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Por Gabriel Di Meglio*
Los autoacuartelamientos policiales de estos días dieron lugar a un tipo
de acción que ocupa un lugar destacado en la historia de estas décadas
de democracia: los saqueos. Son terribles para quienes los sufren,
angustiantes para quienes los presencian, y sabemos menos, como siempre,
acerca de qué piensan sobre ellos quienes los protagonizan. Los saqueos
han tenido distintas causas, desde la reacción ante las grandes crisis
de 1989 y 2001, hasta su fogoneo actual por parte de grupos con voluntad
de crear caos o que procuran un corrimiento de la “opinión pública”
hacia la derecha. Pero esas intenciones desestabilizadoras no deben
ocultar un dato: que los saqueos han dejado de ser sorprendentes.
En realidad, tienen una historia larga y cambiante en nuestro
territorio, un tanto olvidada. Sin remontarnos hasta el gran saqueo de
la Conquista o a los episodios coloniales, se puede hacer un racconto
desde la guerra de independencia, cuando ciudades, pueblos y
establecimientos rurales fueron saqueados por ejércitos en campaña que
sufrían atrasos salariales y por lo tanto vivían “del terreno”. El
saqueo era concebido, siguiendo una antigua costumbre, como un derecho
de los vencedores. Hubo varios saqueos importantes, habitualmente
dirigidos o permitidos por los jefes, de los cuales destacan por su
magnitud el de Santa Fe por parte de tropas porteñas en agosto de 1816, y
el de Salta en septiembre de 1821 a manos de seguidores de Güemes,
furiosos por el asesinato de su líder. En esa época, entonces, los
saqueos se ligaban con la guerra: los protagonizaban regimientos mal
pagos, algunas montoneras y también los malones de los indígenas
independientes que cruzaban la frontera, que a la vez sufrían saqueos de
las expediciones militares que atacaban sus tolderías. Eran diferentes a
los de hoy, pero hay un rasgo común: siempre tenían algún grado de
organización, no eran espontáneos sino obra de grupos que se los
planteaban como un objetivo. Eso fue claro en el saqueo que sufrió
Buenos Aires el día después de la batalla de Caseros, en febrero de
1852: soldados del derrotado ejército de Rosas formaron partidas que
atacaron tiendas, lanzando objetos y ropa a la calle; luego sí se fue
sumando otra gente que tomaba esos bienes (como consecuencia hubo una
matanza a cargo de marinos de barcos extranjeros, vecinos armados y
tropas de Urquiza, que fusilaron sin juicio a centenares de hombres y
mujeres).
Más tarde, el fin de las guerras civiles, internacionales y de frontera
terminó con las movilizaciones militares masivas, con lo cual las
oportunidades de saqueo se fueron desvaneciendo. Aunque mirando con
cuidado se perciben reapariciones de la práctica, menos económica y más
simbólica: saqueos a locales judíos en la Semana Trágica de 1919, saqueo
de la casa de Yrigoyen tras el golpe de Estado de 1930, saqueos de
grupos antiperonistas en 1955 a espacios emblemáticos del gobierno
depuesto por la fuerza. Podrían rastrearse más, pero no eran por
entonces una forma de acción corriente.
De allí que los saqueos masivos de mayo de 1989 fueran una sorpresa, ya
que además se diferenciaban de cualquier precedente: eran una reacción a
los efectos sociales de las políticas de ajuste de los '70 y los '80.
En medio de la crisis de la hiperinflación se organizaron grupos para
saquear supermercados y tiendas en barrios populares del Gran Buenos
Aires, Córdoba y Rosario (hubo un pequeño rebrote a principios de 1990,
eimportantes saqueos durante el Santiagueñazo de 1993). Algo similar,
pero de mayor alcance, se produjo en la crisis de 2001 en diversas
ciudades del país, en medio de la peor situación social y económica de
la historia argentina.
Lo novedoso en los saqueos de diciembre de 2012 y 2013 ha sido que no se
dieron en momentos de grandes crisis como sus antecesores directos. La
cara del hambre, de la necesidad extrema que les otorgaba cierta lógica
ante los analistas en 1989 y 2001, no es la que asoma en la actualidad
detrás de ellos. No alcanza para explicarlos que haya pobreza y
desigualdad, no basta la oportunidad, elementos necesarios pero no
suficientes para que se produzcan. ¿El problema se reduce a la
connivencia entre policías y bandas organizadas? La explicación parece
más complicada. Más allá de que los saqueos se “armen”, su recurrencia
muestra que los efectos de los años neoliberales no sólo dieron lugar a
los piquetes y los cacerolazos como modos de intervención política
distintos a los previos. Una tercera novedad, aunque tenga antecedentes
históricos, fueron los saqueos. También ellos se convirtieron en una
forma de acción colectiva –devastadora– “disponible” en contextos
diferentes a los de su aparición.
*Publicado por Telam
EN ESTE MES cálido y caliente se celebra la democracia y se recuerda un trágico raje en helicóptero. Y el caos económico y social que hace una docena de años vió a un gobierno falluto reprimiendo al pueblo.
ResponderEliminarLo que NO ENTIENDO es porqué, con los antecedentes que comienzan a apilarse hace 3 años con la tragedia del Parque Indoamericano, nuestros Ministerios Nacionales del Interior y de Seguridad (PORQUE EL ORGANISMO PORTEÑO Y SU INUTIL POLICÍA A CUADRITOS SÓLO SABEN REPRIMIR DURAMENTE A PACIENTES Y PERSONAL DE HOSPITALES Ó A POBRES EN SITUACIÓN DE CALLE) no quisieron, no pudieron ó no supieron PREVER, PREVENIR y EVITAR semejante y repetido trago amargo para comerciantes y habitantes de la ciudad y el incomprensible asesinato en Lanús. Y ésto, referido exclusivamente a los "festejos" de delincuentes disfrazados con los colores boquenses.
Es decir, contamos con los elementos necesarios como para NARRAR la historia pero las autoridades se demuestran inoperantes (la única verdad es la REALIDAD) y reaccionan sólo al contemplar las consecuencias.
¿No cuentan con especialistas en inteligencia que hayan podido desarrollarse en estos años que yo también considero como "década ganada"? ¿A qué se dedican, a quiénes controlan, a quiénes vigilan? Además de contribuir con jugosos negocios para importadores, ¿Para qué sirven los miles de cámaras de video instaladas por todos lados? ¿Alguien revisa ó analiza los supuestos archivos grabados?
¿y la "derecha"? Bien, gracias. Y aprovechando lo que le NADIE le impidió organizar "con precisión quirúrgica", según palabras de la Presidenta.
Te aseguro que a pesar de apoyar con toda mi alma a este modelo que le cambió la cara y la vida a millones de argentinos, me cuesta cada día más tener que rendirme ante la EVIDENCIA de que los delincuentes que causan todas estas tragedias gozan de muchos más derechos que yo.
Estoy deseando que alguien me demuestre lo contrario.
Saludos