El
inicio de todo gobierno genera expectativas. De las buenas y de las
malas. También está atravesado por las posiciones ideológicas, que
generan rechazos anticipados, solo por el deseo de quienes se
posicionan como opositores, de comenzar con la que creen es su única
tarea, la de destruir a esa nueva administración, antes que se
consolide y pueda desarrollar los planes que prevee. Esto se da,
sobre todo, cuando quienes asumen, se anuncian como representantes de
los intereses populares, y quienes se van, lo son de aquellos
sectores alineados con el Poder Real.
En
la Provincia de Santa Fe, el nuevo Gobernador se ha presentado en
sociedad de una manera contundente, trazando un panorama del gobierno
precedente sin tratar de disimular cada uno de los desastres
administrativos y de gestión en general que realizara.
Sin
tapujos ni medias tintas, Perotti hizo un descarnado relato de lo que
fue el gobierno en retirada, señalando la profundidad de la crisis
financiera y económica que se recibe, el tema de la deuda creciente,
la maniobra de la sanción anticipada del presupuesto del 2020 antes
que él asumiera para dejarlo sin margen de maniobra con los
recursos, las espúrias relaciones con el delito del narcotráfico,
señalando incluso hasta la posible complicidad de los miembros del
ejecutivo saliente, incluyendo a funcionarios políticos y de las
fuerzas policiales.
Un
buen diagnóstico es la base de un buen plan, aún cuando no es
suficiente para concretarlo exitosamente. Pero genera expectativa
favorable escuchar, a quien fuera elegido para ejercer el cargo
máximo de la Provincia, expresar con la crudeza imprescindible de
estos casos, la base desde donde deberá comenzar su tarea
reconstructiva que, al igual que en la Nación, atraviesa a la
sociedad por donde se la mire.
Otra
cosa será como logrará encauzar las fuerzas divergentes que se
expresan en este territorio de latifundios y chacareros, de pueblos
abandonados, de ciudades desindustrializadas, de urbes como Rosario o
Santa Fe y sus complejidades habitacionales, de pobrezas y miserias
amontonadas en barrios marginados de la sociedad, con ciudadanos de
segunda y muy pocos de las “grandes ligas”.
Más
complejo será abordar lo educativo, con la eterna disputa salarial
en ciernes de cada inicio del año. O lo sanitario, que a pesar de la
parafernalia discursiva, no se encuentra en el estado de perfección
que se ha manifestado siempre desde la anterior administración. O lo
productivo, atravesado por la debacle originada en la gestión
nacional del macrismo, pero aumentada por la inacción o la
complicidad del gobierno indefinido de este “socialismo” sin
sociedad y con mucho compromiso con los poderosos.
Lo
de “tierra arrasada” no es solo en lo nacional. Santa Fe también
sufrió este huracán de mendacidades puestas al servicio de los
pocos ganadores del modelo económico-financiero. Se mire por donde
se mire, la población está sumergida en problemas que abarcan toda
su vida, que ha visto morir las pequeñas empresas industriales y
comerciales como moscas atrapadas en esa red de empobrecimiento
generalizado creada de ex-profeso por el macrismo y sus secuaces
locales.
Solo
cabe mirar para adelante, se suele decir. Pero no podrá ni deberá
olvidarse todas y cada una de las operaciones falaces desarrolladas
para aplastar las esperanzas y las necesidades postergadas desde
siempre, solo por enriquecer a unos pocos ganadores. Y no deberá
dejarse pasar las maniobras de los traidores a los mandatos y las
prioridades populares, solo para abultar más todavía los bolsillos
de los especuladores de la politiquería que pululan en la
Legislatura provincial.
La
cultura política sigue inmersa en el “dejar hacer”, en el
“animémos y hagan”. La participación popular brilla por su
ausencia, en base a la conveniencia de quienes desean que así
suceda, para evitar el protagonismo vigilante de una sociedad que
necesita ser empoderada, si de verdad se quieren alcanzar los
objetivos y las metas proclamadas. La decisión de Perotti, su
impronta administrativa y su voluntad manifiesta, son un buen
comienzo. Pero los santafesinos deberán hacer algo más que observar
el “partido”, metiéndose en la “cancha” para disputarlo
junto a él, empujando sus palabras hasta convertirlas en hechos.
Esos serán los “goles” para alcanzar la victoria, que no puede
ser otra que la de la justicia social.
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