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Si
uno quisiera hacer un análisis en perspectiva sobre qué es exactamente
el kirchnerismo, si uno necesitara extraer el núcleo duro del
pensamiento de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, no tendría
que hacer más que escuchar atentamente los dos discursos que realizó
esta semana en la provincia de Tucumán y en la cena de camaradería de
las Fuerzas Armadas. Si uno quita lo anecdótico, lo circunstancial, lo
efímero de ambas alocuciones, podrá encontrar el magma del modelo
kirchnerista, es decir, aquello que es necesariamente constitutivo del
pensamiento de quienes condujeron durante diez años a la Argentina. Se
trata de las líneas esenciales del proyecto político, la estación última
de una estrategia a largo plazo, la tan mentada política a largo plazo
que siempre se exige a una clase dirigente.
El discurso de Tucumán esconde la primera clave. La presidenta
anunció qué va a ocurrir en los próximos años en el mercado
internacional. Y lo hizo con conocimiento de causa, ya que el Mercosur
está en plena discusión con la Unión Europea sobre el comercio
recíproco. "No tengan dudas, acuérdense de estas palabras y de este 9 de
julio: ese es el mundo que se está planteando y que nos quieren
imponer, volver a privatizar nuestras exportaciones, volver a ser
grandes productores de materia prima con poco valor agregado. Y vamos a
dar batalla, porque vamos a profundizar este modelo de Estado, de
inclusión, de valor agregado, logrando mayor competitividad y también
peleando por la unidad regional." Es claro, a partir de la crisis,
Europa quiere salir de la manera que lo hizo siempre: realizando una
nueva división del trabajo e intentando que los costos de la depresión
la paguen los país del sur.
"¿Qué hacemos entones? –se preguntó la presidenta– ¿Cuál es el
instrumento más poderoso que hemos logrado los argentinos en esta década
reconstruir además de la autoestima? El Estado, que es el gran
reparador y el gran constructor junto al sector privado, para la ayuda,
para el crecimiento; el Estado que necesita de sus tres poderes, de un
Poder Ejecutivo que en estos diez años ha administrado el comercio
ayudando al empresariado nacional y a la banca nacional como nunca antes
nadie lo había hecho. Vamos a hablar claro, argentinos: hasta el año
2003 y basta mirar los números, la posición dominante en el sector
financiero, era la banca extranjera. Hoy es la banca nacional y los
banqueros son los mismos, no es que vinieron algunos más inteligentes.
Lo que vino es un Estado que desarrolló la industria nacional que les
permitió a ellos desplazar en el ránking a la banca extranjera y ser hoy
más importantes. Lo digo por si hay algún banquero distraído que no se
da cuenta."
Más allá de alguna chicana, la presidenta fue clara: en el centro
de la concepción política y económica es el Estado Nacional el encargado
de garantizar no solo una redistribución justa del ingreso, el
cumplimiento de un pacto social, sino que es, por sobre todas las cosas,
el garante de la generación de esa misma riqueza. Es la razón
fundamental de defensa de los intereses de todos los argentinos frente a
los grupos económicos internos, pero también de los vaivenes de la
economía globalizada, de los zarandeos producidos por las empresas
trasnacionales y por las acciones políticas de otros Estados que
defienden el trabajo y la riqueza producida en otros países.
"Es necesario tener inteligencia para esta etapa y reconocer en la
figura del Estado, como gran constructor de las políticas económicas,
sociales, algo muy importante para ayudar a desarrollar aún más el
sector privado. Y ese Estado, no es solamente el Poder Ejecutivo, ese
Estado también es el Poder Legislativo que requiere de hombres y mujeres
que cuando toman decisiones, más allá de las lógicas ubicaciones
partidarias, lo hagan pensando en los intereses de la República
Argentina, de la patria y no en lo que le marcan o le dictan desde una
agenda corporativa que ni siquiera es económica sino apenas mediática.
Por eso, fortalecer el Estado, no es fortalecer un gobierno ni un
partido. ¿Y saben por qué? Porque nadie es eterno ni lo quiere ser en el
gobierno, ni ningún partido es eterno”, sostuvo la presidenta. Es
decir, para ella, la política de Estado más importante es la defensa del
propio Estado.
De inmediato apeló a la conciencia de los empresarios. Pero no les
habló con el corazón, apeló al instinto de supervivencia individual y
colectivo: "En esta etapa tan particular del mundo de la región, si
antes se la llevaban en pala, ahora a lo mejor la tienen que recoger en
alguna cuchara sopera. Pero igualmente, me parece que hay poner un poco
de sentido común. No pido generosidad, no pido sentimientos, estamos
hablando de economía y yo también soy fría cuando hablo de economía y de
intereses. Pido, simplemente, inteligencia para entender lo que están
queriendo hacer, no solamente con la Argentina, sino con la región. Y
como todos tienen muchos intereses aquí, otros tienen otros en otras
partes también, pero sepan que esas cosas también pueden desaparecer de
un momento para el otro".
Como buena belgraneana, la presidenta considera que el Estado debe
garantizar la producción con valor agregado en la Argentina, o sea, con
trabajo realizado fronteras adentro, con empresarios que garanticen el
trabajo a millones de compatriotas y que puedan competir en los mercados
internacionales, más que por costos bajos –es decir, reducción de
salarios– por mejoramiento en la calidad de la producción. Y es en ese
marco ideológico donde se engarza el discurso realizado ante las Fuerzas
Armadas. "No conozco ningún gran ejército, no conozco ninguna gran
armada, no conozco ninguna gran aviación que solamente sean custodios de
países donde lo único que se produce son materias primas. La grandeza
de las Fuerzas Armadas está directamente vinculada al poder y a la
grandeza de la Nación… Por eso creo que este concepto de defensa
integral que pasa por el desarrollo industrial, por agregar valor, por
participar activamente en el desarrollo de la industria de defensa
nacional, de manera tal que podamos producir, mediante lo que tenemos en
materia de ciencia y tecnología, desde radares hasta armamento, hasta
vagones para trenes, hasta volver a ser ferrocarriles, todo, todo hace
al concepto de defensa, de defensa de un modelo que ha permitido un
crecimiento y una inclusión social sin precedentes".
Por último, la propia presidenta cerró con coherencia lógica su
proyecto político, lo que se conoce como el modelo, aquello que se está
con él o contra él, porque no se puede estar un poquito embarazada.
"Ante esta nueva reconfiguración mundial, creo que todos los argentinos y
creo que nuestras Fuerzas Armadas no pueden estar ausentes de esta
discusión, de este debate y, fundamentalmente, de este trabajo, porque
otra cosa que debemos aprender los argentinos es que hay tiempos de
debate, hay tiempos de discusión, pero que cuando se cierra el debate y
la discusión, lo que hay que hacer es ponerse a trabajar para poder
llevar a cabo lo que hemos resuelto finalmente y como lo más conveniente
para la Nación." En algún punto, la presidenta cierra un círculo mucho
mayor: pone a las Fuerzas Armadas en un nuevo lugar; ya no como objeto
de referencia de un pasado tortuoso, sino como sujeto de cambio con
proyección a futuro.
*Publicado en Tiempo Argentino
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