivamente (y quizás especulativamente) en cuentas bancarias
extranjeras. He aquí el verdadero trasfondo de la disputa: permitir que las
transnacionales dispongan de dólares para sacarlos afuera del país versus
demandar que esos dólares se reinviertan en el país para el desarrollo nacional
(aunque ello no impida que puedan seguir obteniendo beneficios empresariales).
Venezuela sigue cancelado
religiosamente sus obligaciones de pago
Por el lado de la verdadera
deuda, Venezuela sigue cancelado religiosamente sus obligaciones de pago. Por
ejemplo recientemente se ha cumplido con el primer tramo de 1.561 millones
correspondientes al bono soberano de 2014 conforme a la fecha prevista. Ha
vuelto a demostrar que a pesar de la caída del precio del petróleo, Venezuela
no ha entrado en default porque ha cancelado su deuda, y porque tiene
suficiente capacidad de pago en el futuro. Seguramente la reducción del precio
del barril de petróleo es una variable que presiona fuertemente a un país con
gran dependencia presupuestaria de este recurso. No obstante, hay herramientas
de política económica que pueden ser efectivas para combatir esta restricción
externa. Con soberanía, como aquella de la que goza Venezuela, es mucho más
sencillo buscar las fórmulas para acometer los desafíos actuales de la economía
venezolana en materia social, productiva, tecnológica, alimentaria; por
ejemplo, una reforma tributaria socialmente eficiente podría permitir captar
con justicia más riqueza interna sobre aquella que se genera y que todavía se
concentra en pocas manos; una reforma financiera podría permitir que se
democratice aún más el acceso al crédito y se oriente definitivamente a las
nuevas prioridades planteadas en el sacudón económico necesario en el área
productiva y tecnológica; la política cambiaria podría seguir afinándose para
que haya justicia en la asignación de la divisa de tal forma que los bienes
básicos sigan al tipo de cambio preferencial mientras que los dólares que
quieran huir del país en forma de beneficios empresariales transnacionales sean
más caros. Esta última sería una forma virtuosa para reorientar el excedente
económico obtenido por tantas transnacionales a favor del nuevo orden económico
interno, desanclándolo del rentismo importador privado y del rentismo
exportador público.
Cualquier proceso económico de
transformación exige cambios constantes. En Venezuela, el objetivo está fijado
y apoyado plenamente por la voluntad popular: la deuda social es innegociable,
es cuestión económica absolutamente prioritaria. A partir de ello, se puede
discutir en torno a las políticas económicas pero sin caer en falacias
apocalípticas porque el default en Venezuela sigue sin aparecer, y lo que
llaman deuda es una renta exigida por las transnacionales para sacar los
dólares venezolanos afuera del país. Es legítimo que ciertos expertos defiendan
jerarquizar la salida de dólares afuera del país para que las transnacionales
sigan sobrellenando sus bolsillos, pero lo honesto sería decirlo así, tal cual,
y que abandonen su vicio de engañar con subterfugios irreales afirmando aquello
que no es, default. Que le llamen a cada cosa por su nombre, y que en vez de
deuda digan que se trata de dólares reivindicados por las transnacionales para
sacarlos del país. Así el debate sí respondería fielmente a las visiones
contrapuestas entre aquellos que siguen defendiendo el poder económico de las
transnacionales y el gobierno venezolano que se ocupa de que nunca más haya
deuda social. Usar lo de default para esconder esta posición es como mínimo
poco riguroso.
*Doctor en Economía de la Universidad Autónoma de Barcelona, con
PosDoctorado en Economía en Universidad Laval (Canadá). Director del
Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico. Profesor Universitario
Posgrado en FLACSO (Ecuador), Universidad Andina y UMSA (Bolivia),
Universidad Hermosillo y UNAM (México), Universidad Pablo de Olavide de
Sevilla (España), Universidad Santa Marta (Colombia).
Publicado en Telesurtv.net
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