martes, 3 de diciembre de 2019

EL FINAL DEL TÚNEL

Imegen de "ColaBoraBora"
Por Roberto Marra
La metáfora de “la luz al final del túnel” ha sido de las más utilizadas por cuanto político o politiquero exista. Siempre con esa carga de supuesto suspenso que pareciera no faltar nunca en los actos de gobiernos que recién dan sus primeros pasos, esa frase se presta para dejar a oscuras un recorrido de futuro inmediato que, o no se conoce con certeza, o no se quiere mostrar para evitar pérdidas de credibilidad popular o ganancias para los opositores al proceso del cual se trate.
Por allí anduvieron los “astutos” masajistas de cerebros ciudadanos, en busca de cambios que solo eran la pantalla para ocultar sus desfalcos. Por ese camino oscuro y de atmósfera pesada desviaron el tren que venía conduciendo a la Nación hacia un destino de dignidad recuperada con enorme esfuerzo, después de décadas del comienzo de esta “democracia” siempre amañada y tergiversada, hacia la desvergüenza y el robo descarado de las ilusiones de sus adormilados pasajeros.

Envueltos en el humo de la mentira y la derrota, el Pueblo fue siendo desplazado hacia los últimos vagones de ese monstruo devorador de esperanzas en que se convirtió a la República, conducidos por energúmenos sin moral, pagando peajes hacia una luz que nunca se pudo atisbar siquiera, consumiendo vidas cegadas en nombre de honestidades apócrifas y promesas descaradas, mordiendo odios hacia quienes les habían devuelto la posibilidad de alcanzar los simples sueños de felicidades que parecían imposibles.
La oscuridad se fue haciendo más densa a medida que se penetraba más en ese túnel hediondo, donde se comenzaba a reconocer los viejos “olores” de otros recorridos similares, donde la muerte se enseñoreara con genocidios perpretados sin máscara alguna, donde la Patria se entregaba en pedazos a los mismos que ahora conducían la locomotora de este despiado tren de la revancha clasista.
La promesa de la luz, como todas, era solo la zanahoria para los “emburrados” pasajeros del horror neoliberal. El relato falsificado de la realidad de los cómplices y socios mediáticos, acompañaron la bestialidad maniquea de los integrantes más ineptos de ese equipo que se arrogara capacidades de dioses del Olimpo y terminara mordiendo el polvo de una derrota propinada por los mismos que quisieron arrojar del tren de la fantasía financiera, con el que solo acumularon fraudes y miserias.
Ahora, cuando ya estamos viendo el luminoso final de este túnel de las desgracias programadas, cuando se deshacen los muros al paso de la locomotora popular que comienza a alimentarse de los sueños postergados, cuando la vida recobra el sentido desviado por esas alimañas reproductoras de todas las maldades diabólicas imaginadas, ahora preparan el nuevo tropiezo con la piedra de la duda permanente, con la cobarde acción sembradora de semillas de disputas que puedan oscurecer, nuevamente, el camino que se pretende diferente, renovado, necesario, en busca del final de ese mugroso corredor de obscenas inequidades.
No se tratará ya solo de salir del pasillo de la muerte cotidiana, de ver un poco de la luz de la dignidad, sino de derrumbar las paredes de ese pasadizo asesino de la justicia, entregador de soberanía y reproductor de las peores lacras de un sistema que consumió un futuro que ya parecía que se tocaba con las manos. Llega el tiempo de cerrar el portón de los amorales sueños oligárquicos, de colocarle un candado al oprobio, de destruir los desvíos hacia el abismo miserable y encender la luz del trabajo y el desarrollo productivo. Esa será la culminación del primer paso de la lucha por la justicia postergada, el auténtico final del deleznable túnel al que nunca debimos permitirnos ingresar.

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