Desde
hace décadas los analistas políticos han profundizado sobre la puja
virulenta de las distintas corrientes en el seno del peronismo. En
períodos de conflictividad social, como los fines de la década del
sesenta y comienzos del setenta, las tendencias internas del movimiento
policlasista más importante de la historia argentina constituían en su
ala derecha e izquierda dos proyectos de país contrapuestos. El
protagonismo de la Tendencia y su vertiginoso crecimiento de masas fue
una de las variables determinantes de la concreción del regreso del
viejo líder de su exilio madrileño. Desde el retorno del General Perón a
la Argentina las contradicciones de las corrientes se tornaron
irreductibles. La derecha peronista expresada en el Lopezrreguismo, en
articulación con sectores del establishment, inició lo que fue la
antesala al posterior terrorismo de Estado, con la instalación de la
siniestra Triple A.
En el devenir de la democracia formal, ante la crisis económica y
social de las postrimerías del gobierno de Raúl Alfonsín, un fenómeno
novedoso nace de las entrañas del peronismo. El liderazgo del caudillo
riojano Carlos Saúl Menem, con las promesas electorales de "Revolución
productiva” y el famoso “Salariazo", hizo posible el viejo sueño del
establishment: la implementación de un proyecto neoliberal encabezado
por un líder peronista.
Esta vez el ideario privatizador y el desguace del Estado se hizo
sin el terrorismo de estado, pero bajo el disciplinamiento social
ejercido con posterioridad a la hiperinflación de1989 y la creciente
desocupación como chantaje a las grandes mayorías.
El menemato sin duda fue la prosecución histórica del modelo
neoliberal de la dictadura cívico-militar impuesto a sangre y fuego.
Detrás del espejismo del uno a uno, la degradación social y la
destrucción del aparato productivo con miles de fábricas cerradas fueron
paradójicamente los efectos más significativos del modelo del
peronismo-neoliberal, de la derecha peronista y los grandes grupos
económicos.
Ese proyecto de la modernización neoliberal implosionó con el
estallido social del 19 y 20 de diciembre de 2001, de cuyos efectos aún
quedan secuelas en bolsones de desocupados estructurales y de
generaciones excluidas del mercado de trabajo, y el desmantelamiento de
la infraestructura ferroviaria con sus secuelas de muerte.
Tras más de una década de instalación del proyecto de crecimiento
con distribución del kirchnerismo, la derecha peronista, junto a
sectores del establishment, ante la imposibilidad desde afuera del
movimiento de articular una alternativa electoral que pueda competir con
el proyecto Kirchnerista, recurren a la alquimia noventista de impulsar
un referente del interior del movimiento para seducir al electorado,
reforzándola con un descomunal montaje mediático.
La candidatura de Sergio Massa trae aparejado un reacomodamiento
del arco opositor al kirchnerismo. Desde el PRO, se deshacen en elogios a
la figura de ese peronismo edulcorado que sirva de puente a la
restauración del libre-mercado de la siniestra dupla Menem-Alsogaray.
Gabriela Michetti confesó compartir con Massa ideas y concepciones
comunes. Seguramente, el joven candidato tratará de evitar definiciones
que lo ubiquen en las antípodas de este gobierno. Por una cuestión de
marketing, tampoco se definirá coincidente a la globalización
transnacional o a su posicionamiento político en relación al
subcontinente sudamericano o a su visión sobre la UNASUR, la República
Bolivariana de Venezuela, la Bolivia de Evo, o de la Revolución
Ciudadana de la hermana República de Ecuador, o sus pareceres sobre el
gran país del norte y el posible resurgir del viejo proyecto imperial
del ALCA en ciernes.
La novedad semántica de la candidatura de Sergio Massa es que el
llamado Frente Renovador del massismo se define como una "oposición
blanda", y enuncia una suerte de cambios en la continuidad. A pesar del
perfil no confrontacionista con el gobierno, en la composición de sus
candidaturas –como declaró el candidato por el Frente para la Victoria
de la Matanza Fernando Espinoza– "en esa lista falta tan sólo María
Julia Alsogaray".
Lo cierto es que más allá de las chicanas la currícula política del
intendente de Tigre se remonta a su militancia juvenil en la UCEDE, y
su trasvasamiento al peronismo se da con el menemismo en el Ministerio
de Desarrollo Social, siendo su salto a política la designación con el
gobierno de Eduardo Duhalde al frente de la ANSES.
Lo innegable es que la acogida mediática a la buena nueva y el
posicionamiento de la prensa antikirchnerista ante la candidatura de
Sergio Massa es más que significativo. Falta aún convalidar las
expectativas de la corporación mediática en las urnas en octubre, y que
los más de 7 millones de bonaerense resuelvan con su voto si es que ha
nacido el referente de la derecha peronista y el establishment para las
presidenciales de 2015.
*Publicado en Tiempo Argentino
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