Imagen de "Infobae" |
Por
Roberto Marra
La
tritanomalía es la incapacidad parcial o total de percepción del
color azul. Las personas con dificultades para distinguir el color
azul se denominan tritanómalas. “Tritanómalos sociales”, se les
podría denominar, entonces, a quienes durante décadas debieron
haber visto lo evidente ante sus ojos de responsables del manejo de
lo público, teniendo frente a ellos a la (ahora famosa) Villa Azul,
una notable extensión territorial cubierta de casillas miserables,
repletas de personas hacinadas, rodeadas de basura y restos de una
sociedad tan “tritanómala” como muchos de sus dirigentes.
Los
resultados de semejante conjunto de “imprevisiones”, nombre que
responde a la cautela con la que siempre se tratan los actos
degradantes de los dueños de casi todo, derivan, ante la pandemia
que atraviesa a toda la sociedad, de la manifestación del clasismo
obsceno con el que se han ejercido las políticas públicas
destinadas a “combatir la pobreza” por parte de los gobiernos
trogloditas del neoliberalismo, cuyo verdadero objetivo era
combatir... a los pobres.
Pero
también, aunque nos pese, ha derivado de la incapacidad de los
gobiernos populares de resolver un tema que produce escozor por sus
resultados tan escasos: el desarrollo de planes de viviendas que
posibiliten el ascenso al grado de humanos a quienes sobreviven en
tan repugnantes situaciones de vulnerabilidad física y psíquica.
Por las razones que fueran, se fueron postergando esos
imprescindibles pasos para dar cabida a millones de desamparados, a
la mínima dignidad de un techo y un sistema de excretas que, al
decir del más grande sanitarista de nuestro País, Ramón Carrillo,
forma parte de la mejor metodología para evitar la propagación de
enfermedades.
Allí
mismo, en esa “invisible” Villa Azul, se ponen de manifiesto con
prístina claridad la esencia de las dos formas básicas de conducir
las sociedades. El hecho de compartir semejante extensión
habitacional entre dos jurisdicciones que han pasado por gobiernos de
signos opuestos, genera el necesario muestrario de lo que significa
“gobernar” para unos y otros.
El
gobierno popular de un lado, posibilitó el cambio de paradigma
habitacional para esa parte de la Villa, priorizando el respeto a la
dignidad cudadana de esos habitantes segregados por décadas, al
darles acceso a viviendas que ahora les posibilitan protegerse de la
pandemia en desarrollo con mayor probabilidad de éxito.
Junto
a ellos, calle por medio, se desarrolla esa acumulación de chapas y
maderas que poco tienen de viviendas, luego de haber sido gobernada
por un energúmeno de dimensiones farandulescas, uno de los tantos
personajes de la triste comedia de un tiempo donde la miseria se
escondía con las falsas noticias sobre los verdaderos políticos,
los que sí sirven a sus sociedades, aunque a veces no logren todos
sus objetivos o erren en sus decisiones.
Como
el pus de una herida profunda, se asoman ahora todos los fraudes
sociales que se han soportado en nombre de supuestas corrupciones que
no fueron, basados en innumerables falsedades mediaticas, esas que le
otorgaron al gobierno de los ceos el aire necesario para que pudiera
destrozar la Nación y sentenciar al abandono a miles de ciudadanos
considerados “de segunda” por esas bestias inescrupulosas.
No
satisfechos con sus daños, no conformes con tanta suciedad
politiquera, no saciados de tanta venganza de clase y tan oscuro
porvenir fabricado para nuestras descendencias, agitan ahora
consignas “libertarias”, en nombre de necesidades egoístas y
perversas, dignas de sus prosapias de brutos con gruesas cuentas
bancarias. Se dan el lujo de señalar como ajenas las
responsabilidades que les caben como dirigentes de ese tiempo nublado
de esperanzas que transitamos hasta no hace demasiados meses.
No
les caben respetos ni medidas de las adjetivaciones. No pueden
pretender suaves respuestas a semejantes degradaciones morales que
soportamos a cada minuto desde sus medios corporativizados. No se
debe pasar por alto tanta alteración de la razón como si fuera solo
una opinión más entre millones. Son la mugre social de nuestra
Nación, el desecho de décadas de oprobio y maltrato sin medida, la
resaca de una borrachera de poder que no se les puede seguir
perdonando en nombre de una paz social que ellos (y solo ellos)
destrozan a cada paso, para después, cuando triunfan, asesinar hasta
el último resabio de las dignidades robadas.
Ahora
es cuando acabar con sus pretensiones, acabando con sus soberbias de
pretendidos dueños de nuestras vidas. Este es el tiempo de levantar
el dique a sus insolencias, acumulando los ladrillos de la razón y
la justicia, sentenciando con dureza sus ataques y haciendo visible
los “azules” de tantas villas atascadas en la historia de la
miseria que nunca debimos permitir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario