Imagen de "La Gaceta Salta" |
Por
Roberto Marra
El
olvido es un acto involuntario por el cual una persona no logra
encontrar en su memoria los recuerdos adquiridos. Esos recuerdos
olvidados, aunque permanecen en el inconsciente, sabemos que los
tenemos pero no logramos llevarlos al nivel consciente. Además del
olvido corriente o “normal” por efecto de la superposición de
informaciones que hacen desaparecer la percibidas con anterioridad,
existen otros tipos originados en traumas, enfermedades psicológicas
o fisiológicas. Sin embargo, al observar ciertas y determinadas
actitudes de algunas personas involucradas en ámbitos políticos
(aunque no solo allí), siendo funcionarios que toman decisiones para
aplicar los programas de los gobiernos de los que forman parte,
pareciera que debiéramos establecer la nueva categoría del “olvido
voluntario”.
Uno
de los temas donde con mayor asiduidad se dan estas actitudes de
“olvidos voluntarios” o “desidias involuntarias”, es en el
trato hacia las comunidades indígenas. La situación penosa e
invariablemente miserable a la que se han sometido a estos
descendientes de los primigenios habitantes de las tierras que
habitamos, no puede deberse a otra cosa que al menosprecio hacia
ellos, producto de una cultura europeizante que ha penetrado
profundamente en las consciencias de la mayoría de quienes se
autoperciben, aun cuando manifiesten lo contrario, como “superiores”
a aquellos, solo por ser descendientes de hombres y mujeres nacidos
en el viejo continente.
Los
“olvidos convenientes”, útil para permanecer con esa actitud
supremacista, solapada detrás de algunos actos que intentan aquietar
sus remordimientos, les han permitido, a algunos pretendidos
“empresarios”, indignos de llamarse seres humanos, apropiarse de
territorios de esas comunidades indígenas, devastando la naturaleza
que forma parte indisoluble de la forma de vida heredada por estas
etnias originales. Mediante otros “olvidos programados”, han
logrado efectivizar el latrocinio a través de poderes judiciales tan
corruptos como perversos, autores de las peores aberraciones
jurídicas, para permitirles a sus cómplices terratenientes
apoderarse de lo que nunca podría ser suyo por derecho.
El
“olvido” político se manifiesta después de cada elección,
cuando emergen los reclamos de los abandonados a su ¿suerte? Se
trata, antes que del azar, de actitudes indiferentes o postergantes
de las necesidades más que obvias, de resulta de las cuales aparecen
los casos de desnutrición que terminan con la vida de los inocentes
que nunca llegan a saber la razón por la cual se los “olvidó”.
De
inmediato, tales hechos serán mediáticamente tratados de acuerdo al
color político del gobierno que esté ejerciendo el mandato. No
resultará extraño observar esas parodias de movileros “conmovidos”
con teatralizaciones de “dolores” que descubren convenientes para
llevar agua para el molino de sus poderosos patrones, cómplices o
directos causantes de todas las desgracias de los indígenas y
también de quienes no lo son.
Justo
es decirlo, no parecieran prioritarios para casi ningún gobierno los
temas relacionados con las comunidades “olvidadas” desde siempre
en la sombra de la postergación eterna. Justo es observar, también,
como se los empuja a los gobiernos populares contra la pared de las
prioridades acumuladas en la mayoría de la población urbana, que
por ser un conjunto con mayor visibilización mediática, logran ser
atendidas sus necesidades antes que las de los indígenas, habitantes
arrinconados en esos lejanos parajes que generan los imprescindibles
“olvidos” morigerantes de las responsabilidades de cada uno de
los actores involucrados en las posibles soluciones.
Las
urgencia de la demandas de cosas tan elementales como el agua o los
alimentos, en un País que los posee en cantidades envidiables para
el Mundo, no son respondidas nunca con la velocidad que se debe y,
sobre todo, se puede. No hay razón alguna para el atraso en las
soluciones requeridas, salvo la de la burocracia y la miserabilidad
de algunos funcionarios de todas las jurisdicciones, que no debieran
durar un suspiro en sus cargos al no resolver tan sencilla tarea.
Es
tiempo de dar vuelta la página oscura de una historia plagada de
injusticias provocadas por estos obscenos “olvidos”. Es hora de
traer al frente de todas las soluciones, las destinadas a aquellos
que más las necesiten, en virtud de los años, las décadas y hasta
los siglos perdidos detrás de mentiras y omisiones intencionales,
fruto del desprecio y el odio, base de un supremacismo que está
siempre allí, escondido detrás de las falacias del Poder real y del
mediático, de las falsas caricias a las sucias cabecitas de sus
víctimas, de las impostadas lágrimas de ocasión ante las cámaras,
de las arengas justificantes del oprobio y del “olvido”, ese que
solo busca borrar de la memoria colectiva los recuerdos de lo que
fuimos y la voluntad de construir una Patria de verdad. Ha llegado el
momento de recordar cada detalle, primer paso para terminar con las
atrocidades de los poderosos y reconvertirlas en esperanzas de un
Pueblo liberado. Con mucha memoria, con toda la verdad y con absoluta
justicia.
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