Por Dr. Rubén Visconti*
La tragedia de ONCE ha provocado una serie de comentarios, que, en
principio nos afectan a todos y nos obliga a aceptar una cuota de
responsabilidad, aunque la mayoría se considere ajenos totalmente, pero que
sobre todo nos obligan a reflexionar muy seriamente no solo sobre las razones
puntuales que provocaron este desastre, sino, y básicamente, sobre las causas
originarias que desde la sombra de los años, generaron el que hoy llamamos como
“accidente”.
Desde 1955 en adelante los sucesivos gobiernos que se sucedieron hasta
llegar al famoso 2001, tuvieron políticas liberales, acentuadas por la
dictadura militar que apuntaron a eliminar toda intervención del Estado en la
economía, sobre la base de que el mismo no debía participar en algunas
actividades como ser la prestación de
servicios públicos y poseer, además, empresas productoras de bienes de capital
y de consumo y bancarias.
La dictadura impuso al liberalismo por la fuerza y la desaparición de
conciudadanos que se opusieron, a tal
punto que apoyaban su oposición mediante el uso de las armas, justificable o no
para muchos, pero no por ello hay que
dejar de reconocer que se jugaron sus vidas. Así se creó y aún sigue vigente en
el pensamiento y las actitudes de muchos la teoría de los dos demonios, omitiendo
que solo hubo un demonio, el Estado dictatorial que solo tenía el derecho a
utilizar la ley en defensa de las instituciones supuestamente atacadas y no
ponerla en un cajón, esconderla olvidándose de que solo utilizándola, basado en
el meneado ESTADO DE DERECHO, podía juzgar y sancionar, siempre con la LEY y no
más aún, contra la ley que era su obligación respetar.
Con el doloroso agregado que muchos conciudadanos apoyaron la dictadura y
sus acciones que dejaron un saldo definitivo de 30.000 desaparecidos que aún
hoy persisten como el hecho más cruel, la pena más tremenda, más aún que la
misma muerte que hoy sigue pesando, ilevantable, en la conciencia de todos.
Además, esa dictadura nos dejó otra herencia constituida por ese
liberalismo que acompañó todas sus acciones y de la cual sacaban ventaja los
que aprovecharon de esas decisiones mediante la utilización de la famosa
tablita que les permitió, nunca a los trabajadores y sectores populares, viajar
al exterior para gozar de las ventajas de una paridad cambiaria que en el
exterior los reconocían como los que solicitaban “el deme tres” de cada compra.
Y enriquecerse.
La dictadura inició la generación de la deuda externa que comenzó a horadar
a la economía nacional que cuando se fueron alcanzaba la suma aproximada de
44.000 mil millones de dólares, que el gobierno radical elevó a 64.000 mil millones, el de Menen a 140.000 y el de
De la Rúa a cerca de 200.000, sumado todo ello a que gran parte de esa deuda
era ilegítima, pese a lo cual el ejecutor de todo ese proceso, el famoso Cavallo
la transformó en deuda pública liberando de su responsabilidad a todos los
privados que en realidad la habían contraído.
Seguimos avanzando con déficit en las cuentas públicas y en el comercio
exterior y con esa creciente deuda con intereses fenomenales hasta alcanzar el
pico con el gobierno de Menem que junto
con Cavallo y Dromi privatizaron todas las empresas estatales comenzando por el
ferrocarril que, además, fue totalmente abandonado mediante la supresión de las
líneas férreas que unían a casi toda la superficie nacional dejando a
centenares de pueblos privados del mejor
y más barato medio de transporte, y siguiendo por teléfonos, agua, luz, correo
y todo el resto, con régimen de paridad cambiaria del 1x1, lo que permitió la
venta regalada de casi todas las empresas privadas, las otras cerraron
generando una creciente desocupación que llegó al 24%, con profesionales que debieron dedicarse a manejar taxis o abrir kiosquitos
de caramelos, pese a lo cual -y aquí podemos incluir la responsabilidad de
todos- en el 95 renovó su cargo de presidente con más del 50%. Y luego, la
hecatombe final con De la Rúa, que redujo las jubilaciones luego de llamar otra
vez a Cavallo, también los sueldos y pensiones, ”coimió” senadores, cerró las
bancos, aumentó escandalosamente la deuda externa, decretó el Estado de Sitio lo
que como consecuencia produjo medio centenar de muertos por la represión y,
finalmente nos dejó por su responsabilidad y la de la dictadura y los otros
gobiernos que le siguieron un país totalmente DESTRUIDO.
En 2003 comenzó la tarea gigantesca destinada a la RECONSTRUCCION y como estaba destruido la primera tarea era
la de decidir por DONDE EMPEZAR, en conocimiento de que los recursos eran escasos, no alcanzaban para
reconstruirlo todo, menos aún en poco tiempo y por lo tanto esa decisión era
crucial para las posibilidades de éxito.
Por la deuda externa, por la reducción de la desocupación, por los aumentos de salarios, por la
reincorporación de los jubilados que habían perdido sus derechos al haber
perdido también y previamente su trabajo, por los servicios, por las tarifas de
esos servicios, por el incremento de precios producto de la inflación, por las
relaciones laborales y patronales recuperando las perdidas reuniones
paritarias, por el incremento de
construcciones de rutas, viviendas y hospitales, etc., etc. ¿ POR DONDE
EMPEZAR PARA SACAR AL PAIS DE LOS MISERABLES NIVELES EN LOS CUALES SE ENCONTRABA?
Tremenda y muy difícil decisión que al margen de cuáles fueron las
adoptadas y pese a las discrepancias que todos podemos tener es obligación reconocer
que esas decisiones sacaron al país del pozo en el que se encontraba para
alcanzar en el presente un nivel altamente satisfactorio aunque con toda
seguridad también insuficiente, que le ha permitido, además un elevado grado de
soberanía y coadyuvar en la conformación de un Frente Sudamericano como nunca
antes existiera.
Vamos ahora al tema que motivó esta nota, la tragedia de ONCE. Si las
opciones elegidas para ir reconstruyendo el país hubieran incluido como
prioridad la recuperación de los ferrocarriles
por parte del Estado invirtiendo en ello sumas fabulosas que no
poseíamos ¿qué otra cosa deberíamos haber dejado de ejecutar? ¿rutas ,escuelas,
hospitales, agua potable, energía? ¿Hubiera sido posible más beneficioso? ¿quizás
no hubiera sucedido la tragedia de ONCE? Nadie puede afirmarlo con un mínimo
grado de seguridad y de verdad.
¿Si las inversiones en los ferrocarriles hubieran sido mayores y además
acertadas, no hubieran muerto 51 conciudadanos y más de 700 heridos? Nadie
puede afirmarlo.
Y este desarrollo no está preparado para una defensa del gobierno nacional
pero tampoco para un ataque, al margen de que algún funcionario no hubiera
cumplido con eficiencia sus obligaciones.
Apunta, fundamentalmente al hecho de que hay causas humanas, técnicas, previsibles o no, que en la larga
cadena de hechos y decisiones nos involucran a todos para que aceptemos un
elevado grado de responsabilidad que a todos nos alcanzan que debamos tratar de
evitar de aquí en más. Desgraciadamente, muy desgraciadamente, lo hecho hecho
está.
*Doctor en Economía, Docente de la UNR
Miembro del CEP
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