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Por
Roberto Marra
El
mundo de los ricos está compuesto por personas cuya características
básicas se constituyen desde el desprecio por quienes no lo son, por
el odio hacia quienes, paradójicamente, les fabrican sus fortunas,
por la meritocrática pretensión de haberse hechos a sí mismos por
obra y gracia de sus esfuerzos personales. Sus egos
sobredimensionados se manifiestan cada vez que hablan, pero más que
nada, cada vez que actúan, momentos en los cuales aplican todo el
rigor de patrones de las vidas ajenas con las que han acumulado sus
millones.
El
dinero, en su mil formas de expresión, sigue siendo el fetiche que
denunciara aquel famoso y estigmatizado filósofo del siglo XIX, cuya
fuente de obtención, para estos auténticos ladrones de almas y
cuerpos enajenados, es la explotación exacerbada de los más débiles
del sistema que los llena de ese “vil metal”, torturando con
pasión perversa a sus modernos esclavos de pagas exiguas y futuros
anulados.
Entre
esa maraña de miserias materiales y miserias del alma, los pueblos
han ido encontrando grietas en los muros de la sinrazón construídos
para encerrar la historia. Se han abierto paso hacia mejores vidas,
han encontrado líderes que les respondieron a sus demandas y
lograron algunos de esos pequeños grandes sueños que se creían
perdidos para siempre. A costa de muchas vidas de valientes,
sacrificados en nombre de libertades nunca ganadas del todo,
comprendieron sus roles decisivos en la gestación de una nueva
sociedad, donde la Justicia Social se encaramara en lo más alto del
podio del trascendente tríptico de banderas jamás arreadas, pero
tantas veces desgarradas.
Después
del “huracán” neoliberal arrebatador de esperanzas y asesino de
solidaridades, la desesperación logró más que la comprensión y
ubicó al frente de la Nación a un gobierno que se corresponde con
aquellas esperanzas sociales, para dar paso a una gestión donde
primen los valores éticos antes que las malversaciones espúrias de
los eternos ricachones, recreando un Estado presente para los de
abajo, apoyo insustituíble para sus desarrollos individuales y
colectivos, para dar paso a otra etapa liberadora de utopías
diferidas.
En
ese camino de “redenciones” sociales se atravesó una plaga
¿inesperada?, trastocando planes y deseos, convirtiendo a la
sociedad en rehen de tan diminuto como poderoso enemigo. Supieron los
actuales dirigentes enfrentar con comprensión y capacidad de
respuesta adecuada a las circunstancias que les sobrevinieron. El
Estado, ese mastodonte tan vapuleado desde los ricos, pero tan
aprovechado por ellos mismos a la hora de acumular sus fortunas
prebendarias, se tuvo que hacer cargo de lo que jamás, por
incapacidad y desprecio, harían esos personajes que solo saben
llenar sus cuentas bancarias y transferir sus caudales a donde nadie
les cobre un impuesto.
Pero,
nada es perfecto. Y aunque de buenas intenciones está sembrado el
camino de los gobiernos populares, algunas de sus semillas suelen
nacer torcidas, por efecto de tantos inútiles enquistados en la
estructura estatal. La salida del infierno neoliberal está plagada
(vaya paradoja actual) de yerros derivados de posturas demasiado
complacientes con los poderosos, cuyas patentes de “corsos” de
los bienes materiales de la Nación nos avisan de antemano de sus
nefastas intenciones, nunca abandonadas.
Otorgarles
créditos y subsidios al enemigo, con las falsas disculpas de
“dificultades” para enfrentar las supuestas incapacidades de pago
de haberes de sus esclavizados trabajadores, es como comprarles las
armas con las que nos fusilarán si logran su regreso al poder
político. El otro ya lo tienen, y desde siempre. Con ese otro nos
vienen matando, de a poco o de a mucho, desde que naciera nuestra
historia nacional. Ese no lo abandonarán nunca, en tanto no se les
combata con la fuerza que da el conocimiento masivo de las razones
del escarnio en que vivimos.
El
“combo” malévolo de sus poderíos lo encabezan los
multimediáticos procedimientos de capturas de voluntades, liderados
por energúmenos que participan del festín de cada gobierno asesino
del Pueblo que someten con especial pasión, cada vez que acceden al
mando directo del aparato estatal. Sus redes y sus pantallas
obnubilan a las mayorías y, aún cuando no lo deseen, también a
parte de la dirigencia popular, que termina aplicando tácticas que
solo favorecen el debilitamiento de sus capacidades de construcción
de la sociedad nueva con la que se comprometieron.
No
caben los retrocesos en nombre de la co-habitación con semejantes
enemigos, porque atrás solo queda el abismo de la muerte cotidiana
de los que solo son carne molida para esos “capangas” de látigos
mediáticos. Atrás están los destinos de aplastamiento de todas las
expectativas populares, atrás están las banderas postergadas, las
ilusiones de millones de abandonados que, con la increíble fé
intacta, son los primeros y solidarios reconstructores de los
escombros de tanta estulticia, consumada en el hambre real de los que
siempre han pagado las rentas de esos oscuros habitantes de la
revista Forbes. Con ellos, la Patria solo terminará siendo siempre
un lejano recuerdo infantil donde, simplemente, abrevaremos el inútil
elixir de la esperanza muerta.
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