Imagen Rosario12 |
Pobres los pobres, ¿no? Cada
dos por tres los sacan a pastorear y se pelean por ver a quién pertenecen. Qué
son míos, que son tuyos. Los grandes pensadores de este país (taxistas,
periodistas deportivos y peluqueras) aventuran frases rimbombantes en busca de
una explicación. Y a veces aciertan. "Pobres hubo siempre", dicen. Y
sí, la mayoría de nuestros abuelos inmigrantes eran pobres. Jesús era pobre. Y
Marx era pobre también. Quizá de ahí venga la frase "los extremos se
tocan". Jesús y Marx, hermanados en la pobreza y separados por otra
grieta, cual metáfora de esos hermanos pobres que votan enfrentados, uno al
progresismo y otro a la derecha para no verse tan pobre como su hermano. O como
esos mejicanos que votan a Trump para que otros mejicanos, también pobres, no
vengan a entorpecer su modesto progreso.
Pero, ¿qué sería el mundo sin pobres? No existiría el choripán ni las
alpargatas, no se habría inventado el tetrabrik ni las ofertas, cosas de y para
pobres. ¿Quién te lavaría los vidrios del auto por dos pesos? Sin pobres no
habría en quién probar los remedios. No habría a quién sacarle órganos para
reemplazar los que malfuncionan en el cuerpo de los ricos. Las galeras nunca
hubieran salido de los puertos por falta de remeros y el mundo no hubiera
conocido los culebrones de chica-pobre-enamora-chico-rico.
El comunismo intentó equilibrar las cosas haciendo que todos fueran
pobres. Pero no había de quién burlarse, a quién odiar. Porque los pobres
también sirven para odiar. De no existir, ¿adónde iría a parar ese desprecio?
Con despreciar a la suegra no alcanzaría. Y el desprecio que no se usa te
termina enfermando. En el comunismo no había a quién echarle la culpa de la
inseguridad porque todos eran sospechosos por portación de pobreza. Un lío.
Mejor, los ricos a sus piscinas y los pobres a sus pocilgas.
Alguna vez la pobreza fue sinónimo de dignidad, de austeridad, de
honestidad. Y tenía su ejemplar romántico, su caballero andante: el croto. Uno
lo veía bajar del tren en su pequeño pueblo y era como si le abrieran la puerta
a un mundo desconocido, inimaginable. Lo veíamos como alguien que había
cambiado una vida de molicie por la libertad de los caminos, aunque quizá era
un pobre diablo, extraviado, fugado de la ley, de una familia opresiva.
Ahora los pobres son un botín. Son útiles. A un pobre lo ploteás y lo
transformás en obrero, en extra de propaganda o de foto de campaña.Y mantenerlo
entretenido sale barato. Un chori y una promesa. Al año siguiente, otro chori y
la promesa de que la promesa anterior se va a cumplir. Así hasta que se muere;
los pobres se mueren antes que los ricos porque no pueden comprar riñones de
repuesto. En cambio, mantener entretenido a un rico sale un huevo y la mitad
del otro. Bajarle los impuestos de acá, sacarle retenciones por allá. No te
basta un país para satisfacer a un solo rico.
Con los pobres te ahorrás palabras. Decís "los pobres" y te
salteás conceptos de género, de niñez, de vejez. Los pobres son un poster sin
matices ni particularidades. Un bulto. Y si un pobre es genial se lo reconoce
dos siglos después. Como Van Gogh, que era tan pobre que no tenía ni amigos
pobres. No se le reconoció su genialidad en vida, pero de onda, ¿viste?, porque
de haberse beneficiado con su genialidad no tendríamos el mito de su tragedia
sino un pintor burgués más.
Yo creo que si un país quiere progresar tiene que tener muchos pobres.
Porque los pobres agarran plata y la gastan en un buen asado y le festejan el
cumpleaños a cualquier primo nada más que para poder emborracharse. En cambio
los ricos la esconden en Panamá, bajo el colchón y siempre están a dieta, o
comen sushi (pescado crudo, ¿cuánto puede costar?, y que además le da trabajo a
los japoneses).
