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martes, 25 de febrero de 2020

EL OLVIDO VOLUNTARIO

Imagen de "La Gaceta Salta"
Por Roberto Marra
El olvido es un acto involuntario por el cual una persona no logra encontrar en su memoria los recuerdos adquiridos. Esos recuerdos olvidados, aunque permanecen en el inconsciente, sabemos que los tenemos pero no logramos llevarlos al nivel consciente. Además del olvido corriente o “normal” por efecto de la superposición de informaciones que hacen desaparecer la percibidas con anterioridad, existen otros tipos originados en traumas, enfermedades psicológicas o fisiológicas. Sin embargo, al observar ciertas y determinadas actitudes de algunas personas involucradas en ámbitos políticos (aunque no solo allí), siendo funcionarios que toman decisiones para aplicar los programas de los gobiernos de los que forman parte, pareciera que debiéramos establecer la nueva categoría del “olvido voluntario”.
Es que resulta muy común ver que sus actos no se condicen con las necesidades emanadas de las situaciones socio-económicas de la población de la cual emergen sus mandatos y, peor aún, no parecen relacionarse con las promesas emitidas durante las campañas anteriores a la asunción de sus cargos. Incluso se puede llegar a observar que, aunque sus olvidos no sean del todo producto de un acto consciente, expresan una desidia generada porque establecen un órden de prioridades para sus acciones que no se corresponden con los objetivos propuestos o, peor todavía, con las perentorias necesidades sociales que deben atenderse con urgencia.
Uno de los temas donde con mayor asiduidad se dan estas actitudes de “olvidos voluntarios” o “desidias involuntarias”, es en el trato hacia las comunidades indígenas. La situación penosa e invariablemente miserable a la que se han sometido a estos descendientes de los primigenios habitantes de las tierras que habitamos, no puede deberse a otra cosa que al menosprecio hacia ellos, producto de una cultura europeizante que ha penetrado profundamente en las consciencias de la mayoría de quienes se autoperciben, aun cuando manifiesten lo contrario, como “superiores” a aquellos, solo por ser descendientes de hombres y mujeres nacidos en el viejo continente.
Los “olvidos convenientes”, útil para permanecer con esa actitud supremacista, solapada detrás de algunos actos que intentan aquietar sus remordimientos, les han permitido, a algunos pretendidos “empresarios”, indignos de llamarse seres humanos, apropiarse de territorios de esas comunidades indígenas, devastando la naturaleza que forma parte indisoluble de la forma de vida heredada por estas etnias originales. Mediante otros “olvidos programados”, han logrado efectivizar el latrocinio a través de poderes judiciales tan corruptos como perversos, autores de las peores aberraciones jurídicas, para permitirles a sus cómplices terratenientes apoderarse de lo que nunca podría ser suyo por derecho.
El “olvido” político se manifiesta después de cada elección, cuando emergen los reclamos de los abandonados a su ¿suerte? Se trata, antes que del azar, de actitudes indiferentes o postergantes de las necesidades más que obvias, de resulta de las cuales aparecen los casos de desnutrición que terminan con la vida de los inocentes que nunca llegan a saber la razón por la cual se los “olvidó”.
De inmediato, tales hechos serán mediáticamente tratados de acuerdo al color político del gobierno que esté ejerciendo el mandato. No resultará extraño observar esas parodias de movileros “conmovidos” con teatralizaciones de “dolores” que descubren convenientes para llevar agua para el molino de sus poderosos patrones, cómplices o directos causantes de todas las desgracias de los indígenas y también de quienes no lo son.
Justo es decirlo, no parecieran prioritarios para casi ningún gobierno los temas relacionados con las comunidades “olvidadas” desde siempre en la sombra de la postergación eterna. Justo es observar, también, como se los empuja a los gobiernos populares contra la pared de las prioridades acumuladas en la mayoría de la población urbana, que por ser un conjunto con mayor visibilización mediática, logran ser atendidas sus necesidades antes que las de los indígenas, habitantes arrinconados en esos lejanos parajes que generan los imprescindibles “olvidos” morigerantes de las responsabilidades de cada uno de los actores involucrados en las posibles soluciones.
Las urgencia de la demandas de cosas tan elementales como el agua o los alimentos, en un País que los posee en cantidades envidiables para el Mundo, no son respondidas nunca con la velocidad que se debe y, sobre todo, se puede. No hay razón alguna para el atraso en las soluciones requeridas, salvo la de la burocracia y la miserabilidad de algunos funcionarios de todas las jurisdicciones, que no debieran durar un suspiro en sus cargos al no resolver tan sencilla tarea.
Es tiempo de dar vuelta la página oscura de una historia plagada de injusticias provocadas por estos obscenos “olvidos”. Es hora de traer al frente de todas las soluciones, las destinadas a aquellos que más las necesiten, en virtud de los años, las décadas y hasta los siglos perdidos detrás de mentiras y omisiones intencionales, fruto del desprecio y el odio, base de un supremacismo que está siempre allí, escondido detrás de las falacias del Poder real y del mediático, de las falsas caricias a las sucias cabecitas de sus víctimas, de las impostadas lágrimas de ocasión ante las cámaras, de las arengas justificantes del oprobio y del “olvido”, ese que solo busca borrar de la memoria colectiva los recuerdos de lo que fuimos y la voluntad de construir una Patria de verdad. Ha llegado el momento de recordar cada detalle, primer paso para terminar con las atrocidades de los poderosos y reconvertirlas en esperanzas de un Pueblo liberado. Con mucha memoria, con toda la verdad y con absoluta justicia.

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