Imgen de "Revista Sudestada" |
Por
Roberto Marra
El
relato es una forma de utilización del lenguaje que sirve para
transmitir o representar sucesos, reales o nó, de manera
estructurada. Es una sucesión de conjuntos de palabras cuyos
significados generan un mensaje determinado que, quien lo realiza,
pretende que le llegue a quien lo recepciona. Se constituye así, en
un modo de presentar hechos históricos o ficciones, de manera de
conformar un todo narrativo que direccione al receptor hacia el
sentido pretendido por quien haya realizado ese relato.
El
Poder Real sabe de la importancia de contar con una generalización
masiva de sus ideas para el logro de sus metas de acrecentamiento de
sus riquezas y sostenimiento de sus influencias sobre la sociedad.
Cuenta para ello con la mayoría apabullante de los medios de
comunicación, invierte en el desarrollo de metodologías de
dominación directa o subliminal y genera “sentidos comunes” que
instalan en las audiencias mediante la difusión de esas narrativas
creadas al efecto.
Por
esos senderos de los relatos ficcionados de la verdad, han andado
siempre los gobiernos pro-oligárquicos y, más aún, un gobierno
ejercido en forma directa por sus propios integrantes. Han sabido
encontrar la falla en las subjetividades de las mayorías, para
producir ciudadanos negadores de sus propias realidades, que se
autoflagelan en nombre de certezas construídas por los relatores
expertos que contratan para hacer añicos el discernimiento.
Cuentan
siempre con la “colaboración” del imperio, interesado en
constituir narrativas conducentes a la anulación de las ideas
libertarias, solidarias, soberanas y de justicia social. Miles de
integrantes de esos mamotretos ideológicos denominados “tanques de
pensamiento”, trabajan cada minuto para desarrollar esa semántica
tan especial que termina con la posibilidad del pensamiento propio,
que anule la cultura de cada nación y la transforme en una unificada
manera de mirar el Mundo, destrozando la historia y el concepto mismo
de lo popular.
Como
una picadora de carne, actúan sobre los valores morales, a los que
convierten en una especie de “papilla” cultural rápidamente
digerible por los millones de ilusos que se transformarán en un muy
efectivo ejército propalador de tales despropósitos sociales. Se
valdrán de cada método posible, comenzando por el sistema
educativo, al que invaden con sutiles maneras de formaciones
destructoras de la realidad pasada y presente, para “producir”
ciudadanos sin ciudadanía cierta, más bien receptores pasivos de
sus mensajes clasistas y reproductores de sentimientos adversos a sus
congéneres.
Tal
como la vieja y lógica regla física de acción y reacción, el
Pueblo necesita reaccionar ante esta acción degradante de los
sentidos comunes, para construir su propio relato. Los sometidos solo
podrán dejar de serlo en tanto sean capaces de crear sus narrativas
de la realidad, de comunicarlas con calidad y generar empatía en las
mayorías apabulladas por la parafernalia discursiva del Poder.
La
comunicación se ha convertido en el terreno donde se ganan o pierden
las batallas más importantes en la búsqueda de sociedades justas y
desarrolladas con objetivos propios de cada Nación. Establecer una
narrativa diferente, derivada del ancestral significante de cada
pueblo, sostenida por la fuerza de las capacidades individuales y
colectivas heredadas de las luchas de cada etapa histórica, será el
paso imprescindible para generar la ruptura final de la colonización
de nuestras voluntades.
Es
éste el método inicial y permanente con el que debemos enfrentar
tanta perversión relatada como futuros derramantes de felicidades
que, lo sabemos muy bien, nunca serán las metas de nuestros
opresores. Será la construcción de un nuevo/viejo relato, y de la
generación de un sistema comunicacional popular acorde a semejantes
objetivos liberadores, lo que hará factible el triunfo sobre la
oscuridad narrativa de los que nunca dejarán de lado sus odiosas
pretensiones de falsas superioridades, que no son más que la cruda
manifestación de sus deleznables traiciones a la Patria.
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