¿Cuántas películas hay dedicadas a los pobres? Miles, millones. Mire
cuánto trabajo generan. Es que los pobres son fotogénicos y siempre están
inventando cosas para zafar (si el gobierno deja de hacer casas para pobres,
aprenden a hacer casa de barro, ¡habrase visto!), entonces se los puede
fotografiar, filmar, investigar. ¿De qué vivirían los dueños de los barcos que
cruzan el Mediterráneo lleno de pobres? ¿De qué vivirían los productores y
músicos de blues, rap, cumbia villera?
Los pobres dan de comer a los intelectuales desafiando los conceptos
de frontera y de país, como hacen los desplazados de Europa. Con eso, un
académico te escribe tres libros, que es trabajo para editores, correctores,
imprenteros. Los pobres mantienen entretenida a la policía. Un policía que no
rompe cabezas se deprime o te hace un golpe de estado. Pero si les das pobres
para reprimir, el tipo se relaja, no tiene bruxismo y siente que es útil.
¿Y la iglesia? La iglesia sin los pobres sería un shopping, un cine.
Un museo de obras viejas que se ven mejor por Internet. ¿A quién le lavaría los
pies el Papa sin los pobres, al nueve de San Lorenzo? Pero los que más se
benefician con los pobres son los de la clase media. Ante un pobre, alguien de
clase media se siente de clase alta. Los pobres son el espejo en el que
reflejarse ante el miedo a caer, o a volver a caer. Es como un ex borracho ante
un borracho en vigencia.
El capitalismo tiene en el pobre el modelo para poner a la clase media
en caja. Basta con mostrarlo para que la clase media entienda que le conviene
trabajar calladito y sumiso. Es un negocio redondo del que cada uno saca su
parte: los ricos, más dinero; la clase media, la auto justificación de su
sumisión, de su desprecio por toda revolución o protesta que altere la paz de
su propio conformismo.
A los pobres los necesitan la derecha y la izquierda. Los peronistas, los
radicales. Los de derecha para que barran y se prostituyan. Los de izquierda
para tener a mano un mailing en caso de que algún día llegue la revolución, y
para que la realidad pueda ser mejor porque es peor. Los peronistas para
construir o reconstruir su mitología. Los radicales para enrostrarles a los
peronistas su fracaso. Sin pobres, ¿a quién culparían los bienpensantes de los
males de la sociedad?
Mire si serán importantes los pobres que le cortan los derechos a los
maestros, a los obreros, a los gays, a los artistas, pero a los pobres no. A
los pobres no hay nada que cortarles (ni siquiera el agua, el gas y la luz
porque están enganchados), y si no lo están y le cortás esos derechos, ¿qué te
queda? ¡Pobres más pobres! ¡Mejor todavía! Un país sin pobres se te paraliza a
los dos días. ¿Qué pasa cuando todos son de clase media o alta, como sucedió en
Europa hasta hace poco? ¡Tienen que traer pobres de otro lado para que hagan de
siervos, para que remen esa galera que se llama capitalismo!
Y los pobres hacen su parte. Sabiendo de su importancia, tomaron
conciencia de que mueven al mundo y por eso, cuando se les ofrece una vida
mejor, patean el tablero y vuelven a votar al que lo va a mandar de nuevo a la
pobreza, acá, en EEUU, en Brasil y en la Luna. Quizá no sea otra cosa que
recuperar el viejo orgullo de ser pobre, el que se veía en la Argentina
profunda: un rancho limpio, una vida sin grandes pretensiones, no cagar más
alto de lo que daba el culo, no desear nada del otro, ni la casa, ni el campo,
ni la esposa (eso siempre fue negociable).
Por eso señor, señora, si quiere progresar, si por estos días tuvo que
cerrar la verdulería, vender el taxi o el banco se quedó con sus ahorros,
póngase una fábrica de pobres. Así hace el neoliberalismo y le va bastante
bien. Y si bien es verdad que los pobres rara vez interpelan al poder porque el
poder queda lejos y para ir a putearlo tienen que tomar dos colectivos y un
tren, a veces se cansan y le prenden fuego a todo. Pero eso sucede una vez o
dos por siglo. Sería mucha mala suerte que le toque a usted.
*Publicado en Rosario12
Excelente!!
ResponderEliminar